‘Fue terrible. Llegué drogado. Al mediodía quería seguir consumiendo, el cuerpo ya me pedía. Comenzaba a sudar, las manos me temblaban, me ponía nervioso’. William tiene 28 años y dejó de consumir base de cocaína hace ocho meses. Lo hizo luego de ocho años de esa práctica. El día en que ingresó en un centro de recuperación, precisamente estaba bajo los efectos del estupefaciente.

Ahí la regla es dejar de consumir abruptamente, no de manera progresiva. Esto lo recuerda Washington, uno de los terapeutas vivenciales del lugar. No se sigue ningún tratamiento con medicamentos. «Les damos un tecito de viejas con azúcar» y se les lleva a las terapias.

Como William, todas las personas que tienen adicción a las drogas pasan por una etapa llamada síndrome de abstinencia cuando dejan de consumir las sustancias.

Dura dos o tres días, dependiendo de la persona y del tipo de droga, aunque se puede extender, explicó el psicólogo clínico del Centro de Reposo San Juan de Dios, Carlos Santamaría. Según su experiencia, los síntomas disminuyen si la abs­tinencia es acompañada por consumo de fármacos y vitaminas.

Justamente ese cuadro se registró en un «elevado número» de detenidos que a mediados de este mes fueron trasladados a otro centro penitenciario, en Guayaquil.

En el Ecuador, según la Cuarta Encuesta sobre uso de drogas en estudiantes de 12 a 17 años, presentada recientemente por el Observatorio Nacional de Drogas (OND), la edad promedio de inicio de consumo es de 14,3 años.

Además, en el país, según el Informe del Estudio Nacional a Hogares sobre Consumo de Drogas del 2007, se estima que el 4,9% de la población ha consumido un estupefaciente al menos una vez en su vida. La droga más usada es la marihuana, por el 4,3% de los encuestados y el 1,3% la cocaína.

El problema es que un grupo reducido de dependientes deja las drogas definitivamente y los que abandonan la adicción, durante toda su vida serán considerados enfermos. Así explicó Verónica Valencia, coordinadora de Psiquiatría del Hospital de Especialidades Eugenio Espejo.

De los casos que ella ha atendido, solo del 10% al 15% afronta todo el proceso de abstinencia, desintoxicación, deshabituación y rehabilitación. El resto recae después de un período de desintoxicación.

El síndrome

Este cuadro consiste en «signos y síntomas que aparecen en la persona como secuela de la supresión o reducción del consumo de una droga», explican los doctores del Hospital Regional Carlos Haya de Málaga, España, en su publicación ‘Síndrome de abstinencia’.

Según el estudio, este puede ser agudo cuando los síntomas aparecen inmediatamente. Es tardío si hay funciones irregulares de los sistemas nervioso y psíquico, que puede durar meses o años tras la abstinencia. Se denomina condicionado cuando la persona atravesó una vez por el síndrome, pero al estar expuesto a condiciones propicias para el consumo genera el mismo comportamiento.

El síndrome de abstinencia tiene incidencias físicas, psicológicas, emocionales y familiares, explicó Santamaría.

William aún recuerda que pasaba días enteros drogado y que dejar la sustancia fue difícil.

Alejandra tiene 17 años y fue su compañera en las terapias. Ella también pasó por una experiencia complicada al dejar la cocaína, «pepas, hongos o polvo». Acude todas las mañanas a un centro donde ahora se recupera. «Ya no podía más. Dormía en las calles. Sufría mucho». Cuando dejó las drogas, los efectos fueron intensos: síntomas de gripe, dolor de garganta, de cabeza, de las muelas y fiebre. Ansiedad, irritabilidad e insomnio también son comunes. Por su problema, Alejandra apenas terminó el primer curso.

El tratamiento

La doctora Valencia considera que sí hay una forma de evitar el síndrome a través de un tratamiento. El paciente debe hacer conciencia de su condición y reconocer las repercusiones en él, su familia, trabajo y todo el entorno.

El paciente debe pasar por un proceso de análisis para conocer cuáles son sus alteraciones psíquicas. Después, inicia la etapa denominada de desintoxicación.

Usualmente dura 15 días y por lo general va ligada a fármacos que reemplazan la necesidad del cuerpo de continuar recibiendo los químicos y componentes de la droga. Adicionalmente, los doctores prescriben vitaminas y dietas adecuadas.

Dependiendo de las condiciones familiares, este proceso se puede cumplir internando al paciente en una clínica de rehabilitación o con atención ambulatoria, como se hace en el Eugenio Espejo.

Finalmente se pasa a la deshabituación, para que el cuerpo se acostumbre a no estar bajo los efectos de las sustancias. La rehabilitación deberá ser permanente.

Los jóvenes y el consumo

Tras la legalización de la marihuana en Uruguay comenzaron a aparecer cifras sobre el consumo en ese país. El 13,3% de los adolescentes entre 13 y 17 años fumó esa droga al menos una vez en su vida y un 70 % de los mismos consumió alcohol, reveló la Segunda Encuesta Mundial de Salud Adolescente realizada en esa nación.

Según ese informe, realizado por la Junta Nacional de Drogas, el Ministerio de Salud y el de Desarrollo Social, 3 adolescentes de cada 100 probaron alguna vez cocaína, 2 de cada 100 optaron por pasta base y 2 cada 100 por éxtasis.

El estudio se hizo con jóvenes que estudian en liceos públicos y privados de todo el país y reveló que en Montevideo se consume más.