El cultivo y el tráfico de drogas se ha convertido en unas de las principales actividades económicas en Afganistán, por dos razones. Primero, 61% de la población trabaja en la agricultura. Además, el país se localiza en una zona estratégica para el comercio en Asia Central -entre la India y Pakistán, al sur, e Irán, al noroesteen la antigua «ruta de la seda» seguida por Marco Polo en el siglo XIII.

Durante el régimen talibán (19962001) el cultivo de adormidera de opio (amapola) se redujo a menos de 1.000 toneladas anuales. Cinco años después está cifra ha crecido a tal punto que sólo este año ha aumentado 59%. El país concentra 87% de la producción y 63% del cultivo mundial de opio, según la Oficina de las Naciones Unidas contra el Crimen y las Drogas. Además, 52% de su producto interno bruto (calculado en 270 millardos de dólares) procede del cultivo ilegal de amapola, que cerrará 2006 en 6.100 toneladas, prevé la ONUCD.

Sólo seis de las 34 provincias afganas están limpias de esos sembradíos, que alcanzan 165.000 hectáreas, y que generarán ingresos superiores a 3 millardos de dólares este año, según cálculos de la oficina de la ONU. Además, el número de personas involucradas en esa actividad aumentó a 2,9 millones, lo que representa 12% de la población nacional. El cultivo y el tráfico de drogas también es uno de los principales catalizadores de la violencia. El control sobre estas actividades suele estar en manos de los llamados «señores de la guerra», jefes de clanes y tribus que poseen gran poder de fuego, mantienen el control de ciertas zonas del país y pagan a guerrillas para tener seguridad, lo que deriva en constantes enfrentamientos entre las bandas ilegales de las diversas etnias e, incluso, entre las mismas etnias.

La influencia de esta actividad ha llegado a líderes cercanos a los gobiernos regionales y al Gobierno nacional, a quienes se les acusa de permitir la violencia para cuidar sus intereses.

La comunidad internacional ha activado las alarmas. Incluso ha solicitado a las fuerzas de la OTAN que desarrollen campañas para destruir los laboratorios de heroína y atacar los cargamentos de opio y tratar de controlar esta ola de violencia.

«El sur requiere un robustecimiento de los esfuerzos contrainsurgentes y antinarcóticos para romper el círculo vicioso en el que el tráfico de drogas financia terroristas y los terroristas protegen a los narcotraficantes», dijo Antonio Costa, director del ONUCD, en septiembre, en la presentación del informe anual sobre opio.