Cuando se empieza a fumar, casi desde el minuto uno, el tabaco tiene claro su primer objetivo: el pulmón. Los más de 4.000 productos químicos que ingresan en las vías aéreas a través del humo atacan directamente la función pulmonar y, progresivamente, la van debilitando. Ahora, investigadores europeos liderados por un grupo español comprueban que el ejercicio físico puede actuar como aliado y atenuar los daños que produce el consumo de cigarrillos en la salud respiratoria.

Por ejemplo, en capacidad vital forzada, que es la medida correspondiente al volumen total que expulsa una persona desde la inspiración máxima hasta la espiración máxima, los fumadores que hacen ejercicio tienen unos 50 mililitros más que los consumidores de tabaco inactivos. Si entre ambos grupos se compara el volumen de aire exhalado del pulmón durante un segundo después de haber tomado aire al límite, también se encuentra una diferencia a favor de los deportistas de casi 40 mililitros.

De alguna manera, el deporte amortigua los ‘golpes’ del tabaco en la función pulmonar del fumador, según revelan los datos de un estudio publicado en la revista ‘Thorax’ y que lidera un equipo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Esto «no significa que contrarreste los daños totalmente», aclara Judith García-Aymerich, coordinadora del trabajo y jefa del programa de Enfermedades No Transmisibles y Medio Ambiente de ISGlobal, pero sí los aminora. Tal y como argumenta la experta, «el deporte produce un efecto antiinflamatorio, al contrario que el tabaco, que causa precisamente inflamación en el pulmón».

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