Nota: artículo original publicado en https://www.responsabilidadsociosanitaria.com

Organismos como la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) llevan alertando casi una década del enorme problema que supone en nuestro país el consumo de alcohol entre menores. Por desgracia, solo la muerte de una adolescente madrileña de 12 años tras practicar el botellón ha reabierto un debate que nunca debería haberse cerrado.

La nueva ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, ha insistido en la necesidad de endurecer la legislación e implicar a escuelas y familias para atajar el consumo de alcohol entre los menores; un discurso que resulta enormemente familiar a los técnicos que trabajan en la prevención de drogas, pero que nunca se ha llevado a cabo con contundencia. La triste realidad es que nunca nos hemos tomado este problema en serio, como sí lo han hecho en otros lugares de Europa.

Hoy los adolescentes islandeses son los más «limpios» de Europa

Hace 20 años, Islandia tenía una problemática muy similar, sino peor, de la que tiene hoy España. Sus jóvenes eran los mayores borrachos de Europa. «No podías andar por las calles del centro de Reikiavik un viernes por la noche porque era inseguro», asegura en Mosaic el psicólogo Harvey Milkman. «Había hordas de adolescentes emborrachándose en tu cara».

Hoy en el centro de la capital de Islandia no hay un solo joven practicando botellón. Y no es que hayan desaparecido: están jugando al ping-pong, practicando skate o ensayando con su grupo de música.

Su ocio ha cambiado. Y también las estadísticas. Hoy los adolescentes islandeses son los más «limpios» de Europa. El porcentaje de chavales de 15 o 16 años que se han emborrachado en el último mes ha bajado del 42% de 1998 al 5% en 2016. En España, hoy por hoy, el porcentaje asciende al 24,6% entre los jóvenes de 15 años y un 27,1% entre los que cumplen 16. Y lo que es más preocupante, el 14,2% de los adolescentes de 14 años se han emborrachado en los últimos 30 días.

EDUCACIÓN, DEPORTE Y MANO DURA

¿Cómo ha logrado el país nórdico eliminar casi por completo el consumo de alcohol entre los jóvenes? Como explica Emma Young en el reportaje sobre el asunto que ha publicado Mosaic, se ha logrado con una fórmula que todo el mundo conocía, pero que nadie había aplicado hasta la fecha con tamaña determinación: se ha logrado convencer a los adolescentes, y a los padres, que hay cosas más divertidas que beber. Se han facilitado de verdad alternativas de ocio y, no menos importante, se han aprobado medidas represivas para que emborracharse no sea siquiera una opción.

La información en prevención, que era y sigue siendo la principal medida que adoptan los gobiernos, no figura entre los factores protectivos

En 1992, todos los adolescentes islandeses de entre 14 y 16 años respondieron a una completa encuesta sobre el consumo de drogas y su actitud frente a estas. El proceso se repitió en 1995 y 1997. Los resultados fueron alarmantes. Casi el 25% fumaba a diario y más del 40% se había emborrachado en el último mes. Pero los responsables del programa pudieron especificar los problemas concretos de cada municipio, barrio y escuela.

Su análisis reveló claras diferencias entre las vidas de los niños que consumían alcohol, tabaco y otras drogas, y los que no lo hacían. Diferencias que resultan previsibles, pero que no se habían tenido en cuenta. Algunos factores resultaban fuertemente protectores frente al consumo: la participación en actividades extraescolares -especialmente el deporte- tres o cuatro veces por semana, el tiempo total que pasaban con sus padres durante la semana, el sentirse cuidado en la escuela y no estar al aire libre por la tarde.

La información en prevención, que era y sigue siendo la principal medida que adoptan los gobiernos para atajar el consumo de drogas, no figuraba entre estos factores protectivos. Los chavales estaban siendo informados sobre el peligro de las drogas, pero les daba igual. Ese enfoque no estaba funcionando y, con los datos en la mano, era el momento de probar alternativas.

Fue así como nació el proyecto Youth in Iceland («Juventud en Islandia»). En primer lugar, se endurecieron las leyes. Se prohibió la venta de tabaco a menores de 18 años y la de alcohol a menores de 20, así como la publicidad de ambas drogas.

Una ley prohíbe que los niños entre 13 y 16 años estén en la calle después de las 10 de la noche

Los vínculos entre las familias y la escuela se fortalecieron a través de las organizaciones de padres que por ley tenían que establecerse en cada escuela, junto con consejos escolares con representantes de estos. Además, se animó a los padres a asistir a charlas sobre la importancia de pasar una cantidad de tiempo fijo con sus hijos. No un «tiempo de calidad» ocasional, sino una convivencia continua que les permitiera hablar con ellos acerca de sus vidas, saber con quién salían y lograr que se quedaran con ellos en casa por las tardes. Algo que se convirtió pronto en una obligación: se promulgó una ley que prohíbe que los niños entre 13 y 16 años estén en la calle después de las 10 de la noche en invierno y la medianoche en verano. Este «toque de queda adolescente» sigue hoy en vigor.

