Durante los últimos años, el interés por el potencial terapéutico de sustancias psicodélicas como el LSD o la psilocibina se ha incrementado. Además, hay indicios de que las reticencias por su historia asociada a un consumo recreativo se están diluyendo. Este mismo año, Canadá autorizó el uso de drogas psicodélicas para tratar ciertas enfermedades mentales más allá de los ensayos clínicos o el uso compasivo, y uno de los últimos fármacos aprobados contra la depresión, la esketamina, es un gemelo de la ketamina, que también se emplea con fines hedonistas.
Una de las limitaciones de algunas de estas sustancias es su efecto alucinógeno, pero tal y como ha demostrado un equipo de científicos liderado por Brian Shoichet, Jon Ellman y Bryan Roth, el efecto antidepresivo se puede separar de visiones indeseadas en un ámbito médico. El equipo de científicos ya lleva tiempo explorando cómo se unen moléculas similares al LSD con el receptor de la serotonina HTR2A en la superficie de las células del cerebro. Así, querían aislar su poder terapéutico para buscar fármacos que se acoplen de tal forma que solo produzcan los efectos deseados.
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