El pasado jueves se celebró el Día sin Juegos de Azar, una iniciativa del Comisionado contra la Droga y la Junta de Andalucía. En los últimos años han proliferado en la comunidad autónoma una serie de grupos de jugadores rehabilitados pero sólo existe un único grupo de jugadores anónimos, precisamente con epicentro en las ciudades de Cádiz, San Fernando y El Puerto de Santa María.

Jugadores Anónimos se fundó en los Estados Unidos en 1957 y en Cádiz trabaja desde 1990. En la capital existen actualmente unas veinte o veintiún personas que acuden a las terapias de grupo que tienen como objetivo el auxilio a los jugadores compulsivos, aunque como apunta Miguel, portavoz de la asociación, existen muchos otros que han abandonado su adicción y por tanto dejan de asistir a estos tratamientos. “El juego se detiene día a día. Yo llevo sin jugar y asistiendo a la terapia desde hace unos ocho años”, argumenta.

El mismo Miguel expone su experiencia personal para explicar que cuando estaba preso de la ludopatía perdió muchos valores morales y decayó notablemente su autoestima. “Me volví prepotente, intolerante, deshonesto… características todas que son muy propias del jugador compulsivo”, indica.

Miguel no considera importante, sin embargo, analizar las causas que llevan a esta adicción: “No nos preguntamos por qué somos jugadores, sino que afirmamos que hoy lo queremos dejar. En ese propósito no nos ayuda ningún profesional, sólo nos ayuda el programa de recuperación, unidad y servicios de Jugadores Anónimos”, argumenta.

En cualquier caso, hay que diferenciar al jugador social del jugador compulsivo, que es aquél que practica el juego de una forma que causa graves daños a su entorno familiar, laboral y social, estando dominado por esta práctica y poseyendo una obsesión y una ansiedad que según su criterio sólo desaparece cuando juega, algo que no deja de hacer hasta que agota su última moneda. Eso es precisamente lo que define la compulsividad. Se trata por tanto de una compulsión física aparejada de una obsesión mental.

El programa de recuperación requiere, en un primer momento, que el ludópata tenga el deseo sincero de dejar de jugar, que piense que es impotente ante esta adicción y que su vida se ha vuelto incontrolable. A partir de ahí Jugadores Anónimos establece otra serie de pasos, que como se apreciará tienen sus connotaciones trascendentes: así, llegan al convencimiento que de sólo un poder superior a ellos mismos podría devolverles una manera normal de pensar y vivir. Por tanto, deciden poner su voluntad y sus vidas al cuidado de este poder superior, definido según su propio entender. Después, sin ningún temor, hacen un inventario moral y financiero de ellos mismos. También admiten ante Dios, ante si mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de sus errores. Igualmente, han de estar dispuesto a dejar que les sean eliminados todos estos defectos de carácter. Humildemente piden a Dios que les protega frente a sus debilidades y hacen una lista de todas aquellas personas a las que han causado daño, mostrando su disposición a realizar enmiendas a todos ellos. Por tanto, se hacen enmiendas directas a tales personas cada vez que sea posible, excepto si al hacerlo les ocasionan un daño a ellos o a otros. De esta manera se continúa haciendo un inventario personal y cuando se encuentran en un error, inmediatamente lo reconocen. Por último, se busca a través de la oración y la meditación mejorar el contacto consciente con Dios tal y como cada uno lo entiende, orando sólo por adquirir el conocimiento de su voluntad y el poder de llevar a cabo todo esto. Una vez hecho el esfuerzo por practicar estos principios en todos los asuntos, se trata de llevar este mensaje a los jugadores compulsivos.

El segundo pilar de la entidad, como se ha dicho, es la unidad, un catálogo de principios para asegurar la supervivencia y el desarrollo de los muchos grupos que comprenden la comunidad.

El tercer pilar son los servicios, entendido como cualquier cosa que les ayude a llegar al compañero que sufre. Este servicio pasa por tanto desde una simple llamada telefónica o una taza de café hasta la Oficina Internacional de Servicios.

Todo esto quiere decir que en Jugadores Anónimos están dispuestos a compartir sus experiencias con cualquier persona que esté interesada en conversaciones informales o en reuniones formales para salir de la ludopatía.

Lo que Jugadores Anónimos no hace de ninguna manera

Debe enumerarse también lo que Jugadores Anónimos no hace nunca: no ofrece motivación inicial para la recuperación de jugadores ni trata de persuadir a nadie para que se una a ellos; no mantiene archivos ni historias clínicas; no toma parte en investigaciones, ni las patrocina; no se une a consejos de agencias sociales, a pesar de que los miembros de la entidad y los grupo a menudo cooperan con ellos; no trata de controlar a sus miembros; no hace diagnósticos médicos ni psicológicos; no proporciona servicios de hospitalización o enfermería, drogas o cualquier tipo de tratamiento médico o psiquiátrico; no ofrece servicios religiosos o espirituales; no se mezcla en propaganda o educación acerca del juego; no proporciona casa, alimento, ropa, trabajo, dinero o cualquier otro tipo de ayuda social o de caridad, y un largo etcétera.