Introducción:

La difusión de una cultura con perspectiva de género e igualdad de oportunidades todavía no ha llegado a la mayor parte de los sectores de la política sanitaria y de asistencia social. El número de servicios socio-sanitario que proponen intervenciones que tengan en cuenta dicha orientación resulta muy reducido. En la mayor parte de los casos se proponen protocolos de intervención indiferenciados respecto al género que además suelen menospreciar las necesidades de las mujeres así como los factores específicos de la población femenina.

El género, en su concepción más reduccionista, indica una diferenciación primigenia y natural a nivel biológico existente entre el cuerpo de la mujer y el del hombre. Sin embargo a un nivel más amplio implica diferencias en la construcción social de aquello que es masculino y femenino, lo que a su vez comprende un sistema de símbolos y valores especifico. En el seno del proceso de construcción de la identidad, el género más que una diferencia biológica muestra una diversidad de símbolos, valores y tareas que cada cultura atribuye al hombre y a la mujer condicionando el rol a desempeñar dentro de una sociedad concreta.

El género a diferencia de todas las otras variables socio-demográficas como la edad, el estado civil o el nivel educativo, denota de un modo específico la construcción de la identidad de una persona. La importancia del género, delimita no solamente el campo de la normalidad sino también el de la psicopatología, con todo el amplio abanico de formas diferentes de expresar el malestar que sufren hombres y mujeres.

La condición de género va a tener mucho que ver con el autoconcepto de eficacia y capacitación en el afrontamiento de determinadas conductas, más concretamente en relación a los cuidados de salud y las percepciones de riesgo. En la condición de género subyacen estereotipos acerca de la capacidad y expectativa de autoeficacia a que se le atribuye a la mujer y especialmente a la mujer adicta, al respecto de su capacidad para tomar decisiones autónomas y cuidados de salud. Así la expectativa colectiva respecto de la capacidad de la mujer para superar su adicción basada en la atribución de su conducta dependiente típica establecida convierte a la Identidad de Género en una de las principales barreras al tratamiento aplicadas a determinadas conductas de salud como son las adicciones.

El fenómeno de la toxicodependencia en la mujer también presenta una serie de características que la sitúan dentro un marco especifico y que la diferencia respecto de aquellas formas masculinas de adicción tanto en el camino que conduce al desarrollo de la toxicodependencia como para encontrar e iniciar el camino que permite salir de esta situación.

Según el observatorio Europeo de la Toxicodependencia el uso de sustancias estupefacientes se concentra en los jovenes-adultos (15-34 anos de edad), entre los cuales los índices de prevalencia son casi el doble de los porcentajes que ofrecen los adultos (mayores de 35 años). Además en todos los países y en todas las fases de edad, la prevalencia de mujeres adictas en tratamiento es inferior a la que presentan los hombres, oscilando entre el 17% y el 20% tanto en España como en otros países europeos. Es curioso comprobar como las edades de inicio en el uso de drogas como éxtasis, cocaína, alucinógenos o anfetaminas son más precoces para las chicas (Encuesta Drogas a Población Escolar del PND, 2000) y que las tendencias del consumo se van incrementando entre las mujeres de población general, sobre todo en tabaco y alcohol reduciéndose la proporción hombre/mujer a 1,5 para tabaco o alcohol y a 1,7 para el cannabis (Encuesta Domiciliaria sobre Drogas 2001, PND), en cambio este incremento de mujeres en los primeros consumos de drogas no se refleja en las ratios asistenciales de adictos hombres y mujeres.

Desarrollo de la Toxicodependencia femenina: aspectos psico-sociales.

Mas allá de las vivencias comunes tanto a la mujer toxicodependiente como a aquellas del hombre hay algunos aspectos indudablemente diferentes: mujeres y hombres desarrollan dependencias con características específicas y con factores de vulnerabilidad y de protección diferentes.

Aunque ya hace mucho tiempo que se viene estudiando los factores de predisposición, todavía no se han podido encontrar unos rasgos de personalidad predictiva, en cambio diferentes estudios sí que coinciden en señalar una serie de factores que parecen tener trascendencia en la génesis y desarrollo de la adicción, como es el caso de trastornos del estado de ánimo (particularmente depresión), ansiedad (específicamente agorafobia) trastornos de la alimentación (anorexia y bulimia) y Trastornos por Estrés Post Traumático directamente relacionados con la alta incidencia de malos tratos y abusos sexuales sufridos por las mujeres en su infancia.

El primer consumo de drogas ilegales entre las mujeres suele tener lugar prevalentemente con un compañero que ya hace uso de sustancias. Subyace la curiosidad de vivenciar las sensaciones que experimenta la pareja o el deseo de identificarse de modo más profundo con él. Las mujeres que desarrollan una dependencia a las sustancias tienden además a establecer relaciones simbióticas con su pareja (co-dependencia). En el fondo de esta situación, la figura femenina se presenta como una «sombra» de aquella masculina: en la mayor parte de los casos las mujeres están psicológicamente y físicamente subyugadas a la pareja anulando su propia identidad y capacidad para la toma de decisiones. El adicto suele utilizar a su compañera drogodependiente como medio para procurarse dinero pero al mismo tiempo ellas también se muestran incapaces para romper con la dependencia relacional.

Debido a la prostitución, uno de los recursos mayormente utilizados para conseguir dinero, la mujer corre mas riesgos de contraer enfermedades venéreas además de embarazos no deseados, lo que explica el número tan elevado de abortos que presentan las drogodependientes. La promiscuidad y el sexo sin protección son factores de especial vulnerabilidad para la alta incidencia de patologías infecciosas en estas mujeres.

