Nota: artículo original publicado en www.social.cat

Cualquier generalización conlleva riesgos. Así que teniendo en cuenta que hay muchos tipos de drogas, maneras de relacionarse con ellas y modelos de prevención sobre los problemas asociados a su consumo, cualquier afirmación se tiene que coger con pinzas. Con este artículo sólo buscamos generar reflexiones.

Para hacer prevención sobre drogas a menudo nos basamos en algunos presupuestos más que cuestionables. Como por ejemplo que el balance del consumo siempre es negativo y que cuando no lo es, lo acabará siendo en el futuro. Como por ejemplo que los efectos indeseables que provocan son objetivos mientras que los deseables y placenteros son relativos y cuestionables. Como por ejemplo que a nosotros – los que hacemos prevención – nos interesa la salud de todos mientras que quien consume drogas la salud no le interesa nada, ni tan siquiera la suya. Este usuario tampoco se preocupa de la calidad de las drogas que usa, está dispuesto o dispuesta a cualquier cosa con tal de tomarlas y no parará hasta que toda persona a su alrededor termine consumiendo.

Fieles discípulos de Maquiavelo, cualquier cosa parece válida para conseguir que, especialmente adolescentes y jóvenes, no las consuman. Está permitido distorsionar la realidad, vestir de ciencia lo que en realidad es ideología, o maximizar sus efectos negativos. Podemos presentar aquello que puede pasar (la posibilidad de un problema) como lo que pasa (el problema es una realidad). Tenemos la autorización de estigmatizar quien las toma y dividir las personas en dos grupos: quien hace las cosas bien (no se drogan) y quienes actúan mal (las toman). El primer grupo se preocupa por la salud, tiene personalidad, sabe actuar, toma decisiones y sabe lo que quiere. Y el segundo tiene ansia por encontrarse fatal, no piensa, ni decide, se deja llevar y nunca las ha consumido por su propia voluntad sino porque ha sido víctima de la maldad de las personas consumidoras que la han presionada.

Y por lo que respecta a las metodologías que aplicamos no tenemos ningún problema en que nuestra práctica contradiga aquello que defensa nuestro discurso. Expresamos que tienen que ser ellas y ellos los que decidan qué quieren hacer con las drogas, dejando claro que tienen que decidir no usarlas. Recordemos que no hay que creer afirmaciones simplistas y categóricas (de colegas que toman drogas) con afirmaciones y tópicos que se sitúan en el otro lado del péndulo. Criticamos que las personas que las usan sólo hablen de sus virtudes y bondades mientras nosotros hacemos lo mismo y sólo damos a conocer sus riesgos e impactos indeseados.

Todo ello no ayuda a adolescentes y jóvenes a tomar sus propias decisiones, es decir qué riesgos quieren correr y las consecuencias que se pueden derivar, a gestionar sus usos de drogas aprendiendo de sus experiencias, a tener permanentemente una actitud crítica (con las farmacéuticas, con la sociedad de consumo, con el tráfico de drogas y sus impactos Norte-Sur…), o a controlar con prudencia el placer y el dolor.

El concepto de soberanía incomoda a quien ostenta el poder. El oligopolio eléctrico persigue la autoproducción energética, el político la autoorganización, y a quienes trabajamos en temas de salud nos incomoda que las personas decidan qué hacer con su cuerpo y con su mente.

Cuando una droga la prescribimos nosotros es un medicamento y cuando las personas se la autorregulan es un tóxico.

La preventología mayoritaria –que no deja de ser otro abuso de poder– favorece la desinformación, el miedo a las drogas, el estigma a quien las toma, la negación de una parte de la realidad, la doble moral y poca cosa más. Mientras tanto las personas consumidoras de algunas drogas –que no son realidad sino desviación– tendrán que andar solas en un mundo de placeres y riesgos.

Y, ya se sabe, consumir sin una educación crítica en el consumo y en el consumismo nos empuja de manera irrefutable hacia un uso compulsivo (de móviles, coches, futbol, inconciencia, televisión, religiones o drogas).

Qué crea más problemas, las drogas o la prevención sobre drogas? No lo sabemos.

Lo que sí tenemos claro es que muchas personas terminaran con problemas asociados a su uso, tenencia o venta, porque el modelo de preventología dominante sólo ha dado y contemplado una opción: no. Ya hace años que soplan nuevos vientos, sólo falta que alguna gente abra las ventanas.