El fenómeno de añadir subrepticiamente drogas en la bebida de otra persona no es un rumor infundado ni ninguna leyenda urbana. Preocupa a muchos países y en nuestro país.

Os invito a buscar la investigación de Suzanne C. Swan (profesora de Psicología y Estudios de Género de la Universidad de Carolina del Sur) y colaboradores, y a que le deis un vistazo. Os quedaréis de piedra picada. De los 6.000 estudiantes encuestados de diferentes universidades de los EEUU, 462 (casi un 8%) dijeron que habían pasado por la experiencia de haber sido drogados con Rohypnol y otras sustancias. El 16,8% de las chicas que habían sido drogadas afirmó que habían tenido “sexo no deseado”. Un torpe eufemismo para no decir que habían sido agredidas sexualmente, o directamente violadas. También la mayoría dijeron que el brebaje lo llevan los chicos y que lo vierten en las copas de las chicas cuando éstas no quieren irse a la cama con ellos. “Yo y la otra chica con la que había salido fuimos drogadas. Nos despertamos medio atontadas rodeadas de tres hombres en un patio que había detrás del bar; sólo recuerdo que uno me dijo: ’Esta noche me voy a meter en tus bragas”. Las arrastraron inconscientes en un lugar apartado del local y las violaron. Y no había ninguna señal de violencia porque, claro, no habían sido forzadas. Y lo que es más grave es que no podían recordar lo que había sucedido. Estas drogas, además de potenciar los efectos del alcohol, anulan la voluntad de las víctimas y producen amnesia. El organismo las absorbe y las elimina muy rápidamente (pasadas seis horas desaparecen sin dejar rastro; Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses).

Seguir leyendo >>