«Una novela de fuerte graduación que se bebe de un tirón y un libro que embriaga, aunque no produce resaca». Son palabras de Fernando Iwasaki, escritor y colaborador de ABC de Sevilla para presentar el libro «Vino torcido», con el que Joaquín Santaella introduce al lector en un centro de rehabilitación de alcohólicos, con el aval de su propias vivencias en una institución de estas características.

El autor, escritor y periodista madrileño, plantea en formato de un diario el particular descenso a los infiernos de cada personaje. Tiene la obra un valor testimonial, no documental y no pretende dar ni recetas ni fórmulas mágicas para superar la enfermedad sino narrar con verosimilitud, aun jugando a la ambigüedad, el problema del alcoholismo.

En la presentación del libro, que tuvo lugar anoche en el Real Círculo de Labradores, Fernando Iwasaki resaltó el carácter de novela de la obra de Santaella y su alejamiento del clásico libro de autoayuda e incluso de su adscripción a las memorias.

El mundo, en esta obra, queda reducido al microcosmos del centro de rehabilitación, tal y como detallo Iwasaki, y «cada una de las criaturas que desfilan» por la novela, «encarnan una parte de la sociedad.

A pesar del cierto pesimismo que intrísecamente conlleva el tema, Santallea «deja abierta una rendija que permite a sus personajes lucar por salir de aquel infierno». Así, Iwasaki tilda cada uno de los infiernos de los personajes que desfilan por el libro de «interiro, personal e intransferible» en medio de esa «elección consciente y deliberada por el abismo del alcohol».

Santaella, tal y como lo describió Fernando Iwasaki, es un «melancólico. Medio filósifo, medio marqués, medio psicólogo y hasta medio andaluz», y deja en «Vino torcido», a parte de la «certeza de no estar ofreciendo ninguna fórmula magistral que le pueda servir a otra persona», las «pequeñas victorias de su épica íntima» y el testimonio verdadero trasmutado en novela.