Material de Construcción
En esta novela hay veranos, cigarrillos, piscinas, hospitales, caballos, azulejos, cemento, arena, cartas, plantas, fuego, vacaciones, amores, mentiras, verdades, vergüenzas… y tambien alcohol, que lo impregna todo, estropeándolo y deformándolo. Porque el padre es alcohólico.
Traductor: Eider Rodríguez
Editorial: Random House
ISBN: 9788439741527
Idioma: Castellano
Número de páginas: 208
Descripción
Descripción
Una joya literaria: las vivencias íntimas de la hija de un alcohólico
Una resenya de Marisa González
Eider Rodríguez, hasta ahora autora de cuentos, escribe su primera novela al morir su padre, alcohólico desde que ella tiene memoria. La titula acertadamente Material de construcción porque la literalidad del título nos lleva al negocio de su familia en la Rentería (Guipúzcoa, España) de los 70, 80, 90 y porque metafóricamente la novela está formada por los “materiales” con los que la hija adulta y ya verdaderamente huérfana, construye definitivamente la figura fragmentaria y confusa que ha sido su padre para ella y, consecuentemente, su propia imagen de hija marcada desde el principio por la vergüenza familiar.
Son esos “materiales”, en su radical mayoría autobiográficos, los que paradójicamente, convierten la narración en una novela. Para ser exactos, en una “novela de no ficción”, como la ha definido en alguna ocasión su autora. Porque no son ficticios, sino muy reales, las páginas de diarios que forman la mayor parte de la obra, ni las reflexiones y recuerdos que aparecen al hilo de ellas; ni lo son las cartas que cierran el texto escritas por su padre a su madre durante su noviazgo. Pero es precisamente la forma de presentar esos materiales, la precisión y la belleza, a veces desgarrada, del lenguaje, así como el deseo de trascender los hechos y las palabras que los describen para iluminar una zona terriblemente oscura de su ser, lo que convierte estas realidades en una creación literaria irrefutable.
La misma Eider Rodríguez explica que, mientras que sus cuentos eran el producto de un esfuerzo de escritura largo, lento y continuado, esta novela se le impuso por sí misma en el momento de la pérdida como una necesidad de completar el duelo por su padre, especialmente intenso y duradero. Por eso la escribió de forma rápida y sin titubeos, había llegado el momento de intentar entender una vida marcada por la ausencia y la vergüenza y con ello, si era posible, recuperar la figura de su padre.
Es interesante el dato de que la novela fue originalmente escrita en euskera y traducida después al castellano por la propia autora con la colaboración de su pareja. El euskera es su lengua y la de su familia, de sus abuelos y presumiblemente de sus antepasados más lejanos, pero no de sus padres, obligados a emplear el castellano en la época de la dictadura y a olvidar pronto, en el caso de su padre, su lengua materna. Afirma Eider Rodríguez que también la traducción al castellano formó parte de ese proceso de consumación del duelo y que era especialmente importante para ella que la novela pudiera ser leída por su madre, con quien ella compartió inquietudes y frustraciones a lo largo de los años.
Ausencia y vergüenza son los dos grandes temas de esta novela. La ausencia, primero, de un padre reservado y avergonzado con el que siempre han sido más significativos los silencios que las palabras. Ausencia después cuando este padre se ha ido para siempre y obliga a interpretar los recuerdos y también esas cartas en las que aparece finalmente su voz para ayudar a entender y, con ello, a aceptar.
Y la vergüenza, que la autora define como “una mancha que no se puede limpiar y que es objeto de todas las miradas”. Vergüenza que traspasa todas las relaciones, especialmente las de la adolescente con amigos y familia, sumamente ásperas e incluso agresivas.
El alcoholismo es la causa y el telón de fondo de todo ello. Dice Eider Rodríguez, seguramente con razón, que en nuestra sociedad se habla poco del alcoholismo en relación con la incidencia social que tiene y en comparación con otras adicciones. Se trata como algo normalizado y podría decirse que “pasado de moda”, cuando la realidad es que, de moda o no, sigue siendo una enfermedad que trastorna por completo la vida de muchas familias. Con una absoluta sinceridad y desnudez comprobamos aquí cómo ese descalabro marca por completo las vidas de todos, aunque no se traduzca en violencia ni abandono.
A pesar de todo ello, Material de construcción no es un relato de desahogo ni de reproche. Cierto que a lo largo de muchas páginas percibimos esencialmente el dolor y el rechazo de una hija hacia la situación en la que le ha tocado crecer. El relato nace, ya se ha dicho, de la necesidad imperiosa de comprender. Si comprender es, o puede ser, aceptar, y aceptar es, o puede ser, amar, esta es una novela de amor. En efecto, descubrimos con la autora, por fin, el amor hacia ese padre silencioso y huidizo, ausente y vergonzante, pero que amaba profundamente a su familia aunque fuese incapaz de preservar su dignidad.