El pasado 23 de enero la Delegación del Plan Nacional sobre Drogas presentaba los resultados del último informe EDADES(1). Diversos medios publicaban en portada titulares alertando de los consumos abusivos de alcohol que se están dando durante el período de crisis y el consecuente aumento de las demandas de tratamiento(2). Paralelamente, se aprovechaba para destacar el aumento del consumo entre jóvenes y adolescentes, definiéndolos, en esencia, como consumidores de riesgo.

Es evidente que, en la cuestión de las drogas, funcionamos a partir de ciclos de preocupación social, que a la vez generan estereotipos institucionales(3): si durante épocas pasadas, secuencialmente, nos centramos en el consumo de heroína, cocaína y drogas de síntesis (tipo MDMA y derivados), lo que ocupa buena parte de nuestras cavilaciones y ocupaciones profesionales actuales es la cuestión del consumo de cannabis y alcohol por parte de jóvenes y adolescentes(4). Caso aparte, queda para otro escrito, todo lo que concierne a consumo de medicación psiquiátrica.

Haciendo una lectura de los datos sobre consumo de alcohol y demandas de tratamiento veremos como la tendencia y las estadísticas presentan datos, aunque probablemente preocupantes, ciertamente estables en los últimos años(5). En población adulta existe un ligero incremento. Pero en población adolescente y joven, éste incluso se reduce, siendo el número de borracheras el único patrón de conducta que aumenta significativamente(6).

Por todo: ¿dónde debemos centrar nuestras preocupaciones? Si bien es probable que la coyuntura actual de crisis genera más problemas, el desempleo y la dificultad para acceder a tratamientos privados pueden haber favorecido el aumento de demandas hacia el sistema público de salud, evidenciando una mayor visualización del problema. Que ya tocaba. Tampoco olvidemos que, en épocas de depresión social (privación económica, altas tasas de desempleo, etc.), el alcohol llega a ser también un buen depresor. En cambio, en épocas de bonanza se relativizan los problemas, y nuestro umbral de alarma hacia lo que acontece o no problemático. De hecho, a menudo nos toca atender demandas tipo «ahora que no estoy haciendo nada me dan por sí bebo demasiado» . Cuestión que podíamos traducir a «cuando estaba ocupado era un tema que no se tocaba» . Todo ello acabo por somplificar realidades complejas.

En cuanto a jóvenes y adolescentes, y dejando de lado nuestra patológica hiperprotección hacia todas sus conductas, vemos como las borracheras son una práctica de riesgo que generan cierta preocupación. En los últimos 20 años se ha doblado el número de adolescentes y jóvenes (14-18 años) que se han emborrachado en el último mes. Se señala que es importante el patrón nórdico, que implica consumir mucha cantidad de alcohol en poco tiempo. El fenómeno del «botellón» probablemente tenga que ver. Aunque donde nosotros a menudo vemos motivos para la desolación profesional (jóvenes desmotivados, que priorizan el placer al esfuerzo, etc.), contrapone con los motivos de los propios jóvenes, que valoran su vertiente relacional, y hace más barato el consumo.

Ya que es un tema que genera tanta preocupación y se dirigen parte del dinero destinado a campañas de prevención y sensibilización, podríamos apuntar algunas ideas:

En primer lugar, debe imperar la sensatez y la ética por encima la excesiva moralidad adulta. Y revisar si la normativa actual es coherente. Es impensable pensar que hay que funcionar a partir de un planteamiento que tenga como punto de partida el no-es-normal-beber-alcohol-siendo-menor-de-edad(7). No hay que olvidar que realidad-social y normativa-impuesta son dos conceptos que a menudo no participan del mismo concordato. Ni tampoco que la mayoría de los que ahora promueven este mensaje vienen de una época en la que de adolescentes podían consumir importantes cantidades de alcohol sin control adulto y con una normativa muy permisiva.

