Insomnio, bajo estado de ánimo, ansiedad, exageradas ganas de comer, irritabilidad, sintomatología depresiva… Este es el particular via crucis que atraviesan las personas que empiezan a dejar de fumar, una fase crítica que no todos superan. Y no lo hacen porque, además de la dependencia fisiológica, psicológica y social que genera el tabaco, la nicotina actúa como un potente antidepresivo. Pero controlar estos síntomas es algo que puede hacerse, en especial para aquellos a los que les cuesta más, mediante una terapia psicológica que ayuda al paciente a hacerles frente.

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