Ayahuasca. “Del quechua ‘aya’ (muerto) y ‘huasca’ (cuerda): liana de la selva de cuyas hojas se prepara un brebaje de efectos alucinógenos, empleado por chamanes con fines curativos”, define la RAE. Ayahuasca es también una droga que consumen los indígenas americanos desde hace más de mil años —como demostró un yacimiento hallado recientemente en Bolivia—, una de las motivaciones del asesinato hace un año de una chamana peruana por parte de un turista canadiense, una pócima de moda en Ibiza —donde se celebró la Primera Conferencia Internacional sobre la Ayahuasca, en 2014— y un ritual espiritual que buscan cada vez más españoles en retiros repartidos por todo el país para sanar su alma y reconciliarse consigo mismos.

Entre los seguidores de la ayahuasca hay mucha gente anónima, ya sean psicólogos, antropólogos o directivos, pero también personalidades como la actriz Lindsay Lohan o la escritora Giovanna Valls, hermana del político Manuel Valls.

Su caso es paradigmático. Después de siete meses en una clínica de desintoxicaciónen el Maresme catalán, los médicos la animaron a irse “al Amazonas de Brasil”, cuenta Valls a El HuffPost. Era 2005, tenía 41 años, sida, hepatitis C y “no había superado del todo” su adicción a las drogas. “Me iba para tres meses y me quedé ocho”, explica. La ahora escritora recuerda que se fue “con las defensas justitas como para que [le] vacunaran de la fiebre amarilla”.“Me quedaban cinco días de vida”, asegura. Pero quería seguir viviendo.

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