El estudio Evaluación desde la perspectiva de género en adicciones con sustancias y comportamentales, realizado por las investigadoras de la Universidad de Deusto Ana Estévez Gutiérrez, Laura Macía Guerrero, Itziar Gandarias Goikoetxea, Paula Jauregui Bilbao y Janire Momeñe López, se centra en la evaluación de las adicciones comportamentales desde una perspectiva de género. Específicamente, se enfoca en cómo las adicciones que no involucran sustancias, como el trastorno de juego, la adicción a videojuegos, la compra compulsiva y la dependencia emocional, afectan de manera diferente a hombres y mujeres.

Existe un creciente interés científico y social en las adicciones comportamentales; sin embargo, su delimitación, clasificación e inclusión dentro de los manuales de diagnóstico continúan siendo temas de debate. Tradicionalmente, el concepto de adicción estaba asociado principalmente con la dependencia inducida por el consumo de sustancias. Sin embargo, en los últimos años, se ha reconocido que ciertos comportamientos, como la adicción al juego, a los videojuegos, a Internet, a las redes sociales, al móvil, la dependencia emocional, la compra compulsiva y la adicción al sexo, entre otros, también pueden convertirse en adictivos e interferir gravemente en la vida de las personas.

El estudio especifica que las adicciones comportamentales, que incluyen comportamientos como el juego patológico, la adicción a videojuegos, la compra compulsiva y la dependencia emocional, muestran diferencias significativas entre hombres y mujeres en varios aspectos. Estas diferencias abarcan desde las motivaciones y manifestaciones de la adicción hasta los factores de riesgo y la respuesta a los tratamientos.

Se señala que el estigma social negativo, que es más exacerbado en el caso de las mujeres con adicciones, podría contribuir a dificultar el reconocimiento del problema y, consecuentemente, retrasar la búsqueda de ayuda terapéutica. Además, las mujeres tienden a experimentar mayores sentimientos de vergüenza y culpa, lo que agrava la problemática y favorece la aparición de trastornos mentales o psicosomáticos comórbidos.

Por otro lado, las adicciones se han considerado tradicionalmente como prácticas de ocio masculinas. En esta línea, los tratamientos para las adicciones han sido principalmente diseñados para hombres. Debido a ello, la motivación para el cambio y la búsqueda de ayuda terapéutica puede ser menor en el grupo femenino. Relacionado con esto, las tasas de abandono en los centros de rehabilitación parecen ser más altas entre las mujeres, lo que podría afectar directamente su autoestima y dificultar su recuperación.

Las conclusiones del estudio sobre adicciones comportamentales desde una perspectiva de género son fundamentales para entender cómo las diferencias entre hombres y mujeres influyen en la aparición, desarrollo y tratamiento de estas adicciones:

Importancia de la perspectiva de género:

El estudio subraya la importancia de reconocer que las adicciones comportamentales no se manifiestan de la misma manera en hombres y mujeres. Las diferencias en las motivaciones, los factores de riesgo y las manifestaciones de la adicción hacen necesario un enfoque que considere el género en el análisis y tratamiento de estos comportamientos adictivos.

Se concluye que existen desigualdades significativas y estigmas asociados con las adicciones en las mujeres, que pueden llevar a una menor identificación del problema y a retrasos en la búsqueda de ayuda. Esto es especialmente relevante en adicciones como la compra compulsiva y la dependencia emocional, que pueden estar más estigmatizadas en las mujeres.

Necesidad de adaptación de instrumentos de evaluación:

Una de las conclusiones clave es la necesidad de adaptar los instrumentos de evaluación de adicciones comportamentales para que sean sensibles a las diferencias de género. Los instrumentos actuales pueden no captar completamente las experiencias de las mujeres, especialmente en áreas como la dependencia emocional o la compra compulsiva. El estudio enfatiza que un enfoque personalizado en el diagnóstico, que tenga en cuenta las diferencias de género, puede mejorar significativamente la precisión del diagnóstico y la eficacia del tratamiento.

Adaptación de los tratamientos:

Los tratamientos para mujeres deben centrarse en la gestión emocional y en el fortalecimiento de redes de apoyo social. Esto es crucial, dado que muchas mujeres recurren a comportamientos adictivos como una forma de lidiar con el estrés emocional o las experiencias traumáticas.

Por otro lado, para los hombres, los tratamientos pueden necesitar enfocarse más en el control de impulsos y la modificación de comportamientos de riesgo. No obstante, las autoras sugieren que estos tratamientos deben incluir componentes que aborden las motivaciones emocionales para que sean más efectivos.

Importancia del apoyo social e institucional:

El apoyo social se destaca como un factor protector clave, especialmente para las mujeres. Las redes de apoyo pueden desempeñar un papel crucial en la prevención y recuperación de las adicciones comportamentales, facilitando un entorno donde se puede buscar ayuda sin el temor al estigma.

De la misma manera, se resalta la necesidad de que las instituciones, como Emakunde-Instituto Vasco de la Mujer, continúen apoyando investigaciones y programas que promuevan la igualdad de género en el tratamiento de las adicciones comportamentales.

Necesidad de mayor investigación:

Es necesario continuar investigando las adicciones comportamentales desde una perspectiva de género. Aunque se han identificado patrones y diferencias importantes, el campo aún requiere una mayor comprensión de cómo los factores de género interactúan con otros aspectos, como la cultura, la edad y el contexto socioeconómico.

Como conclusión general, el estudio destaca que para abordar las adicciones comportamentales es crucial adoptar una perspectiva de género que permita reconocer y abordar las diferencias entre hombres y mujeres. Este enfoque no solo mejoraría la eficacia de las evaluaciones y tratamientos, sino que también contribuiría a reducir las desigualdades y el estigma asociados con estas adicciones. La integración de estas consideraciones de género en la política pública y en la práctica clínica es esencial para ofrecer un apoyo más equitativo y efectivo a todas las personas afectadas.

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