En España, más de dos millones de personas toman ansiolíticos con regularidad. Es decir, ya hay más personas que los consumen que población diagnosticada por ansiedad y depresión. Los psicofármacos, prescritos de forma masiva en nuestro sistema sanitario, se están convirtiendo en una bomba de relojería con costes millonarios. ¿Trivializamos su consumo? ¿Y cuáles son las consecuencias?

«Los ansiolíticos son las drogas de las madres, de las mujeres. En mi oficina, por ejemplo, somos tres y las tres los tomamos», cuenta María, una socióloga de 44 años. Su afirmación, intuitiva, está, sin embargo, avalada por la estadística: entre los 35 y los 64 años, una de cada diez mujeres los consume a diario. Así lo revela un informe del Ministerio de Sanidad, que confirma que el consumo de ansiolíticos en España ha crecido hasta llegar a los 55 DHD (dosis diaria por cada 1000 habitantes), lo que supone que un 5,5 por ciento de los españoles -más de dos millones- los toma a diario.

Hablamos de drogas legales cuyo consumo se inicia muchas veces por prescripción de un médico en atención primaria y acaban tomándose de forma descontrolada, sin receta y sin supervisión médica.

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