Y hoy, he sido incapaz de mirarme al espejo. Tengo miedo a mi cara de reproche, de culpabilidad, de desilusión. Las ojeras y la palidez son los dominantes en mí, y el cansancio es mi mayor característica. Echo la vista atrás. No era así. Siempre con mis ganas de salir a bailar intactas, mis ilusiones durante toda una semana bien podían ser por un partido de fútbol, por el libro que estaba leyendo, por el plan del fin de semana, o por cualquier otra cosa, no demasiado importante. Y ahora es cuando me pregunto qué fue de todo eso. Me pregunto dónde quedaron las ganas de hablar con mi chica, de estar con mis amigos y de ver los resúmenes de fútbol hasta agotarme. Esa pasión que ponía en todo, reflejada en miradas compulsivas al móvil desembocadas en sonrisas con tan sólo una llamada perdida. La frustración, o el desánimo, mejor dicho, ya son parte de mi, al ver que todo ese cúmulo de sensaciones se resumen en una palabra contundente: pasado.
Me siento cansado, desanimado, sin ganas. Siempre he sido luchador, ambicioso como el que más, sonriente. Siempre he querido darlo todo en todo, ser el mejor en todo, y siempre me he sentido orgulloso de mi insistencia, de mis fuerzas, de mis ganas por vivirlo todo.
Pero el querer vivirlo todo a veces lleva a un error, no sé, ¿en el concepto? Puede ser. ¿Qué es vivirlo todo? Quizás tuve demasiada prisa por probar cosas que solo llevaban al fracaso, el sitio donde nunca quise llegar. Y sin embargo, y a mis 19 añitos, es donde creo que he aparcado. En un sitio oscuro, inerte, gélido, donde sólo se respira resignación. Cambié el ‘quiero’ por el ‘no puedo’. Cambie las ganas de hacer planes por el sofá y la frustración. Y es que vivirlo todo podría haber sido tan genial, si no hubiera topado con la droga.
Una línea ascendente que me llevó de la mediocridad a los éxitos, de las tristezas a las alegrías y al derroche. Y en el derroche comenzó la línea descendente. Creía saberlo todo, creía dominar mi vida, pero la vendí por un gramo. Y ahora el reloj sólo se detiene para evadirme en los tiros y sin pensar que hay más. Mi primer pensamiento al amanecer es la coca, y es lo mismo cuando camino hacia el campus. Qué decir en clase, en las comidas, en los partidos…Ya son más de de 4 los días que lo hago a la semana, y sospecho que es la poca dignidad que me queda la que hace que no sean más.
El Xabi que habitaba en mi no lo habría permitido, pero ese hace ya tiempo que me odia, que está ahí encerrado cansado de repetirme que me he equivocado. Y aunque haya intentado liberarlo y, llegado a este punto, mis pupilas cansadas me miren diciendo que es hora de rectificar, ni siquiera me siento con fuerzas de volverlo a intentar. Nunca tuve vértigo, y ahora es mi mayor miedo. Nunca fui del fracaso escolar, y ahora es como si estuviese destinado a ello. Nunca me gustó el ‘no hacer nada’, y ahora es mi mayor insignia.
Y en el fondo sé que el verdadero Yo no es así. Es cosa del día a día, ganas en cada momento y ambición creciente por momentos. No dejes que lo olvide, si es que no lo he olvidado ya.
Perdonad la parrafada