Todas estas medidas, claro está, requirieron de un importante esfuerzo económico. El Estado financió todo tipo de actividades culturales y deportivas para mantener a los chavales entretenidos. En Reikiavik, donde vive más de un tercio de la población islandesa, las familias reciben un bono de 35.000 coronas islándicas (unos 283 euros) por niño para pagar actividades recreativas.

UN MODELO QUE SE QUIERE EXPORTAR A EUROPA

El éxito del modelo islandés llevó a la Unión Europea a crear el programa Youth in Europe. Se invitó a 35 municipios, de 17 países distintos, a realizar encuestas como las que se realizan en el país nórdico. Son los mismos técnicos islandeses responsables del programa en la isla los que analizan las estadísticas recibidas en los municipios y realizan informes específicos para cada uno de ellos.

Tarragona ha analizado el consumo de drogas en sus 24 Institutos de Educación Secundaria

Tarragona es la única ciudad española que participa en el programa y es, además, el mayor de los municipios incluidos. Como explica a Responsabilidad Sociosanitaria Patricia Ros, directora del Servicio de Prevención de las Adicciones del Ayuntamiento de Tarragona, la población catalana decidió incorporar al estudio a sus 24 Institutos de Educación Secundaria: han rellenado la encuesta todos los estudiantes de 15 a 16 años. En total, en torno a 4.200 adolescentes.

«La muestra ha sido del 100%», asegura Ros. «La evidencia científica se multiplica brutalmente. Es una encuesta que tiene más de 70 preguntas. No mira solo el consumo de drogas, también los factores sociales y familiares, cualquier dato que tenga que ver con el bienestar de los jóvenes, y esto nos permite conocer los factores de riesgo y prevención».

La técnico del Ayuntamiento reconoce que hasta la fecha se contaba con la información del Plan Nacional sobre Drogas, pero el nivel de detalle que ofrecen estas encuestas permite diseñar actuaciones mucho más concretas, pues se conoce con detalle la problemática de cada barrio o instituto. Además, la forma de trabajar los proyectos de prevención, explica, es distinta a la que se sigue en la mayoría de los municipios españoles.

Tarragona no contempla que sus jóvenes tengan que quedarse en casa por la noche

«Desde Islandia proponen un método de trabajo diferente del que se ha llevado hasta ahora, un trabajo de abajo-arriba, basado en la comunidad, en todos aquellos agentes clave que están para poder cambiar las condiciones de vida y mejorar el bienestar entre nuestros adolescentes», apunta Ros.

Los datos desagregados han sido analizados localmente por el Departamento de Antropología de la Universitat Rovira i Virgili, con un detalle que está permitiendo al Ayuntamiento crear alianzas transversales con todos los actores implicados: técnicos, educadores, familias, empresarios…

Ahora bien, Ros no contempla que los jóvenes tarraconeses tengan que dejar de salir a la calle por la noche. «No sería posible», reconoce. «No tenemos una visión represiva de la educación para la prevención en las drogas, sino todo lo contrario».

ESPAÑA NO ES ISLANDIA

Ignacio Calderón, director general de la FAD, no es tan optimista respecto a la posibilidad de que el modelo islandés funcione en España, ni siquiera con que aporte verdaderas novedades: «El consumo de drogas es un fenómeno cultural. ¿Qué quiere decir? Que la cultura de un país es un condicionante inmenso».

Como explica Calderón a Responsabilidad Sociosanitaria, nuestro país tenía hasta hace poco un patrón de consumo mediterráneo, pero -«por unas razones que desconozco», reconoce Calderón- hemos importado el patrón nórdico de consumo, que es el consumo de atracón, beber para emborracharse.

«Cuando lo hemos traído aquí ¿qué ha pasado?», se pregunta el director de la FAD. «Que es mucho más grave en un país festivo como este en el que las noches son interminables pero la climatología es muy suave y a la gente le gusta vivir en la calle. Nos hemos encontrado con menores de edad que se pasan diez horas en la calle todos los fines de semana. ¿En Oslo y en esos sitios pasa? No, no pasa, primero porque hace frío, segundo porque tienen una configuración cultural completamente distinta, y los programas propios no son exactamente aplicables a España. Esos países no tienen una fiesta en el pueblo todos los meses, en la que todo es a base de consumo de alcohol».

