Las adicciones modernas –las que se refieren a entornos virtuales como Internet– han crecido de forma proporcional al desmembramiento de la familia. Aquilino Polaino, catedrático de Psicopatología de la Universidad San Pablo CEU, explica que “la falta de estructuras claras que sostengan al núcleo duro de la familia, expone a todos sus miembros a las nuevas adicciones”.

No es extraño, entonces, que broten comportamientos que terminan en adicción y problemas psicológicos. Por ejemplo, según algunos estudios, hasta un 30% de los usuarios de Internet corren peligro de adicción. Las edades críticas van de los 17 a los 25 años, y de los 35 a los 55. Cada periodo tiene características propias, pero más de tres horas de Internet diarias tienen que hacer saltar la voz de alarma.

¿Juego o enfermedad?

Salvo en los casos en los que existen desarreglos psiquiátricos previos, la adicción es un juego que se convierte en un problema médico. Otro problema añadido es que crea tolerancia: cada vez exige más dedicación, pero sólo produce insatisfacción. Se pone en marcha, así, un círculo vicioso.

“Las adicciones se han cargado muchos matrimonios”, explica Aquilino Polaino. Un miércoles por la noche el marido llega tarde a casa, cansado; cena sin apenas saludar, ve un poco la tele y se va al ordenador, a «trabajar un rato»; y así un jueves, y un viernes, incluso el fin de semana; luego se acuesta tarde y le cuesta levantarse, y su mujer tiene que tirarle de las sábanas; y él se levanta enfadado. Y así un día tras otro… hasta que la mujer se harta.

Criterio para elegir

“El gran problema –dice Polaino– es que apenas existe «conciencia crítica». El «voy a ver lo que hay» no tiene ningún sentido, porque lo que hay en la Red es inconmensurable. Hay que tener criterio para elegir; y no es sólo un problema de adolescentes, es un reto para los adultos”.

Los adictos adultos son muchas veces sujetos obsesivos, y muy difícilmente admiten tener un problema. Además, si lo admiten, no lo reconocen ante las personas que podrían ayudarles, porque lo consideran humillante. La familia juega un papel fundamental, porque es la que puede aportar, tanto al afectado como al especialista, la información necesaria para comenzar a reconocer el problema y, por tanto, empezar a resolverlo.

Lo que pasa es que “manejamos a manos llenas una tecnología para la que no hemos sido educados: las cosas van tan deprisa que hemos pasado del taparrabos al ordenador”. No hay profesores que enseñen a los jóvenes o adultos a manejar la era del chip, y la persona funciona por el sistema del ensayo-error que tantas víctimas causa y ha causado a lo largo de la historia. “No hay ética del aprendizaje en este mundo, es un campo virgen”.

Medidas preventivas

Polaino, que es también experto asesor familiar, enumera algunos principios básicos para afrontar el peligro que Internet puede suponer en un padre de familia: “no usar, salvo caso de necesidad; no estar «enganchado» más de una hora seguida; no dedicar más de una hora al día y buscar alternativas de ocio; colocar el ordenador en lugar de paso; procurar cambiar tiempo de conexión por conversaciones con el resto de miembros de la familia; y, si se intuye que Internet es un problema, desinstalarlo durante un mes”. “La adicción –continúa–, es un problema de libertad perdida y, sin libertad, es imposible dirigir tu vida. Si se admite este punto, se puede empezar una terapia para superarla”. Después, evidentemente, hay que poner los primeros auxilios: cortar radicalmente con el foco de adicción y dejarse controlar por los que pueden ayudar.