Las adicciones a las drogas o al alcohol, son las más conocidas por el público en general. Se considera que son las más dañinas, ya que une el efecto de las sustancias consumidas a los efectos sociales que surgen a causa de su consumo. Pero existen otras adicciones que no necesitan de la presencia de estas sustancias tóxicas para provocar sus indeseables efectos.

Las conductas adictivas se producen cuando la persona afectada pierde el control de sus actos y se centra en atender a la acción o costumbre que se repite una y otra vez, provocando que se abandonen otras cosas importantes y se descuiden las relaciones familiares y sociales. Esta adicción provoca incluso la pérdida del trabajo y el aislamiento de la persona que la sufre.

Los comportamientos adictivos no necesitan drogas o alcohol para manifestarse

En el momento en que una persona comienza a dedicar más tiempo, dinero y recursos en una acción en concreto, haciendo que no sea capaz de poner límites a su consumo o a la realización de esa acción, estamos hablando de conductas adictivas. No hace falta pensar mucho, ya que una de las cosas que nos viene enseguida a la mente es, por ejemplo, la ludopatía.

Un ludópata puede gastar todo su dinero en apuestas y juegos de azar, buscando una recompensa monetaria que nunca llega y causar un daño irreparable en la economía familiar. Este tipo de adicción, aunque puede resultar ser difícil de detectar tiene unas características que van parejas a las que se producen con las sustancias tóxicas.

Para detectar un cuadro de comportamiento adictivo se pueden señalar estos síntomas:

– Las personas con comportamiento adictivo sienten un impulso irrefrenable de realizar la actividad a la que son adictos: conectarse a internet, estar con alguien, realizar una determinada acción… Además, no pueden autolimitarse en el tiempo y establecer una pauta temporal para realizar esa acción, pasando un tiempo excesivo dedicado a lo que les causa adicción.

– Al principio, el adicto se muestra ansioso e ilusionado al hacer esta actividad que pasa a ser el principal interés del enfermo desplazando a otras, como son las relaciones sociales, familiares y laborales. Más adelante, esta ansiedad por realizar la acción a la que es adicto, se acompaña por un sentimiento de culpa, pero la propia adicción le impide dejar de realizarlos.

– El adicto no reconoce el problema y lo niega. No lo percibe como un problema y puede achacar su situación a cualquier otra cosa, sin ver lo que realmente le está afectando.

Al localizar estos comportamientos, hay que intentar dialogar con la persona que sufre esta adicción, intentando hacerle ver, siempre en positivo, el problema. Normalmente, esto no suele funcionar, ya que la propia adicción nubla la razón de la persona que la sufre y es imposible que perciba lo que realmente ocurre.

Es el momento de pedir ayuda a profesionales que puedan mediar entre la familia y el adicto, buscando un punto de acuerdo y consiguiendo que sea consciente del problema y comience un tratamiento para conseguir volver a la normalidad.

José Manuel Torres, experto en adicciones, Help Adicciones.
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