Los cigarrillos tienen muchas más cosas que tabaco. Pero sólo desde 2004 el Ministerio de Sanidad obliga a los productores a informar de los aditivos que usan. Sobre la composición real de los pitillos se libra una de las grandes batallas entre las tabacaleras y las autoridades sanitarias que combaten el tabaquismo.

En el Laboratorio Agroalimentario de la Junta de Andalucía, uno de los centros de análisis de la red que lucha contra el tabaquismo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no se descubrieron datos falsos al investigar la composición química de los cigarrillos de marcas baratas. Tenían lo que se declaraba.

Pero hay otras triquiñuelas. «Provocan un efecto de compensación: las caladas son más profundas y hacen que el fumador cambie su pauta de comportamiento», expone uno de los autores del análisis. «Y tal vez sea una estrategia comercial: poner cigarrillos más económicos para captar nuevos fumadores entre jóvenes, mujeres y gente de pocos recursos», plantea Manuel Rodríguez, jefe de servicio de Atención Sociosanitaria de Salud. «Haber llegado a la conclusión de que el objetivo eran los jóvenes nos llevó a reorientar el plan del tabaquismo», añade el científico.

En el Laboratorio quieren abrir nuevos frentes de estudio a partir de la composición de humo. Si bien la relación entre tabaco y cáncer está demostrada, así como la conexión entre el tabaco y la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), no está aún tan concretado cuáles son los elementos químicos que contienen los cigarrillos que aumentan el riesgo de que alguien contraiga un cáncer o desarrolle una EPOC.

Una de las tareas del laboratorio, donde se encuentra una de las tres máquinas de fumar de propiedad pública que hay en España, será analizar los metales pesados en el humo de los cigarrillos. «Su efecto tóxico es irreversible», plantea Manuel Rodríguez. «Son biometálicos, lo que quiere decir que el organismo no los depura», apuntala Alejandro Rodríguez, director del laboratorio.

Se analizarán arsénico, cadmio, cromo, plomo, níquel y selenio. «Todos tienen un papel en el cáncer, pero cada uno tiene especificidades», sostiene Manuel Rodríguez. El níquel actúa más sobre la piel, mientras que el plomo lo hace sobre el hígado.

En el laboratorio se compararán diferentes marcas de tabaco para estudiar la composición química de cada una y, de esa manera, se podría determinar con más precisión su riesgo. «Probablemente habrá diferencias entre unas y otras», añade. Otro de los trabajos se centrará en la EPOC.

Según un estudio holandés, las cetonas y los aldehídos son los principales responsables de la EPOC. «Queremos saber cuánto llega al fumador y deducir si hay diferencias respecto a las marcas», explica el jefe de servicio de Salud. Esta familia química es también responsable del aroma y del sabor del tabaco. «Se podría llegar a la conclusión de que los más adictivos son también los más peligrosos», añade.

En cuanto a la nicotina libre se pretende establecer un procedimiento de análisis de esta sustancia, que es la principal baza para causar adicción. Las empresas recurren a los aditivos, como el amoniaco, para aumentar los niveles de nicotina libre y, con ella, la adicción.