A finales de la década del 90, Islandia era uno de los estados europeos con mayor incidencia del consumo de alcohol, tabaco y drogas prohibidas entre adolescentes. Casi veinte años después, la realidad en ese pequeño país nórdico es totalmente diferente: el porcentaje de jóvenes de 15 y 16 años que se emborracharon pasó del 42% en 1998, al 5% en 2016; el de chicos que probaron la marihuana alguna vez en su vida cayó del 17% al 7%; y el de adolescentes que fuman tabaco diariamente disminuyó del 23% al 3%.

Gran parte de las razones de ese éxito hay que buscarlas en el programa Youth in Iceland (Juventud en Islandia), que se puso en marcha en 1998 con el objetivo de reducir el consumo de sustancias adictivas entre jóvenes y que, de la mano de sus resultados contundentes, cada vez se aplica en más países. Invitado por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar), Jón Sigfússon, principal responsable de la iniciativa, visitó la Argentina como un «primer paso» para implementar sus estrategias en el país y habló en exclusiva con Clarín sobre su recorrida por la villa La Cava de San Isidro.

¿Qué pudo aprender hasta ahora sobre la realidad de los jóvenes argentinos?

Sólo estuve dos días, pero voy a volver. Está claro que hay muchas diferencias culturales y económicas entre nuestros países. En Islandia hay 150 escuelas en todo el país y acá tienen 62 mil. Sé que se están haciendo grandes inversiones a nivel prevención y tratamiento de adicciones.

¿Es aplicable el método islandés en cualquier país del mundo?

Creo que sí. De hecho, muchos municipios aquí en Argentina ya estuvieron usando nuestra información para fortalecer el conocimiento de la población de menores de edad en esta problemática. ¿Si se va a reducir el consumo rápidamente? La verdad que no lo sé. Mi recomendación es que la Argentina seleccione de dos a cuatro municipios para desarrollar allí el programa paso a paso y de forma gradual. Luego de tres a cinco años, si no hubo mejoras, me pueden llamar.

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La investigación continua es uno de los pilares de Youth in Iceland. El proyecto comienza con un análisis a través de encuestas, de las que participan los chicos en las escuelas. Luego se elaboran informes para cada distrito sobre las realidades y preocupaciones de los jóvenes relevados para detectar factores de riesgo y de protección frente al consumo de sustancias.

Los estudios mostraron que la mayor participación de los chicos en actividades extracurriculares, así como también si los jóvenes pasan más tiempo de sus días con sus padres, disminuía el riesgo de consumo de alcohol y otras sustancias. Islandia, entonces, incrementó los fondos destinados a la oferta de actividades para adolescentes, como por ejemplo deportes, música, teatro y danza. Y en 2002 prohibió que los menores de 16 años anden solos por la calle después de las diez de la noche.

¿Por qué enfoca su trabajo a escala municipal, a diferencia de otros países que lo hacen a nivel nacional?

Esa es una de las claves del método. Las realidades de cada comunidad son muy distintas entre sí. No se puede ejercer control y fiscalización sobre todos las peronas menores del país. Seleccionar un foco principal de atención para ejercer influencia a nivel local permite desarrollar el trabajo de forma correcta.

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¿Cómo se aplica el método en un contexto familiar disfuncional?

Sabemos que no podemos llegar a todos los padres por igual y por eso trabajamos en los barrios para fortalecer lo que llamamos un consenso a nivel parental. La comunidad se fortalece a través del barrio y por eso buscamos una interacción directa con jóvenes y amigos de los menores de estas familias disfuncionales. Es un beneficio general para todos y por eso no debemos desatender a ninguna de las familias de cada uno de los barrios, incluso las que no parecen mostrar problemas de adicciones entre sus integrantes.

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¿Qué opinión tiene sobre la legalización de la marihuana?

Todos los años vemos a millones de personas en el mundo morir por el consumo excesivo de alcohol, una sustancia legal. Hay evidencia científica de que al legalizar el cannabis aumenta el consumo. ¿Por qué deberíamos entonces agregar otra droga más a esa categoría de legalidad? No me parece una buena idea. Hay que enfocarse en reducir el número de gente que consume drogas, no afacilitarles el acceso a más sustancias peligrosas.

Nota: artículo publicado en clarin.com