LAS DROGAS ALIADAS (Antonio Gala)

Temas relacionados con la heroína, la metadona y los opiáceos
ananke
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LAS DROGAS ALIADAS (Antonio Gala)

Mensaje por ananke »

Sé que, en general, estáis en contra; que os hiere que se generalice en este tema más que en otros, y por eso acentuáis vuestra repulsa; que lo que veis y oís os parece una dolorosa evidencia. Y, sin embargo, es necesario puntualizar, necesario informarse y reflexionar antes de volver la espalda al tema; y necesario, sobre todo, comprender. La droga es tan antigua como el hombre; no se trata de un fenómeno de hoy, por mucho que así os lo quieran hacer creer. Las vinculaciones empáticas que algunas provocan, o la evasión que propician otras, o la intensidad vital que todas prometen, han sido desde siempre ansiadas por los seres humanos. Los sabios griegos las consideraban oportunas o inoportunas según los casos, los usuarios y las circunstancias. Todas las culturas las han empleado en una dirección beneficiosa. ¿Qué es, por tanto, lo que hay de nuevo ahora?
El problema no está en las sustancias psocotrópicas, sino en su relación con la cultura ambiente. Nada hay demoníaco en la composición química de las drogas. Un altísimo número de consumidores no son andrajosos delincuentes ni marginados, sino personas integradas en el aparato productivo y, de acuerdo con las normas, respetables. Los EEUU impulsaron la prohibición en una Europa que no se planteaba con la droga una cuestión básica, se dan cifras muy expresivas: al alcohol se atribuyen de 80 a 100.000 muertes anuales (como factor, influye en otras 100.000 más), y cerca de 300.000 se atribuyen a efectos del tabaco, mientras que sólo 3.572 personas mueren al año por causas que se estiman a todas las drogas ilegales juntas. ¿A quién se le ocurriría calificar de drogadictos a los indígenas suramericanos que mastican las hojas de coca mezcladas con cal? Y los Estados que tanto se oponen a la droga que mata, si existiera alguna de diseño que nos transformase en dóciles y fructíferos ciudadanos, ¿vacilarían un segundo en dárnosla a paladas?
Lo nuevo hoy es la compulsión en su consumo, la adicción a ella, y no su empleo. Una personalidad bien formada mantendrá la droga a su servicio, y nunca se pondrá al servicio de ella. ¿Que se corre un riesgo? Hay muchas cosas arriesgadas; siempre nos da más de vivir lo que nos mata: el tiempo, sobre todo, y el amor, y la vida con sus vibrantes atributos y sus vericuetos sorprendentes. Hay muchas cosas de las que nos colgamos: desde la música hasta el trabajo, desde la religión hasta el deporte. Hay muchas cosas asesinas: desde las guerras hasta los pecados contra la naturaleza, es decir, contra esa cadena, la rotura de cuyos eslabones ignoramos dónde nos llevará dentro del desequilibrio ecológico.
Se dice que los drogadictos son antisociales. Y yo también lo soy. Es esta sociedad la que nos hace antisociales, no la droga. Es esta sociedad la que crea drogadictos, a través de actuaciones pésimas que nos ignoran y nos timan: el paro, el consumismo ofrecido sin discriminación, las explotaciones del hombre como objeto, la competitividad, el espejuelo de ser el mejor, el desamor que contamina las ciudades... Tales son las verdaderas causas de las drogadicciones: la búsqueda de lo que nos ponga una venda de paz, aunque sea ficticia, ante los ojos: la búsqueda de lo que nos fortifique para trabajar más, para divertirnos más, para resistir más, para rendir más en lo privado o en lo público.
Nadie puede obligar a nadie a tomar drogas, o a abortar, o a divorciarse; pero la droga, el divorcio y el aborto son hechos que están ahí, susceptibles de emplearse favorablemente. Los efectos más inmediatos de la tesis prohibicionista están muy claros: las enormes ganancias de los narcotraficantes (que hasta intervienen con su dinero en la cruzada que tanto les aprovecha); el creciente incentivo de lo vedado, que se transforma a veces en reacción contra quien veda, o un gesto de madurez, o en un intento de irresponsabilizarse; el aumento de las muertes por productos adulterados (no más del 10% de una dosis es heroína, y lo mismo sucede con la coca); la estimulación de los racismos, que simplifican las persecuciones y encarnizan los odios.
De ahí, y de que la represión no haya conducido a nada positivo sino al contrario, que se empiece a considerar la despenalización del consumo, la legalización, o —lo que sería más exacto— una liberalización bien planteada. Es decir, recuperar su uso como consecuencia de la libertad personal, que actúa ética o estéticamente, o que persigue un alivio a la crudeza de las relaciones humanas más deterioradas cada día. No embistamos contra los efectos, sino contra las causas. Respétese al ser humano y se disminuirá el extremo recurso de la droga; procúrese la realización de los ideales del individuo, y en la misma medida decrecerá el abuso de las sustancias consoladoras. Nuestro modelo de desarrollo ha fracasado; por eso los Estados se esfuerzan en penalizar lo que palia tan terrible sensación de hundimiento. Si se penase por igual a todos los disidentes y los heterodoxos, se abriría una senda al autoritarismo, a la invasión de la intimidad, a la extorsión de nuestra dignidad última. Y acabaríamos ahogándonos todos en una especie de sobredosis legal. Aquí, como en todo, es al individuo al que le corresponde la elección. Aquí, como en todo, son los Estados los que nos confunden.


Antonio Gala, en El País Semanal, 15 de enero de 1995, pág. 90.

http://perso.wanadoo.es/jcuso/textos/gala2.htm