Una de las cosas que estableció la ley 27.350, sancionada el 30 de marzo de 2017 es que, por lo menos en Argentina, el cannabis es una medicina. Ni una sustancia recreativa, ni fitoterapéutica, ni suplemento dietario, tipologías bajo las que se reconoce a la hierba en otras partes del mundo. Y como todas las medicinas, precisa de un ensayo clínico para ser aprobada. Así lo ordena la norma que nació gracias a la presión de madres y padres de niños con epilepsias refractarias que ya trataban a sus hijos en casa, cultivando marihuana en forma ilegal, comprando aceite en el mercado negro o importándolo en secreto. Familias a las que el Estado le prometió un tratamiento gratuito y continuado, pero que hoy son empujadas otra vez a la clandestinidad para que los espasmos no vuelvan a los cuerpos de sus hijos.

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