En segundo lugar, apelamos a una prevención que tenga en cuenta cuáles son las necesidades reales de jóvenes y adolescentes. Que entienda que no todo pasa por abstenerse o bien emborracharse (y «liarla»). Frente a esta doble lectura, sobre la que pivotan las interpretaciones principales, propongamos un discurso que potencie el consumo responsable y el disfrute de la moderación. Contemplando la abstinencia como «la manera más segura de evitarse problemas». Pero no la única. Huyendo de grandes mensajes que sólo sirven para limpiar las conciencias de quienes los pregonan. Ante la última oleada de política conservadora que nos está llegando, habrá que detectar aquellas situaciones problemáticas a priorizar. Y trabajarlas. Para prevenir los riesgos asociados al consumo de alcohol -y no el consumo en sí- propongo tres: todo lo que tiene que ver con las peleas y violencia, la sexualidad y afectividad, y la conducción de vehículos y su gestión.

Por último: a nadie se le escapa una realidad evidente: vivimos en una sociedad culturalmente muy arraigada al consumo de alcohol que todavía no tiene claro qué mensaje transmitir para un consumo responsable. Y que esta cuestión es un asunto de interés económico. Business puro y duro. No utilizamos la excusa de la crisis para que empresas e industria -mercado en general- recuperen ciertos privilegios que disponían tiempo atrás y que perdieron gracias a la lucha de los sectores sociales y de salud. No es necesario estimular comportamientos que puedan comportar problemas. El sentido común -control, prudencia y moderación- es incompatible con ciertas promociones de ética dudosa y cargada de contradicciones. Claro que no todo es una cuestión de prevención y formación(8).

Por último, no estaría de más revisar nuestros comportamientos adultos. Y ponerlos sobre la mesa. Si analizáramos en profundidad los datos reales de accidentes de tráfico, demandas de tratamiento, urgencias toxicológicas, etc. tal vez destaparíem nuestras incoherencias. Y probablemente nos plantearíamos que tendría sentido dirigir las campañas hacia un público de más avanzada edad. Aunque aquí sí que encontraríamos algunas resistencias. Pero así como vamos, si esto ocurre, probablemente ya no dispondremos ni de recursos para abordarlas.

Firmado: Jordi Bernabeu Farrús (psicólogo) @jordibernabeu@sobredrogues
Servicio de Salud Pública (Ajuntament de Granollers)

(1) El resumen presentado por el PNSD: http://www.msssi.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?metodo=detalle&id=2711
(2) Un ejemplo: El consumo de tabaco y alcohol sigue disparado en España elmundo.es/elmundosalud 23/01/2013 http://ht.ly/h43da
(3) Recomiendo el artículo de Oriol Romaní que hizo por el Congreso «Hablemos de drogas» en Barcelona el pasado 2009 (FAD y Obra Social de La Caixa): http://www.fad.es/sala_lectura/C2009_MR6_Oriol_Romani.pdf
(4) EDADES 11/12: «El Ministerio subraya su compromiso de redactar una nueva normativa para prevenir el consumo de alcohol en menores» http://www.msssi.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?metodo=detalle&id=2711
(5) EDADES 11/12: «El 76,6% ha consumido alcohol en los últimos doce meses (78,7% en la encuesta anterior y el 62,3% lo ha hecho alguna vez en los últimos 30 días (frente al 63,3% de 2009/10)» http://www.msssi.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?metodo=detalle&id=2711
(6) EDADES 11/12: «En cambio, asciende ligeramente el consumo de alcohol en forma de atracón (‘binge drinking’). El 15,2% de los encuestados ha consumido alcohol en forma de atracón en los últimos 30 días (14,9% en 2009). Esta forma de cosnumo de ‘riesgo’ se concentra en el grupo de adultos jóvenes de 20 a 29 años, de ambos sexos. Los datos también revelan que el 21,8% de los hombres de entre 15 y 19 años y el 17,2%  de las mujeres se han atracado alguna vez de alcohol en los últimos 30 días» http://www.msssi.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?metodo=detalle&id=2711
(7) Lo comento a partir de la última campaña realizada por el Ministerio de Salud: http://www.alcoholenmenoresnoesnormal.es/
(8) Es sorprendente que el Gobierno, en su pack Ómnibus, plantee modificaciones que afectan directamente a las restricciones aplicadas en 2009 al sector privado de la industria del alcohol. Se permitirá otra vez la realización intensiva de acciones de promoción del consumo de alcohol, y en paralelo su publicidad.