La presencia de desestructuración familiar juega un papel importante en el mayor riesgo de abuso de sustancias psicoactivas ya que las mujeres que viven en un contexto familiar en el que prevalecen conductas agresivas acaban percibiendo como normal una forma de relacionarse desadaptada, con lo que pueden desarrollar mecanismos patológicos de afrontamiento a situaciones de estrés como en la tendencia a usar las sustancias psicotropas como un medio de evasión o escape.

La reacción del contexto familiar y social a la condición de toxicodependencia tiende a culpabilizar más a la mujer que al hombre. Este prejuicio no es experimentado únicamente por parte de los padres de las mujeres toxicodependientes sino también por parte de muchos asistentes u operadores que critican, aunque no siempre de una manera explícita, el hecho de que estas mujeres no se hayan ceñido a un rol femenino socialmente aceptado, en el cual el sentido de responsabilidad y la no transgresión son una parte fundamental. Aun ahora, el hecho de ser mujer conlleva un comportamiento adecuado en la vida social, por lo tanto el incumplimiento de la expectativa atribuida al rol femenino, determinado por el uso de sustancias psicoactivas, produce una reacción de rechazo. Esta tendencia a la culpabilización se refleja en una interacción de la mujer con los servicios terapéuticos que en muchos aspectos parece contradictoria: aunque es verdad que las mujeres aceptan mas facilmente la necesidad de recibir ayuda, el sentido de culpa y el estigma social contribuyen a alejarlas de los dispositivos de ayuda, al mismo tiempo que entre los profesionales se va desarrollando una muy baja expectativa de éxito terapéutico en el trabajo con mujeres adictas.

La importancia de una diversidad en la Asistencia

La mayor parte de los servicios continúa proponiendo protocolos de intervención indiferenciados para hombres y mujeres que se limitan a considerar las necesidades asistenciales y el pronóstico evolutivo desde una óptica puramente masculina, conformando lo que hemos denominado sesgo de masculinización del perfil del adicto. Frecuentemente, los programas de intervención diseñados sobre el perfil del hombre toxicodependiente, estadísticamente mayoritario, han sido replicados en mujeres con un alto índice de fracaso. Estos factores constituyen un conjunto de obstáculos en los que a una mujer toxicodependiente le puede, sin duda, resultar más difícil salir de la condición de dependencia, por lo cual se hace necesario apuntar a una reducción de los índices de fracaso de dichos programas planificando intervenciones especificas que valoren mas los aspectos femeninos: Un apoyo eficaz de la familia de origen, de personas allegadas y la maternidad pueden ser factores que permitan aumentar el acceso a un nuevo tipo de asistencia pensado por y para la mujer adicta.

La familia juega un doble papel ya que por una parte puede contribuir negativamente en situaciones de problemáticas sociales al desarrollo de la dependencia, pero al mismo tiempo representa una pieza clave en el tratamiento para las mujeres dado que, desde su punto de vista, la familia representa un verdadero y necesario apoyo. Por lo tanto es necesario tener en cuenta la particularidad de esta consideración.

El embarazo sigue siendo una condición bastante infravalorada, tanto por los terapeutas del sector como por las mujeres toxicodependientes, que parecen no percibir la importancia de conocer de inmediato su estado, de forma que puedan tomar las decisiones más adecuadas al respecto.

Los servicios de tratamiento para la toxicodependencia deberían mejorar el contacto con servicios médicos que se ocupen de la salud femenina o bien, deberían ofrecer directamente asistencia ginecológica, posibilitar el diagnóstico inmediato del embarazo y proporcionar información y medios para una sexualidad responsable.

El embarazo y la maternidad, frecuentemente se conciben como un «accidente en el camino», pero podrían convertirse en el punto de partida para un cambio evolutivo desde la propia mujer. La maternidad es un evento significativo que puede revalorizar la feminidad, además de una nueva posibilidad de disfrutar de la rehabilitación y programa terapéutico en internamiento.

Conclusiones

Las mujeres toxicodependientes viven en complejas situaciones de malestar psicológico y físico debidas a una multiplicidad de factores entre los cuales destacan el abuso sexual, la violencia, los conflictos con la familia de origen, la falta de una condición laboral estable, falta de capacidad para una vida sociolaboral autónoma, la dependencia económica, los embarazos no programados, la presencia de hijos en acogida tutelar o adopción y especialmente la dependencia emocional.

La creación de instrumentos de prevención y aproximación asi como una intervención especifica sería el indicador de un logro de igualdad de oportunidades, que como consecuencia puede permitir establecer políticas de contraste basadas sobre información precisa, datos exactos y evidencia clínica y no sobre afirmaciones generales.

Afortunadamente desde hace algún tiempo los centros de asistencia son más conscientes de las carencias en el ámbito preventivo y terapéutico y están por lo tanto prestando una mayor atención a las problemáticas de la toxicodependencia femenina. Proponemos por lo tanto, intervenciones ambulatorias y residenciales que tengan en cuenta problemas como:

– Abordaje de la relación disfuncional con la pareja (violencia, abuso sexual y físico, etc…).

– Romper la Dependencia relacional y la incapacidad para la toma de decisiones autónomas.

– Especial intervención psicoterapéutica en los Trastornos por Estrés Post-Traumático, Trastornos de la alimentación y otras psicopatologías relacionadas con la adicción.

– Provocar un aumento de la autoestima sobre todo en aquellos casos en que haya existido prostitución.

– Apoyo y consolidación de la relación parental y de la relación madre-hijo en caso de embarazo y maternidad.

El conjunto de estas intervenciones, además de una mayor conciencia de las necesidades y especificidades del género, así como programas preventivos que tengan en cuenta las especificidades de género, se presentan como métodos más eficaces que las habituales intervenciones terapéuticas o preventivas indiferenciadas.

Firmado: Paolo StoccoJuan José Llopis