Nadie imaginó que una encuesta en escolares, «población protegida» según expertos y funcionarios, arrojaría algo así. La cantidad de estudiantes que consumen inhalantes, drogas asociadas a los sectores más vulnerables, aumentó más de seis veces desde 2001.
El alarmante incremento salió a la luz en la Segunda Encuesta Nacional a Estudiantes de Enseñanza Media, difundida recientemente. Realizada en 2005 por el Observatorio Argentino de Drogas de la Secretaría de Prevención de las Adicciones (SEDRONAR), se sumó a un primer relevamiento de 2001. La comparación revela que el consumo crece y abandona su condición casi exclusiva de «droga de los pobres y los niños en situación de calle» y empieza a hincar el diente entre adolescentes escolarizados.
Diego Alvarez, al frente del Observatorio, señaló como una variable del aumento el mayor consumo de inhalantes sofisticados como el popper, propio de sectores medios y altos. «Si bien la encuesta no distinguió entre distintos tipos de inhalantes, es probable que esa sustancia esté arrastrando el índice general», explicó.
En 2001, apenas el 0,9% de los alumnos secundarios había consumido inhalantes alguna vez, cifra que, en 2005, trepó al 4,3%. Más alto aún fue el salto del consumo: hace seis años sólo el 0,2% usaba esas sustancias y, en 2005, era el 1,3%. «La tasa de incidencia sigue siendo baja en cuanto al número de usuarios, pero preocupa la tendencia», aclaró Alvarez. En la SEDRONAR confían en que ese ritmo de crecimiento, disparado tras la crisis de 2001, se haya estabilizado en los últimos dos años.
No es el único organismo que registró el problema. Igual tendencia arroja un reciente sondeo de la Subsecretaría de Atención a las Adicciones (SADA) bonaerense. Según sus datos, hay un fuerte incremento en el consumo de inhalantes entre chicos escolarizados de 14 a 17 años. Entrevistaron a 1.429 alumnos y encontraron que el uso de pegamento se duplicó en el último año y que más del 25% de los chicos considera fácil o muy fácil acceder a él.
Los inhalantes son químicos que desprenden vapores y gases que generan reacciones psicoactivas al ser inhalados o aspirados. Según el neurólogo Marcelo Merello, del Instituto Fleni, sus consecuencias son devastadoras: «Se deben a los efectos del tolueno y los hexanos, tóxicos neuronales que producen lesiones irreversibles por el uso crónico. Afectan las áreas de atención, la memoria, las habilidades visuespaciales, la fluencia verbal y producen alteraciones motrices».
«El precio y la accesibilidad potencian el problema. Entre los alumnos encontramos diferentes tipos de inhalantes: hay mucho pegamento pero también naftas, solventes y Algispray. Bajó la edad de inicio en menores de 10 años y, entre los que tienen menos de 14, el 100% de los que consumen sustancias adictivas usan pegamento», dice Patricia Segovia, titular de la SADA.
En la Fundación Manantiales coinciden en que el consumo en sectores medios está vinculado al popper. «No observamos un aumento de inhalantes como nafta, tolueno (Poxirán), gas butano (encendedores) o sprays analgésicos (Algispray), pero sí un incremento del 12% en el consumo de popper. Hay una correlación entre los usuarios de popper y los de éxtasis, ya que el 73% que afirma haber consumido éxtasis, también uso popper», dice su director, Pablo Rossi.
El popper es un inhalante a base de nitritos. Como dilata los vasos sanguíneos y relaja los músculos, se usa para intensificar el placer sexual. Puede generar infartos y hemorragias, entre otras cosas. En el Hospital Fernández, quienes llegan por problemas vinculados al consumo de popper son adolescentes mayores, de buen nivel socioeconómico.