«Métete una raya, que así aguantas más». «Toma una copa para estar más relajado». «Vaya subidón, no sabes lo bien que lo pasas con esto». Haciendo caso a frases de este tipo se entra en el infierno de la adicción a la droga. Los cuentan tres usuarios del Centro de Rehabilitación de Drogodependencias (RED) de Mieres que han querido contar su historia para que sirva de ejemplo y de impulso a los que quieren salir de una vez por todas de ese mundo. Aseguran que hace falta mucha fuerza de voluntad y ayuda, «porque siempre vives con el miedo de volver a caer», pero están convencidos de que es posible. Son tres narraciones distintas, pero que en los tres casos arrancan igual: «Yo empecé por no ser menos que nadie, para probarlo y ver qué se sentía».

Por probar y por desinhibirse. Orlando Fernández era un joven de 24 años cuando probó por primera vez la heroína. Tenía ya una adicción al alcohol y era consumidor esporádico de otras sustancias. «Caí en la red pronto, cuando estás dentro piensas que lo puedes dejar cuando quieras. Que no estás enganchado», cuenta este hombre de 37 años. Pero no fue así. Cuando quiso salir tuvo que pedir ayuda. Acudió a una conocida entidad dedicada a la cura de adicciones, donde hizo una terapia y recibió el alta. Pero volvió a caer en la droga, y así hasta en tres ocasiones. «Hice tres terapias distintas y terminé enganchado a la metadona», relata.

Hace un mes, decidió que quería volver a empezar y acudió a «Buenos Amigos». Le queda mucho camino por recorrer, pero ya está viendo los primeros resultados y asegura que se encuentra mejor porque la forma de trabajar en el RED de Mieres «es más personalizada, puedo hablar con mis terapeutas siempre que quiero». Sus familiares, «mi madre y mi hermana sobre todo», también le apoyan y está convencido de que tiene por delante un nuevo comienzo.

La familia también es muy importante para la joven N. H., de 33 años. Tiene dos hijos a los que casi pierde por su adicción a la cocaína y al alcohol. Un «enganche» a las drogas que comenzó cuando tenía 16 años: «Por la tontería de probar, de ver qué se sentía». A los 24 años hizo su primera terapia. Cuando estaba recuperada consiguió la custodia de los niños, pero volvió a caer.

«Era una niña, ahora me veo más segura y sé lo que quiero», explica. Su principal objetivo es estar bien para los pequeños y tenerlos siempre a su lado. De momento, ante sus avances, ya tiene la custodia compartida con el padre y espera seguir dando pasos: «Sé que tiene que ser la última vez que hago una terapia, no puedo caer más». Desde su nuevo punto de vista, la droga «no trae nada bueno, solo te lleva a robar, a empeñar, a pensar en ti y en nadie más. La cocaína y el alcohol solo me han traído problemas y un malestar constante».

E. S. se ha dado cuenta de su error muy pronto. Con solo 26 años, es uno de los usuarios más jóvenes del RED de «Buenos amigos». Inició la terapia hace unos meses. «Tuve un problema laboral y con unos compañeros de piso. Me quedé en la calle, toqué fondo y quise salir», explica. Empezó a beber a los 14 años. El alcohol era «la droga base» de su adicción, aunque también ha tenido problemas con la cocaína.

A los 16 años, cuando trabajaba de camarero, un compañero le invitó a «meterse una raya». El primer contacto con esta droga le hizo sentirse «bien, sin taquicardias ni nada» y así empezó todo. Con el paso del tiempo, siguió consumiendo de forma esporádica, pero llegó a «descontrolarse». El año pasado se dio cuenta de que no podía dejarlo: «Lo dejaba un par de meses, hasta que me confiaba, y volvía a lo mismo». Decidió acudir a «Buenos Amigos» y la experiencia está siendo gratificante. «Cuando llegué aquí estaba triste, con ansiedad, no sabía disfrutar de nada». Ahora, tras meses de trabajo, se siente un hombre nuevo: «Me gusta estar en familia, quiero a mi novia y me encanta el deporte. Afortunadamente, estoy a tiempo de no perder nada».

Pero el camino es largo y está lleno de obstáculos. Lo que más les preocupa a los tres usuarios del RED es el «fácil acceso» a drogas que no se consideran peligrosas: «El alcohol no te parece dañino, porque mucha gente lo consume en alguna ocasión. Pero mata igual que las otras drogas», explica N. F. En este punto coincide con sus compañeros, que también apuntan a la necesidad de impulsar programas de prevención «serios» para los jóvenes: «Ir de «botellón», fumar un porro o meterse la primera raya es empezar a jugar a la ruleta rusa».