La adolescencia es la etapa de maduración del individuo ­desarrollo biológico, psicológico y social­, según la mayoría de los autores, abarca entre los 10 y los 19 años. El adolescente tiene una función social indefinida, con dudas e inestabilidad, y una gran influencia de las personas de edad similar. En esta etapa, el joven adquiere sus estilos de vida que mantendrá durante toda la edad adulta.

El consumo de bebidas alcohólicas es una práctica habitual en nuestra sociedad, donde muchos adolescentes han tenido algún contacto con estas sustancias. Los jóvenes adquieren de manera progresiva el hábito por diversas razones: consumo en el entorno, incluidos la familia y el grupo de amigos ­es mayor la influencia de estos últimos que la de los padres­, la publicidad, y la curiosidad o la búsqueda de sensaciones. Este consumo está relacionado con dos aspectos del aprendizaje social: la imitación y el reforzamiento; así, el consumo de bebidas alcohólicas se presenta como una conducta de integración en la familia o en el grupo. Los medios de comunicación y los mensajes publicitarios contribuyen al clima favorecedor del inicio del consumo.

Epidemiología

Según las directrices de la OMS, la abstinencia debería ser la norma hasta los 18 años, pero los estudios epidemiológicos evidencian un descenso en la edad de inicio del consumo de bebidas alcohólicas, alrededor de los 9-10 años, predominando un consumo en el entorno familiar (fiestas y celebraciones). Posteriormente, durante la adolescencia el consumo suele realizarse en el seno del grupo de amigos o compañeros. Hay diferencias del consumo entre sexos, con un predominio del sexo masculino; también destaca la progresión del consumo con el aumento de la edad del adolescente. Al consumo de alcohol se asocia generalmente también el de tabaco, lo que facilita el consumo de otras drogas.

En los últimos años se ha documentado un cambio en el patrón de consumo de alcohol de los jóvenes, en el que a pesar de disminuir algunos indicadores, como el consumo diario, aparece un consumo más intenso durante el fin de semana, que se asocia con la frecuencia de consumo de otras sustancias adictivas. Estas nuevas formas de consumo compulsivo, que practica cerca del 3% de los jóvenes de 15- 25 años que declara emborracharse todos los fines de semana, son compartidas por ambos sexos, y se observa una tendencia a la igualdad en los indicadores de consumo problemático en estos últimos años3. Se consideran indicadores de consumo problemático en adolescentes: borracheras, consumo de 4 o más copas en una ocasión, compra de alcohol y consumo de alcohol los días laborables.

Las encuestas en la población escolar son de gran utilidad para la monitorización de los hábitos de vida, además de facilitar el estudio de sus determinantes3 . A tenor de los resultados obtenidos por diferentes autores y en diversos entornos, ha llegado el momento de pasar a realizar actividades de prevención.

Prevención primaria

La prevención primaria del consumo de alcohol consiste en el conjunto de medidas o actividades dirigidas a evitar o retrasar el inicio del consumo de esta sustancia, principalmente dirigidas a la etapa de la adolescencia. Estas medidas suelen ser de índole legislativo, económico y educativo. Las medidas legislativas y económicas buscan restringir la distribución a determinados colectivos de población (menores de edad). El fracaso de las medidas restrictivas es evidente atendiendo a la accesibilidad de los adolescentes a las bebidas alcohólicas. Las medidas educativas pretenden generar y reforzar los estilos de vida saludables.

La edad del primer consumo está relacionada con la frecuencia, la cantidad ingerida y el número de problemas relacionados con el alcohol en etapas posteriores. Por eso,
retrasar la edad de inicio de dicho hábito debe considerarse un éxito.

En la bibliografía médica sobre el tema, se concretan varias líneas de actuación de cara a alcanzar el objetivo propuesto:

­Facilitar información: con la pretensión de lograr una modificación de la conducta dirigida a evitar el contacto con la sustancia. Asimismo, la amenaza o el miedo consiguen efectos contraproducentes por el espíritu atrevido del adolescente. No parecen ser una estrategia muy útil, ya que aumentan los conocimientos sobre el alcohol pero no consiguen prevenir su consumo.

