A veces une, otras es motivo de discusión y en ocasiones propone jugar al escondite. En las relaciones de pareja, el tabaco impone una serie de rutinas que promueven su consumo al igual que pueden propiciar su abandono. Así lo explica un pequeño estudio publicado en «Evidence Based Nursing«.

Se entrevistó con profundidad a 28 mujeres que habían reducido o cesado el consumo de tabaco durante su último embarazo. A tenor de los resultados obtenidos, el trabajo ofrece un listado con algunas de las rutinas que esta sustancia suelen promover en el entorno de la pareja.

Los autores canadienses diferenciaron dos grupos de interacciones: las rutinas específicas de la pareja y relacionadas con el tabaco y los patrones de interacción relacionados con esta sustancia y que aparecieron antes del embarazo de la mujer.

Dentro del primer grupo, el trabajo destaca que «las parejas establecieron unos patrones de consumo rutinarios que encajan con sus actividades diarias, tolerancias individuales del consumo y necesidad de fumar».

Aparentemente, entre los que fumaban juntos el consumo aportaba más «unidad, intimidad y compañía«. En las parejas en los que sólo consumía uno, éste intentaba minimizar los conflictos provocados por su adicción.

Los fumadores solían hablar de forma normalizada sobre su consumo. Y también fue un patrón común el apoyo en los errores y las recaídas por parte de los que intentaban dejar los cigarrillos. «A veces funcionó para preservar la estabilidad de las relaciones», señala el ensayo.

Antes del embarazo

Los especialistas destacan algunas de las interacciones que aparecieron antes del embarazo. En este sentido, en las parejas compuestas por dos fumadores y aquellas en las que se percibía el uso del tabaco de manera individualizada, el consumo se vinculaba con acciones que no se llevaban a cabo en común (por ejemplo, trabajar).

También se registraron interacciones conflictivas, sobre todo en las parejas en las que las mujeres consumían y ellos o no fumaban o lo habían dejado. Ellas creaban una serie de rutinas para evitar el conflicto o la ridiculización (por ejemplo, comprar tabaco sin llamar la atención). Y sus parejas eran poco tolerantes cuando sus compañeras fallaban en su intento por dejar el tabaco.

Por otro lado, los autores también detectaron que algunas parejas compartían responsabilidades para comprar cigarrillos, hablaban de forma abierta y no conflictiva sobre el consumo. Además, los no fumadores ofrecían respuestas empáticas a los adictos que recaían al tratar de abandonar el uso de esta sustancia.

En conclusión: «En las parejas en las que uno o los dos miembros fumaban, el tabaco fue un importante mediador en sus patrones de interacción y afectó de forma potencial a las relaciones de poder en la pareja. Al confrontarlo con el índice de embarazo, las interacciones relacionadas con el tabaco se caracterizaron por la desunión, el conflicto o el acomodamiento».

En este sentido, como matizan las autoras de un comentario ajunto: «El estudio […] subraya la importancia de reconocer cómo los comportamientos que ponen en peligro la salud podrían estar profundamente incrustados en los contextos sociales de las mujeres».