Comparación de los efectos del suministro seguro prescrito de opioides y la metadona en Ontario, Canadá

La toxicidad de los opioides es una crisis de salud pública en América del Norte cuya gravedad se ha intensificado con la pandemia de COVID-19. En Canadá, las muertes anuales relacionadas con los opioides pasaron de 3.007 en 2019 a 6.222 en 2021, con más de 250.000 años de vida perdidos tan solo en 2021. Se han observado tendencias similares en Estados Unidos. Ante esta emergencia, se han implementado diversas medidas como la expansión del acceso al tratamiento con agonistas opioides y servicios de reducción de daños, incluidos la distribución de naloxona y los sitios de consumo supervisado.

El estudio “Comparing the effects of prescribed safer opioid supply and methadone in Ontario, Canada” publicado en The Lancet Public Health en mayo de 2025 analiza la efectividad clínica de los programas de suministro seguro de opioides (Safer Opioid Supply, SOS) en comparación con el tratamiento con metadona, dentro del contexto de la creciente crisis de toxicidad por opioides en Canadá. Esta crisis se ha visto intensificada por la pandemia de COVID-19 y ha motivado la implementación de estrategias de reducción de daños dirigidas a personas que no pueden o no desean participar en terapias tradicionales como la agonista con opioides.

El estudio se llevó a cabo en Ontario, Canadá, entre 2016 y 2021, utilizando datos poblacionales obtenidos de bases administrativas de salud. Se identificaron 991 personas que iniciaron tratamiento con SOS y 25.116 que comenzaron metadona. Mediante emparejamiento por edad, sexo, zona geográfica y puntuación de propensión, se compararon 856 personas de cada grupo. Se evaluaron diversos resultados en salud durante un año de seguimiento, tales como toxicidades por opioides tratadas en hospitales, visitas a servicios de urgencias, hospitalizaciones, infecciones, y costos del sistema de salud (excluyendo atención primaria y medicamentos). También se examinaron resultados relacionados con salud mental, trastornos por uso de sustancias y mortalidad.

Los análisis dentro de cada grupo mostraron que tanto quienes iniciaron SOS como quienes recibieron metadona experimentaron mejoras significativas. En el grupo SOS se observaron reducciones en la frecuencia mensual de toxicidades por opioides, visitas a urgencias, hospitalizaciones, infecciones y costos de atención no primaria. Los efectos fueron aún más marcados entre quienes comenzaron tratamiento con metadona, particularmente en la reducción de toxicidades por opioides y visitas al hospital. Sin embargo, al comparar directamente ambos grupos, las personas en el programa SOS presentaron tasas más altas de eventos adversos, como mayor riesgo de toxicidad por opioides, visitas a urgencias y hospitalizaciones, aunque sin diferencias significativas en infecciones o muertes. A pesar de esto, las personas que iniciaron SOS fueron menos propensas a abandonar el tratamiento en comparación con quienes comenzaron metadona.

Cuando se eliminó el abandono como criterio para interrumpir el seguimiento, muchas de las diferencias entre ambos grupos desaparecieron, lo que sugiere que los beneficios de la metadona podrían estar condicionados por una menor adherencia a largo plazo. En efecto, los tiempos medianos hasta el abandono del tratamiento fueron de aproximadamente 3.5 meses para la metadona y 9 meses para el SOS. Esto es relevante dado que la continuidad en el tratamiento es clave para obtener beneficios clínicos sostenidos.

En el estudio también se destaca que quienes inician SOS tienden a tener una mayor carga de enfermedad y uso previo de servicios de salud. Estas personas presentan tasas más altas de trastornos por consumo de alcohol, VIH, hepatitis C, toxicidades por opioides y hospitalizaciones por infecciones. Esta mayor complejidad clínica sugiere que el programa SOS ha logrado alcanzar a una población particularmente vulnerabilizada, que probablemente no haya sido bien atendida por las intervenciones tradicionales. Además, una alta proporción de las personas que iniciaron SOS también recibieron tratamientos agonistas como metadona o morfina oral de liberación lenta, lo que sugiere que el SOS puede actuar como complemento o extensión de la OAT.

El estudio reconoce limitaciones importantes. La identificación de pacientes SOS se basó en registros de prescripción, que podrían no reflejar con precisión todas las formas de suministro seguro disponibles. De la misma manera, faltaron datos sobre factores potencialmente relevantes como el patrón exacto de consumo, género, vivienda o acceso a servicios comunitarios. A pesar del emparejamiento, algunas diferencias entre los grupos persistieron, lo cual podría influir en los resultados comparativos. Asimismo, el análisis se centró únicamente en toxicidades tratadas en servicios hospitalarios y no incluyó información sobre la posible desviación de medicamentos, aunque la autoría reconoce que esta es una preocupación común y en parte mitigada por protocolos clínicos de seguimiento.

Los hallazgos indican que tanto los programas de metadona como los de suministro seguro de opioides contribuyen a mejorar los resultados clínicos, aunque su impacto puede variar según el perfil del paciente y su grado de adherencia. Los programas SOS parecen desempeñar un papel valioso al llegar a personas con necesidades más complejas y antecedentes de mala retención en tratamientos tradicionales. Si bien la metadona continúa siendo una herramienta terapéutica de referencia, los resultados respaldan la expansión de alternativas complementarias como SOS, especialmente en el contexto de una crisis de salud pública en la que una respuesta única no es suficiente.

Comparing the effects of prescribed safer opioid supply and methadone in Ontario, Canada: a population-based matched cohort study. Gomes, Tara et al. The Lancet Public Health. Published online April 22, 2025 https://doi.org/10.1016/S2468-2667(25)00070-2.