“Si abusas de la ketamina no puedes trabajar. Mis jornadas suelen ser de 16 horas al día, por lo que no me puedo permitir que mi mente no esté completamente centrada”, dijo Elon Musk en una entrevista concedida a Don Lemon a comienzos de este año. En ella incide en que toma cada pocas semanas ketamina, recetada por un médico, para una dolencia que no queda del todo claro cuál es. Menciona la depresión, los pensamientos intrusivos o el bloqueo mental. Lemon insiste: “Que use drogas para ayudarle en el trabajo ¿no puede afectar a su trabajo o alarmar a los inversores de Wall Street? Musk le contesta que no, porque, simplemente, a él le funciona: “Desde el punto de vista de Wall Street, lo que importa es el resultado. ¿Estás generando beneficios para los inversores? Tesla, habiendo salido de la nada, es una compañía que vale tanto dinero como el resto de la industria automovilística junta. Así que, desde el punto de vista de un inversor, lo que sea que esté tomando debería seguir tomándolo”, afirmó.
La conversación nacía de cierta preocupación entre los inversores de Tesla al saberse que el magnate, hoy mano derecha del próximo presidente estadounidense, Donald Trump, consumía ketamina. La ketamina es un anestésico disociativo recetado en casos de depresión resistente al tratamiento, particularmente aquellos que no responden a los antidepresivos convencionales, como parece ser el caso de Musk. Sin embargo, también se usa como droga recreativa: Matthew Perry murió de una sobredosis el año pasado.
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