En un rincón del cerebro, científicos del Instituto Howard Florey (de Melbourne, Australia) descubrieron un grupo de células y un mecanismo que ofrece varias promesas enormes: detener la ansiedad de un alcohólico en busca de otra bebida, evitar su recaída una vez recuperado de la adicción, y como pilón, tal vez incluso regular la ingesta de alimentos.

Todo se basa en el sistema de las orexinas, células ubicadas en el organelo cerebral llamado hipotálamo. Las células se llaman así porque producen orexina, una proteína que al principio se conectó con la regulación alimenticia. Pronto quedó claro que también tomaba parte en la sensación de euforia que experimentan los bebedores al tomar alcohol, o los drogadictos al tomar drogas ilegales.

Un equipo encabezado por el doctor Andrew Lawrence preparó un fármaco que según todos los indicios, bloquea los efectos «euforizantes» de las orexinas. Los efectos fueron sorprendentes.

«En un experimento, ratas que tenían acceso libre al alcohol dejaron de beberlo después de recibir el bloqueador de orexina», dijo Lawrence.

En otro experimento, se hizo pasar a ratas alcohólicas por un programa de desintoxicación y luego se les dio el fármaco bloqueador de orexinas.

Cuando se les expuso al tipo de ambiente que asociaban con el consumo de alcohol, no mostraron el menor interés por el mismo.

«La orexina refuerza la euforia que se siente al beber alcohol», explicó Lawrence, «de modo que si se puede desarrollar un fármaco que bloquee el sistema de las orexinas en personas, deberíamos poder frenar las ansias de alcohol en un alcohólico, además de prevenir la recaída una vez que el alcohólico se haya recuperado».

El científico agregó que según los estudios, tanto la adicción al alcohol como los desórdenes alimenticios (por ejemplo, comer de más) activan en el cerebro los mismos tipos de disparadores. Esto significa que profundizando en los estudios tal vez sea posible hallar en el sistema de las orexinas dónde aplicar fármacos adecuados.

Los investigadores del instituto están realizando al mismo tiempo varios experimentos que aspiran a descubrir las circunstancias precisas que activan el sistema de las orexinas.

Lawrence dijo que la estrategia es ver diferentes maneras de tener un impacto sobre estas células del hipotálamo, algo que podría ayudar a encontrar fármacos con capacidades terapéuticas.

Pero advirtió que antes de siquiera pensar en el posible desarrollo de un bloqueador de orexinas para personas, «tenemos que cerciorarnos de que es seguro a largo plazo y de considerar las cuestiones relacionadas con cómo cumplirá una persona la ingesta del medicamento».

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el alcohol es una de las sustancias de uso (y abuso) más extendido en el mundo, y es responsable de por lo menos tantas muertes e incapacidades como la viruela, la malaria, el tabajo y las drogas ilícitas.

En México, las cifras del sector Salud dicen que casi 11 por ciento de todas las muertes de hombres están asociadas al consumo de alcohol.

Bob Patton, psicólogo sanitario del Centro Nacional de Adicciones del Reino Uindo, dijo a BBC Mundo: «Los resultados de esta investigación preliminar ciertamente son interesantes; no obstante se requiere más investigación para determinar si funciona en el complejo cerebro humano.»

«Sabemos ya que los medicamentos Acamprosate y Naltrexone pueden ayudar a reducir la ansiedad y promover la abstinencia», dijo Patton. «Este estudio ofrece otra línea de investigación que podría eventualmente ayudar al millón de adultos ingleses que dependen del alcohol».

Pero de inmediato recordó que no podrá hallarse nunca una bala mágica para tratar los desórdenes vinculados al alcohol porque el alcoholismo no es una simple enfermedad física. Las dependencias y complejidades asociadas se tratan siempre con terapias psicológicas acompañantes.

«Y en el futuro, el trabajo en la base genética de la adicción podría ayudar a determinar qué tratamientos funcionan mejor para individuos particulares».

De orexina, sueño y apetito
Comer, beber, todo es parte de lo mismo

La orexina, también llamada hipocretina, es un neurotransmisor que se descubrió en 1998. Los equipos que la descubrieron la asociaron de inmediato al control del apetito, pero también a la regulación del sistema sueño/vigilia. Estudios recientes quieren indagar cómo participa en la deprivación de sueño y en la obesidad. Una hipótesis es que al dormir poco se afectan los ritmos vitales y se estimula la actividad del sistema de las orexinas. Los cambios podrían perturbar también los niveles de leptina, grelina y otras hormonas controladoras del apetito. La orexina también se vincula al sueño: la glucosa bloquea el sistema de las orexinas; por eso la comida nos ataranta y no podemos dormir con hambre.