Chicles, parches dérmicos, pastillas o pulverizadores de nicotina: todos ellos han demostrado ser útiles para abandonar el tabaco. Sin embargo, elegir entre una de estas opciones puede influir en la posibilidad de éxito. Un trabajo preliminar ha demostrado que hay determinadas características de cada fumador que hacen más recomendable emplear un método u otro.

Es sabido que el apoyo con preparados que contienen nicotina dobla las posibilidades de conseguir dejar de fumar. Sin embargo, a pesar de todo, entre el 70% y el 80% de los sujetos que recurren a estos suplementos no consiguen abandonar el hábito a largo plazo.

Hasta ahora, los médicos recomendaban el chicle de nicotina, los parches cutáneos, las pastillas con sabor o el «spray» en función de las preferencias de cada paciente ya que no había datos de superioridad de un método sobre el resto.

Sin embargo, un trabajo preliminar publicado en «Annals of Internal Medicine» ha demostrado que cada sujeto se beneficia más de una forma de administrar nicotina que de otras. En concreto, los investigadores compararon la eficacia de los parches frente a los «sprays» nasales de nicotina.

Se incluyeron un total de 299 fumadores que quisieran dejarlo. Todos ellos recibieron siete sesiones de apoyo de al menos una hora de duración para reforzar su intención de abandonar el hábito tabáquico. Por otro lado, la mitad de ellos recibió tratamiento con parches de nicotina que se cambiaban diariamente y la otra mitad con pulverizadores nasales que se administraban cada vez que el sujeto necesitaba fumar. El tratamiento duró 8 semanas y los sujetos fueron seguidos durante 6 meses.

Los parches mantienen un nivel más o menos constante de nicotina en la sangre, por lo que son útiles para evitar los síntomas de abstinencia. Sin embargo, el «spray» consigue unos niveles instantáneos y de corta duración, es decir, simula los efectos placenteros de fumar un cigarro.

A cada fumador su nicotina

El porcentaje de personas abstinentes a los seis meses fue similar con uno y otro dispositivo, alrededor del 15%. Sin embargo, el trabajo ha identificado determinados rasgos de cada fumador que influyen en que les venga mejor un método u otro.

Los sujetos sin problemas de peso, sin grandes niveles de dependencia al tabaco y de raza blanca iban mejor con los parches que con el «spray» nasal de nicotina. En el otro extremo, aquellos fumadores obesos, con mucha dependencia al tabaco y pertenecientes a alguna minoría étnica – el trabajo es norteamericano, tenían más posibilidades de dejar de fumar con los pulverizadores nasales.

Aunque el número de pacientes incluidos en el ensayo no es demasiado alto, sí da pista sobre la necesidad de individualizar el modo de administrar la nicotina a cada fumador. Serán necesarios estudios más amplios para poder recomendar el traje a medida que necesita cada persona pero cada vez está más claro que el «prêt à porter» no es suficiente.