­Mejora de la autoestima: la identificación de un menor nivel de autoestima en los consumidores de sustancias adictivas ha servido para promover actividades tendentes a mejorarla.

­Alternativas de consumo: la realización de actividades alternativas, inespecíficas, como deportes o actividades comunitarias, cívicas o recreativas, puede impedir el consumo de alcohol. Se han formulado, sobre todo, para colectivos considerados de riesgo elevado.

­Habilidades para resistir la presión social: puesto que la presión social (familia, amigos, publicidad) es un factor determinante del inicio del consumo, determinados programas pretenden facilitar al adolescente las habilidades necesarias para identificar y superar las situaciones relacionadas con el consumo de alcohol. Suelen formar parte de programas integrados en el currículo escolar, con la participación activa de profesores y alumnos, con un discreto soporte sanitario.

La prevención y detección del abuso de alcohol entre los adolescentes es un deber ineludible de los profesionales sanitarios.

Intervención en la consulta

Aunque los adolescentes acuden poco a los centros de salud, estamos obligados a actuar para prevenir y detectar el abuso del alcohol. La entrevista clínica con el adolescente debe garantizar la confidencialidad, manteniendo un clima agradable y empático. Referirnos al consumo de alcohol del grupo de amigos puede servir para introducir cuestiones sobre su propio consumo. Debemos aprovechar al máximo cualquier contacto con ellos para conocer durante la infancia el consumo de los padres y, luego, de los propios adolescentes y su entorno ­detectar el uso y el abuso del consumo­. Cuando las bebidas alcohólicas están presentes en el medio familiar, no resulta difícil introducir preguntas sobre el propio consumo delante de los padres. La sospecha de una problemática relacionada con el abuso de alcohol puede requerir una entrevista a solas con el adolescente. En el adolescente que aún no ha consumido alcohol, le reforzaremos a mantener su conducta, recomendando a los padres retrasar al máximo el inicio del consumo en el entorno familiar. La permisividad en este ámbito se asocia con una mayor tolerancia en el grupo de amigos. En el adolescente es preferible transmitir información sobre los efectos o los inconvenientes del consumo de alcohol a corto plazo ­aliento enólico, accidentes, etc.­, ya que los problemas tardíos no suelen causarles preocupación ­cirrosis, etc.

Intervención en la comunidad

La prevención del uso de alcohol en los adolescentes debe formar parte de las actividades comunitarias de los equipos de atención primaria. La escuela constituye un lugar idóneo para realizar actividades de promoción de hábitos de conducta más sanos y la prevención primaria del consumo de sustancias adictivas, tanto del alcohol como del tabaco, ya que en ella transcurre un período importante y fundamental del aprendizaje. La escolarización obligatoria facilita el acceso a cohortes enteras en una etapa crítica de su maduración.

Las actividades en la escuela deben basarse en promover y facilitar soporte a los profesionales de la educación, responsables directos de los programas de prevención en el medio escolar. El papel de los profesionales sanitarios consistiría en actuar como mediadores a favor de la promoción de la salud en los adolescentes, y contribuir a la toma de conciencia de la sociedad en su conjunto. Un programa de prevención en la escuela debería integrar la mayoría de los siguientes aspectos:

­Actividades desarrolladas en la escuela e incluidas en el currículo escolar.

­Participación activa de profesores y alumnos.

­Soporte sanitario moderado.

­Centrado en alumnos de 10-13 años.

­Prevención conjunta del consumo de tabaco y alcohol.

Objetivo: adquisición de habilidades individuales para resistir la presión social que induce el consumo de sustancias.

La elección de la línea de prevención debe basarse en los programas educativos evaluados y con resultados positivos. La efectividad de las actividades de promoción de la salud debería reducir la prevalencia futura de determinados factores de riesgo, lo que comportaría un beneficio a medio-largo plazo para toda la comunidad.

Un retraso en el inicio del consumo constituye un objetivo de prevención deseable, ya que está aceptado que el retraso en el inicio del consumo de bebidas alcohólicas disminuye el riesgo y mejora el pronóstico de la aparición de una dependencia alcohólica en etapas posteriores.