El fenómeno del consumo y, sobre todo, del abuso de bebidas alcohólicas, viene caracterizado, a mi juicio, por cuatro notas que nos interesa destacar, en la medida en que afecta a la ineludible convivencia sostenida con el mismo.

En primer lugar, su intrínseca complejidad, como consecuencia, principalmente, de su carácter multifactorial y multisectorial, así como, por tratarse de un realidad dinámica y cambiante, que se encuentra en permanente evolución y con diversas manifestaciones.
Esta realidad, conlleva la dificultad de su análisis empírico, al ser las variables que lo configuran de difícil objetivación, y por tanto, la percepción que del fenómeno tenemos se encuentra distorsionada, estereotipada y estigmatizada.

En segundo lugar, la complejidad del fenómeno origina, a su vez, problemas de orden sanitario, social, educativo, de seguridad ciudadana y de tráfico, sociológicos, biológicos, técnico-científicos, políticos, económicos y éticos. Sin olvidar la incidencia del mismo, en el denominado Estado del Bienestar y en el Estado de Derecho.

En tercer lugar, «la» respuesta al problema desde el diseño y gestión de «Políticas y Programas de Acción» resulta, al menos, compleja, por la coexistencia de diferentes Administraciones Públicas (Internacional, Europea, Nacional, Autonómica y Local) con competencias en la materia, así como, un elevado nivel de transferencia de funciones entre diversos entes públicos (descentralización) y entre departamentos/órganos de una misma administración pública (desconcentración).

Esta situación conlleva lo que la doctrina denomina «competencias compartidas», que supone la convergencia de diversos departamentos y órganos con capacidad normativa, disponiendo sobre un mismo objeto o supuesto de hecho, con el consiguiente conflicto-duda, y cuya resolución pasa por el paradigma de la coordinación interinstitucional.

Por último, hay que destacar la necesidad de dar respuesta al fenómeno del abuso de bebidas alcohólicas desde la vertebración social, que se constituyó, inicialmente, por asociaciones de autoayuda y de familiares y afectados, y que ha ido evolucionando hacia estructuras semiprofesionales, que en la actualidad desempeñan un papel crucial en la resolución del problema, cuando no entran en conflicto con otros actores.

En fin, las dos primeras reflexiones nos llevan a acostumbrarnos a trabajar en equipo, ardua tarea, y las dos segundas, a entendernos, con comunicación y diálogo, porque el objetivo es común y, consecuentemente, la sinergia necesaria y obligada.

Fdo.: Juan José Hernández Micó
Secretario del PAD
Dirección General de Drogodependencias
Conselleria de Bienestar Social
Generalitat Valenciana