El consumo de sustancias psicoactivas, moléculas situadas en fronteras difusas entre las drogas de abuso y los neurofármacos, es inherente a la Historia de la Humanidad. Estas sustancias, que se han ido encontrando sucesivamente en las plantas, los hongos y en la química de síntesis, son capaces de alterar nuestra percepción, nuestro estado de ánimo, así como nuestra conciencia y nuestro comportamiento.

«Han permitido al ser humano procurar, por ejemplo, la evasión, la exploración, el placer, la paliación, la comunicación con el entorno e, incluso, con lo místico. Sin embargo, algunas de estas sustancias pueden causar efectos dañinos (intoxicación, dependencia) sobre el organismo», según afirma en una entrevista con Infosalus Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Todo depende esencialmente, según asegura, de la vulnerabilidad del consumidor, de la naturaleza química de la sustancia, y del contexto de utilización (dosis, frecuencia, combinación con otras sustancias, entorno y pautas culturales, entre otros aspectos).

A su juicio, las drogas tienen una cara y una cruz. Se toman porque gustan, pero tienen una cara B. «Se puede usar un cuchillo para cortar pan o para clavarlo al vecino en la yugular. Todo se puede usar de una manera u otra, y con las sustancias psicoactivas, es decir, con las drogas y con los psicofármacos, porque la frontera entre ambos es muy laxa, todo depende de cómo se usen», aclara.

Las estadísticas dicen que en nuestro país, según precisa, la mayor parte de los usuarios de sustancias psicoactivas lo hace de manera responsable (80-90%). Después, entre el 10 y el 15% puede presentar algún signo de abuso de estas sustancias. Seguidamente, ya se encontrarían los que mantienen una dependencia con ellas (5%). Estas últimas suelen ser personas que mezclan sustancias, que las consumen de forma compulsiva y además de forma habitual. «Estos consumidores pueden ver alterada su salud mental, emocional y física, aparte de poner en riesgo la de sus terceros«, indica.

Según alerta el también el presidente de la ‘International Association for Cannabinoid Medicines’ (IACM), los adolescentes son los más vulnerables a la hora de consumir drogas porque su sistema nervioso está en formación y, aunque su mayor parte está constituido, la ramificación de las neuronas todavía se encuentra en proceso de formación.

Pero, ¿cómo actúan las drogas en el cerebro? Guzmán subraya en este contexto que hoy en día se dispone de un conocimiento científico bastante detallado acerca del mecanismo de acción de las sustancias psicoactivas en nuestro organismo. En esencia, durante su consumo se ven afectados los procesos de comunicación química entre las neuronas, bien de forma transitoria, o bien de forma permanente; lo cual puede alterar las redes que gobiernan el funcionamiento del cerebro.

«Actúan en tu cerebro sobre los sistemas de neurotransmisión endógenos, y lo que hacen es empujar la química endógena más allá de las fronteras que nuestra biología nos impone. Por ejemplo, las drogas pueden imitar y potenciar la acción de los neurotransmisores activadores; o bien, imitar y potenciar la acción sobre los inhibidores, de forma que el consumo de estas sustancias hará que nos relajemos más. En esencia, las drogas y los psicofármacos actúan imitando o bloqueando la acción de los sistemas endógenos de nuestro cerebro y empujan a la química a ir más allá de lo que biológicamente está diseñada«, explica.

Eso sí, el Académico Correspondiente de la Real Academia Nacional de Farmacia advierte de que las drogas y los psicofármacos actúan de manera diferente en el organismo en función del tipo de administración, de si ésta es aguda o prolongada.

«Sobre el consumo agudo o puntual, el organismo generalmente tiene la capacidad de eliminar la sustancia y volver al estado basal. En cambio, un consumo prolongado (tanto recreativo como medicinal) puede llevar al consumidor a desarrollar procesos de tolerancia, según los cuales se pierde respuesta a la sustancia, o bien se necesita una mayor cantidad de sustancias para lograr los mismos efectos. Además, algunos casos de dependencia requieren del uso constante de la sustancia para evitar el síndrome abstinencia», añade el profesor de la UCM.

¿Cuáles son las más peligrosas?

Con ello, insiste en que su acción sobre nuestro cerebro dependerá del tipo de sustancia que se consuma, de la vulnerabilidad del consumidor, y de cómo se tome. «La peligrosidad de una sustancia es muy variable entre unas y otras, y entre unos consumidores y otros, así como entre unos contextos de utilización y otros», precisa.

Aquí menciona que las sustancias que tienen más capacidad de daño, de sobredosis, de intoxicación, morbilidad, y de dependencia son los opiáceos (heroína, morfina, o el fentanilo, por ejemplo). Después dice que se encontrarían los psicoestimulantes como la cocaína o el crack, este último «altamente tóxico para el organismo».

A continuación concreta otros dos grupos de sustancias, los hipnosedantes, tales como los barbitúricos y las benzodiacepinas. «En España, según las encuestas de población general, hay un 4% de usuarios de benzodiacepinas sin receta», alarma Guzmán.

Luego también destaca que no hay que olvidar que también las drogas legales, el alcohol y el tabaco, matan y mucho, y por ser legales no por ello son menos peligrosas. «En España el año pasado se registraron 52.000 muertes por tabaco, y otras 12.000 se atribuyen al alcohol. Usar moderadamente o responsablemente una sustancia hace muy distintos los efectos sobre nuestro organismo, que emplearlos en altas dosis o frecuencia y mezclándolas con otras sustancias», concluye.

Nota: artículo publicado en infosalus.com