LAS DROGAS ENEMIGAS (Antonio Gala)

Temas relacionados con la heroína, la metadona y los opiáceos
ananke
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LAS DROGAS ENEMIGAS (Antonio Gala)

Mensaje por ananke »

La droga es más un anatema que un concepto. No se la entiende como sustancia productora de determinados efectos sobre el funcionamiento cerebral, a menudo beneficiosos. Su correlato social no lo da su actividad farmacológica, sino su fuerza para simbolizar el mal. Se ha convertido en un ejemplo maniqueo: declararse enemigo suyo, aun sin un previo análisis, es requisito imprescindible para ser considerado buen ciudadano. Es temida como un contagio vergonzoso, como una peste negra. En ella se concretan las aversiones y la encarnación de lo peor que le sucede al hombre. Se la tiene como adversaria de la familia, destructiva de los futuros individuales, propiciadora de delitos y demoledora de toda convivencia. Así las cosas, es difícil opinar con sensatez sobre la droga, cuyo sólo nombre ya aterroriza y mancha.
Pocos discurren que, para que se genere la drogadicción, se precisa una previa vulnerabilidad del individuo, ya psicológica ya valorativa, representada por una ansiosa necesidad. Tal compulsión es una patología provocada por la sociedad de mercado de la que tan orgullosos nos sentimos y cuyos servicios sin cuenta cacareamos. Cuanto más neoliberal y más consumista, más drogadicción siembra. Porque lo que ésta revela es el hondo conflicto del mundo contemporáneo. Del adicto se asegura que es un terrorista de la intimidad y un subversor del orden que, al modificar su propia química, trata de reemplazar a Dios. Lo cierto es que, si se analizan una a una sus historias (yo recibo cientos de cartas de salientes más o menos decididos), se echa de ver que son seres deformados por el autoritarismo o el miedo; o que su voluntad se debilitó al ser sustituida por la de sus educadores; o que se empleó con ellos el chantaje afectivo; lo cual les ha incapacitado para desarrollarse entre las graves presiones que descarga la democracia de las masas.
Dicen los médicos que la mejor vacuna contra el sida es la prevención. Igual sucede respecto de la droga. El fortalecimiento, la enseñanza, el ejercicio y la preparación para elegir, el adiestramiento de la persona para hacerla capaz de mantener su independencia frente a las tentaciones de la verbena consumista que los Estados fomentan, son el camino único para evitar que los jóvenes —que os sentís tan desamparados— entréis a formar parte de la oscura cofradía de la adicción. Eso, y no las maldiciones de los padres ni las alarmantes profecías de los afiches, ni la actitud hipócrita y prohibicionista de los gobernantes. El núcleo familiar o se ha deshecho o está en trance de una crisis decisiva. El remoto control de los legisladores y la no tan ciega justicia (que sanciona a los más modestos traficantes sin ir a la cabeza del crimen organizado) prueban su impotencia cada día. La sociedad (que, en lugar de promover la libertad, la agota entre prometedoras ofertas y estúpidos eslóganes) hace la guerra a quienes dan en ella sus primeros pasos, y los empuja hacia extravíos que los destierran y degradan... "Es un derecho de la sociedad —se afirma—, y de los mismos enfermos, que la ley no permita el consumo de sustancias que, como está plenamente demostrado, inexorable e irreversiblemente atentan contra la especie humana". Este razonamiento —si lo es— constituye una falacia de tremendos resultados.
Las drogas han convivido con los seres humanos desde el principio, y conviven, y convivirán. Fue el cristianismo, temeroso de cualquier éxtasis (incluso el de los místicos), y apoyado por la ciega fe en dogmas irracionales, el que se opuso a las drogas como instrumento ya de cultos paganos ya de la medicina de Galeno e Hipócrates. Por supuesto que las drogas adictivas se adueñan del alma del hombre o la mujer que se acerquen a ellas con una urgente sed y un desconocimiento de sus peligros. De ahí que haya que prevenirlos. De ahí que haya que convencerles de que aquello que persiguen con la droga sólo lo conseguirán con la lucha, con la esforzada lucha frente a un mundo que esclaviza, humilla, indignifica y abate: él sí, más aún que la droga a que se contrapone.
A quienes me cuentan su yermo vía crucis y sus intentos por salirse el él; a quienes saltaron desde el amor compartido hasta la droga aisladora; a los decepcionados que pretenden olvidar sus bellos sueños fenecidos; a los ardientes deseadores de triunfos que no vienen; a los hijos normales de padres normales en quienes no hallaron la calidez de la comunicación; a los curiosos impertinentes que siguieron las huellas de otros impertinentes e ignorantes; a los que descienden los peldaños del alcohol y las drogas blandas hasta el infierno más cerrado, yo los invito a abrir los ojos y enfrentarse a sí mismos, a mirar a su alrededor y olvidarse después un poco de ellos. Y a combatir contra sus verdaderos enemigos, poniendo ese combate como sustituto de la droga, y esa ilusión como sustituto de la derrota. Porque ellos, que proceden de las tinieblas desoladas, pueden ser los más sólidos forjadores del mundo de la luz.


Antonio Gala, en El País Semanal, 8 de enero de 1995, pág. 86.

http://perso.wanadoo.es/jcuso/textos/gala1.htm