La primera noche que un padre descubre a su hijo adolescente llegar a casa con evidentes signos de embriaguez, por su mente pasan muchas preguntas: ¿Por qué?, ¿qué he hecho mal? o, simplemente, ¿por qué no he hecho algo para evitarlo? A esta última cuestión pretende dar respuesta un equipo de investigadores norteamericanos que, tras realizar seguimiento durante una década a más de 500 niños, ha llegado a la conclusión de que a la edad de tres o cinco años, el comportamiento de un niño da suficientes pistas para saber si diez años más tarde se iniciará en el consumo de alcohol o drogas.

«Nuestra investigación demuestra que los prescolares que son capaces de controlar sus impulsos a tan tierna edad y que tienen cierta flexibilidad para adaptar su autocontrol a las exigencias ambientales (definido bajo el concepto de «resiliency», en inglés, que podría equivaler a elasticidad) son menos propensos a comenzar a beber pronto o a explorar otras drogas», explica a este periódico María M. Wong, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Idaho (EE UU).

Impulsividad descontrolada. Los autores del estudio, que se publica en el último número de la revista «Child Development», evaluaron los mencionados parámetros hace una década, cuando los niños tenían entre 3 y 5 años. Tras realizar un seguimiento continuo, con revisiones cada tres años, pudieron comprobar la correlación entre el control del comportamiento en el jardín de infancia y el primer contacto con la bebida: más impulsividad descontrolada del niño, implicó también más inclinación hacia el abuso de alcohol. «El problema -dice Wong- es que muchos de esos niños que beben y se drogan a los 14 años desarrollarán alcoholismo pasados los veinte».

César Soutullo, director de la Unidad de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia de la Clínica Universitaria de Navarra, valora algunos aspectos de esta investigación. «Es importante resaltar que los hijos de padres con abuso de alcohol tenían cuatro veces más riesgo de beber a los 14 años que los hijos de familias donde no existen estos problemas».

Por otra parte, los pequeños que mostraban bajos niveles de autocontrol, con los años evidenciaban signos de tristeza, agresividad o incluso comportamiento delictivo.

Convencer a un adolescente de los efectos perjudiciales para su organismo del alcohol o las drogas es una batalla que muy pocos padres ganan. Los datos hablan solos. «La edad media de inicio del consumo de tabaco en España es de 13,1 años; de alcohol 13,7 años; y de cannabis 14,8 años, según el Plan Nacional sobre Drogas», añade César Soutullo.

De este modo, María Wong y sus colaboradores de la Universidad de Michigan apuestan por utilizar los resultados de sus investigaciones en sentido positivo. Es decir, actuar antes y evitar que un niño caiga en las garras del alcohol cuando crezca.

«Si determinados comportamientos indican el riesgo futuro, debemos centrar los esfuerzos en cambiar esas conductas a una edad temprana y estaremos protegiendo a esos niños», apunta Wong. En opinión de esta psicóloga «cuando realizamos el estudio entrenamos a muchas personas para hacer entrevistas con los niños y sus padres en base a las cuales calibramos el autocontrol y la elasticidad. Del mismo modo, los psicólogos que trabajan en los colegios pueden observar y evaluar estos parámetros en los alumnos. Si fuera necesario, ellos podrían ayudar a los niños a desarrollar hábitos de autocontrol. Por ejemplo, pueden explicar a los chicos que si actuar siguiendo los impulsos es gratificante a corto plazo, esta tendencia puede perjudicarles a largo plazo. Pondré un ejemplo: deben desviar la atención de cosas con las que obtienen un placer inmediato, como ver la tele y centrarse en obtener un beneficio a largo plazo, como el que le proporcionará al niño hacer los deberes y después ver la tele».

El doctor Soutullo relaciona el estudio de Wong con otros que también habían vinculado impulsividad y adicción. «Este hallazgo es interesante, pero no totalmente novedoso. Sabemos, por ejemplo, que los niños que sufren trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), que son muy impulsivos, tienen tasas más altas de uso de alcohol y drogas que los niños sanos, y que este riesgo se reduce si se trata el TDAH con medicación. Por el contrario, otros estudios han mostrado que niños muy tímidos e inhibidos de pequeños tienen más riesgo de sufrir ansiedad y depresión, y abuso de alcohol de adolescentes. Parece que usan el alcohol para desinhibirse y funcionar socialmente. Para ser, por ejemplo, menos tímidos con las chicas».

En cualquier caso, «yo recomendaría cautela al interpretar unos datos sobre rasgos de personalidad en niños pequeños como precursores de problemas en el futuro. Sin embargo, los resultados de este estudio pueden ser útiles en programas preventivos en niños de riesgo, como los que tenían padres con abuso o dependencia de alcohol».

Lo cierto es que mientras ésta y otras investigaciones intentan combatir el alcoholismo, la edad de inicio en el consumo de sustancias estimulantes sigue bajando año tras año.