El «shirka» (cuya base son semillas de amapola) y el «vint» (una mezcla de efedrina y anfetamina) son las dos sustancias más comunes que se inyectan los drogadictos en Ucrania. Lo hacen en reuniones en las que comparten jeringuillas, «subidón» posterior y, también, aunque no lo sepan en ese momento, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Ucrania es el país del este de Europa y Asia Central donde más ha crecido la epidemia de sida y los usuarios de drogas inyectables son los más afectados.

Las cifras oficiales hablan de que 82.000 personas viven con VIH en el país. Las extraoficiales, que aportan diversas ONG, elevan este número acasi 400.000. Además de las drogas, el sexo heterosexual sin protección está propagando el virus entre los ucranianos y la situación empieza a ser grave, como ha alertado en varias ocasiones la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Aunque el Gobierno es consciente del problema y trata de tomar medidas, éstas todavía no están muy extendidas. De los 390.000 ciudadanos que se estima que se inyectan drogas -la mitad de los cuales está infectado por el VIH-, sólo 11.000 reciben metadona. La terapia antirretroviraltampoco es muy popular. Llega a menos del 10% de los que lo necesitan.

Ante este escenario, un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford (EEUU) analiza qué estrategias se podrían poner en práctica para mejorar la situación. Sus resultados, que publica la revista «Plos Medicine», señalan que extender la metadona -como terapia de sustitución de la droga- junto con el tratamiento antirretroviral es la medida más efectiva, ya que reduciría la transmisión de forma muy rápida y mejoraría la calidad de vida de los infectados.

Prevención urgente

Sin adoptar ninguna estrategia, en dos décadas la prevalencia del VIH alcanzará al 67,2% de usuarios de drogas. Según el modelo matemático de los investigadores de Stanford, ampliar la terapia con metadona y la terapia antisida de forma masiva evitaría en 20 años 8.300 infeccionesentre los usuarios de drogas y 4.670 entre quienes no se inyectan ninguna sustancia.

Pero si aplicar este cóctel no es posible, los autores indican que la siguente estrategia más eficaz es la de ampliar sólamente el tratamiento con metadona -más económico que los antirretrovirales-. Si esta terapia sustitutiva alcanza al 25% de los drogadictos podría evitar 4.700 nuevos casos de VIH en este grupo de población y sus beneficios también llegarían al resto, pues podría prevenir 1.730 infecciones por vía sexual.

«El VIH se está propagando por Europa del Este más rápido que en cualquier otra parte del mundo», indica Margaret Brandeau, de la Universidad de Stanford y autora del trabajo. «Nuestro estudio muestra que empezar por la terapia con metadona es una opción barata y efectiva que puede cambiar el panorama de infecciones en la región», añade. Aunque, como reconoce Douglas K. Owens, profesor de medicina en la citada universidad, «la mejor combinación sería extender tanto los antirretrovirales como la metadona para proteger a toda la comunidad».