Calderón cree que España cuenta con el conocimiento técnico y las herramientas para abordar el problema, «lo que pasa es que es más fácil dar el dinero a una organización de fuera, porque somos muy papanatas, y preferimos fijarnos en que algo funciona en Islandia», puntualiza. El problema en su opinión es que, hasta la fecha, nadie se ha querido tomar en serio el problema, ni política ni económicamente. «Seguramente no tienen mucho que enseñarnos», apunta con contundencia Calderón. «Está bien ver los programas, pero lo que hace falta es educación, concienciación, apoyo económico, continuidad, esfuerzo… Todo eso inmerso en una sociedad que no tiene nada que ver con Islandia».

«Es más fácil dar el dinero a una organización de fuera, porque somos muy papanatas, y preferimos fijarnos en que algo funciona en Islandia», dice Calderón

En su opinión, por ejemplo, España ha tratado repetidamente de promover el deporte a los jóvenes como alternativa al ocio nocturno, ligado a la borrachera, pero los intentos han fracasado estrepitosamente. «Hace años que ya hemos estudiado esto», asegura Calderón. «Si salen hasta las 8 de la mañana vamos a abrir los cines, los museos, las canchas…. Yo les decía siempre, ‘que no salen para jugar al baloncesto, que no salen para ir al cine a las 5 de la mañana, que el fenómeno de la socialización juvenil en esas salidas nocturnas pasa por el consumo’. Probamos todas esas fórmulas y lo que ocurrió es que no se usaban y tenías todas las canchas de baloncesto iluminadas».

Para Ros, sin embargo, el enfoque islandés tiene un componente que lo distingue de los esfuerzos llevados a cabo en España hasta la fecha. «Todos los enunciados grandes, los factores de protección, como el control parental o el deporte, no son novedosos, lo novedoso es cómo se llevan a cabo de manera comunitaria, transversal y coordinada, pero de verdad», apunta. «Sí, el deporte es un factor de prevención, para eso no hago un estudio, lo conocíamos todos, pero la manera en que desde Islandia implementan el acceso al deporte de forma gratuita para todos los adolescentes dista mucho de cómo lo hacemos, por ejemplo en Tarragona. Aquí puedes hacer deporte hasta que acaba la primara, cuando llegas a la ESO los clubes deportivos son privados, están muy dedicados a la competición y la gente que quiere hacer deporte simple y llanamente por hobby se le pone muy complicado».

La última campaña de la FAD insiste en la necesidad de concienciar a la sociedad.

UN PLAN QUE REQUIERE TIEMPO Y DINERO

De lo que no cabe duda, y en esto coinciden Calderón y Ros, es que para atajar el consumo de alcohol entre los menores se requiere la implicación de toda la sociedad. Una sociedad en la que las borracheras se han convertido en parte indisoluble de la cultura.

«Cada cinco minutos hay una fiesta», apunta el director de la FAD. «Ahora dicen que no se consuma en la calle. Eso lo quiero ver yo. El papel lo aguanta todo. La sociedad, no. En EEUU si te pillan consumiendo en la calle te pegan un multazo que te fríen. ¿Aquí quién se atreve? A ver si se multa en la calle, no ya a menores, a cualquiera. Ahora dicen que la policía te pedirá el carné para ver si eres menor. ¿Y si hay un botellón de 5000 va entrar la Guardia Civil? A lo mejor te empiezas a poner un pelín nervioso».

«Si quieres trabajar a corto la represión es lo más eficaz, pero tiene mucho riesgo», asegura el director de la FAD

Calderón no cree que las medidas represivas -y mucho menos un toque de queda adolescente que, en su opinión, nunca jamás se podría aplicar en España- sirvan para solucionar el problema: «Si quieres trabajar a corto la represión es lo más eficaz, pero tiene mucho riesgo. Pones a policía a caballo en los sitios donde se consume y a base de palos va a bajar el consumo pero vas a tener la de dios de problemas. Si de verdad quieres ir contra el problema de fondo tienes que cambiar la educación y la cultura y tienes que conseguir que la gente no consuma por sí misma, no porque le pegues un palo».

Pero invertir en educación es quizás lo más caro. «Se debería apoyar económicamente la formación de familias en los riesgos del consumo de alcohol y trabajar en el colegio con un millón de niños de 12 a 14 años, que es donde está el riesgo. Eso a lo mejor tiene su eficacia. En cuatro o cinco años has formado a casi todas las familias de tu país. Pero eso cuesta dinero».

En este punto Ros también coincide con Calderón: los programas deben ser continuados y, claro está, deben contar con presupuesto a nivel local. «Si conseguimos establecer un tejido asociativo transdisciplinar, formado por muchas personas que se dedican a esto, a la larga y con unos cuantos años en perspectiva, vamos a conseguir mejoras», asegura. «Estoy convencida».

Ahora solo falta que alguien afloje la cartera. ¿Estamos dispuestos?