Paul Simons llegó a la Secretaría de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD ) luego de ser embajador de Estados Unidos en Chile. Este diplomático de carrera estuvo destacado en Colombia, en 2002, justo cuando empezaba a implementarse la etapa más agresiva del Plan Colombia.
Desde la CICAD, el foro de la OEA para discutir la política de drogas, Simons ha tenido que balancear las demandas cada vez más vehementes de cambio en países de América Latina como Colombia, México y Guatemala, con los intereses de Estados Unidos, que tradicionalmente ha ocupado la Secretaría de esta comisión. Bajo su dirección, ha coordinado la elaboración de varios reportes sobre políticas de drogas de la OEA, en el que se exploran, por primera vez en décadas, nuevas aproximaciones a la lucha contra el narcotráfico.
Antes de dejar su cargo en unos días, Simons habló con El Espectador, en una entrevista en la que cautelosamente deja ver los profundos cambios de enfoque de la CICAD, ahora más interesada en problemas de consumo y encarcelamiento que en temas de producción de drogas en América Latina. Con una dosis de realismo en la retórica antidrogas, abre campo para el debate de temas que antes eran tabú, como la legalización de la marihuana y la eliminación de cárcel para pequeños traficantes y cultivadores de coca y marihuana.
Hace unos años se hablaba de unas Américas libres de drogas, ¿eso es realista hoy en día?
Siempre va a haber consumo de alcohol y consumo de drogas ilícitas, y de otras drogas que son nuevas. El deseo es de minimizar el impacto.
¿Cómo ha cambiado la política de drogas durante su gestión?
La preocupación más grande es el consumo entre jóvenes. En muchos países hay tasas de consumo de alcohol y marihuana entre jóvenes de apenas 13 años. En casi todo el hemisferio, la percepción de que la marihuana y el alcohol son sustancias peligrosas ha ido bajando. Entonces, uno de los hechos más importantes es que el consumo de drogas y de alcohol entre jóvenes ya es un fenómeno que afecta a todos los países. Ese es el cambio más grande.
¿Cuál es la posición de la CICAD con respecto a la legalización de la marihuana?
Nosotros funcionamos como un foro de debate. No hay una posición ni pro ni contra. Todos los países están muy interesados en el tema, están estudiando lo que pasa en Uruguay y en estados de EE.UU. Muchos países no quieren adoptar ese modelo, pero están muy interesados en lo que está pasando.
Pero el hecho de que haya un debate indicaba un cambio impensable hace algunos años…
Es interesante el debate, pero no está sólo limitado al tema de la legalización. Hay un debate importante sobre otros temas. Por ejemplo, la cuestión del encarcelamiento y la proporcionalidad de penas. Colombia ha sido muy activo, especialmente el ministro de Justicia Yesid Reyes, y esta liderando el esfuerzo del hemisferio para determinar cuáles son las penas apropiadas para los microtraficantes y productores, las personas en los eslabones más bajos de la cadena. Ese debate es más preocupante para muchos países que el debate sobre mercados regulados.
Claro que el debate surge por la frustración de varios países ante lo que ven como un fracaso de la política de drogas…
Sobre la cuestión del fracaso, nosotros preferimos hablar de un cambio de enfoque. Antes no había una política única, había varias políticas diferenciadas. No había un solo modelo que fracasó. Lo que hay ahora es una tendencia a enfocarse más en derechos humanos, minimizar consumo, mirar y proveer otras oportunidades para desviar a las personas de un mundo de drogas a otras alternativas.
¿Es más grave el consumo de alcohol que el de drogas?
Es muy grave ahora. Hay países donde hay porcentajes de consumo de más de 25 hasta 40%. Las tasas son altas y más de la mitad de los que consumen de una forma problemática, es decir más de cinco tragos en un evento. Y entre más consumo problemático hay, más probabilidades de desarrollar problemas de dependencia. Además, los costos del alcohol han bajado con relación a los ingresos, la disponibilidad es muy alta y hay mucha comercialización, asociación con el fútbol, y cosas así. Es muy difícil tratar de minimizar ese consumo.
¿Cuál es su posición acerca del debate sobre fumigación con glifosato en Colombia?
Ese es un tema que no hemos tratado en la CICAD, no se ha llevado a nuestra comisión. El debate está en Naciones Unidas.
Pero la CIAD ha producido un informe y propiciado varios estudios que concluyen que el glifosato es seguro…
Desde que yo llegué hemos estado enfocados en otras áreas, como el tratamiento y alternativas al encarcelamiento.
¿Cómo se imagina el futuro de la política de drogas?
El tema va a seguir siendo muy activo porque para muchos países es una preocupación y los impacta de forma muy diferente. Hay países del cono sur que tiene tasas de consumo de cocaína más altas que Estados Unidos, esa es una preocupación, especialmente la forma de cocaína fumable. Es un problema bastante grave. Otros países en Centroamérica están afectados por la violencia del tránsito. En Norteamérica hay mucho problemas de drogas farmacéuticas legales, un abuso brutal que tiene un impacto más terrible que la cocaína o la heroína. Colombia padece de muchos de los problemas, un problema de consumo, pero también los desafíos de ser un país productor. El tema va a seguir muy caliente, pero desde perspectivas muy diferentes.