Para la Junta de Andalucía, «asociar a los jóvenes con adicción, alcohol y drogas es, además de injusto, erróneo y una barbaridad».

Así se pronunció ayer la consejera de Igualdad y Bienestar Social, Micaela Navarro, quien visitó la capital cordobesa para participar en la reunión que supuso la constitución de la primera Comisión Provincial de Drogodependencias de Andalucía, que al igual que en Córdoba se creará en el resto de provincias andaluzas para «formular las bases provinciales de drogodependencias, evaluar los planes que se pongan en marcha y potenciar las actuaciones municipales, pues queremos que todos los municipios se vayan implicando». De este órgano forman parte la Federación Andaluza de Municipios y Provincias (FAMP), la Diputación, representantes de ayuntamientos cordobeses –como el de Bujalance, Priego, Posadas y Córdoba– y 8 delegaciones de la Junta, entre ellas Igualdad, Empleo, Educación y Juventud.

La consejera analizó los datos ofrecidos la pasada semana por el Observatorio Europeo sobre la evolución del consumo de drogas en España, y dijo que con esas cifras «no podemos generar alarma pero tampoco bajar la guardia». Navarro se refería a unos números que dicen que, por ejemplo, hay una tendencia al alza en sustancias como la cocaína y que el consumo abusivo de alcohol ha bajado respecto al año anterior, pero con un «repunte» protagonizado por los jóvenes. A pesar de ello, aseguró que «no debemos asociar a los jóvenes con adicciones», y pidió ayuda a las familias porque «sin ella las campañas institucionales no van a conseguir concienciar sobre adicciones que son muy peligrosas para la salud». En este sentido, las políticas de ocio y tiempo libre «hay que hacerlas para los jóvenes y con su participación, no desde el despacho».

MALTRATO AL HOMBRE
Más tarde, la consejera visitó el centro de día del Centro Provincial de Drogodependencias (CPD) extensión Moreras. Allí indicó que «la violencia de género contra hombres merece por parte de la Junta la misma atención que la ejercida contra mujeres, pero aunque son iguales en sus consecuencias –el daño y, en ocasiones, el asesinato–, difieren en sus causas. El hombre suele practicarlo como forma de control y persigue a la víctima durante el resto de sus días cuando lo denuncia, mientras que esa circunstancia no se da cuando es la mujer la que agrede».