El alcoholismo es ya una enfermedad adolescente. Lo último para emborracharse es meterse el alcohol por los ojos o por la vagina utilizando colirios o tampones impregnados en alcohol. Los jóvenes definen estas prácticas como «eyeballing» y «tampodka», respectivamente, pero muchos desconocen que el alcohol puede hipotecar sus vidas. Prueba de ello es que el 47 por ciento de los actuales usuarios de Alcohólicos Anónimos tenía menos de 16 años cuando hizo del alcohol una adición. Un 32 por ciento más se «enganchó» a las bebidas etílicas antes de cumplir los veinte.

Así se desprende de una encuesta elaborada por este colectivo de ámbito nacional que tiene su sede central en Avilés, en la avenida de Alemania. Aunque Alcohólicos Anónimos no realiza campañas de prevención, responsables de la entidad sin ánimo de lucro advirtieron días atrás de que cada vez más reciben a personas jóvenes y mujeres. A título individual, una integrante de la entidad destacó que los adolescentes que se inician en el mundo del alcoholismo sufren importantes efectos secundarios, más graves que los que de por sí padece un adulto con adición a la bebida.

¿El motivo? El alcohol daña el cerebro joven aún en formación y los especialistas opinan que deja secuelas irreversibles en la memoria a corto, medio y largo plazo, más allá de las «lagunas» del día después de una borrachera. La Organización Mundial de la Salud (OMS) incide, además, en que el uso nocivo del alcohol entre los jóvenes reduce el autocontrol y aumenta las conductas de riesgo. Es, suscriben, una causa fundamental de traumatismos, violencia y muertes prematuras. Es la cara oculta de la barra del bar y también del «botellón».

Palidez, sudoración excesiva, pérdida de equilibrio, náuseas y mareos son los síntomas que sufren principalmente los jóvenes del área sanitaria avilesina que, especialmente los fines de semana, celebran fiestas descorchando botellas de alcohol. Muchos pasan de la risa a las lágrimas, de la timidez al comportamiento desinhibido, del silencio a la verborrea y del «punto» a las intoxicaciones etílicas. Entonces sus vidas corren peligro. Las personas que padecen daños severos por la ingesta de alcohol permanecen ingresadas unas 10 horas por riesgo de sufrir patologías asociadas.

El 68 por ciento de los miembros de Alcohólicos Anónimos reconoce, según la encuesta elaborada por dicho colectivo, tener relación con sus médicos de familia. Argumentan, además, que los factores que les llevaron a ponerse en contacto con la entidad fueron presiones familiares (47 por ciento de los casos) seguido de síntomas de deterioro físico. Una vez en contacto con la organización, el 23 por ciento vive periodos de abstinencia superiores a los diez años y el 59 por cinco no sufre ninguna recaída. La periodicidad con la que los miembros de alcohólicos anónimos acuden a los reuniones es de dos veces a la semana en cuatro de cada diez casos. El único requisito para entrar en Alcohólicos Anónimos es el deseo de abandonar la bebida. No se pagan cuotas ni honorarios, el colectivo se mantiene con sus propias contribuciones.

La mayoría accede a la organización gracias a la información publicada en los medios de comunicación y el consejo de otros miembros de Alcohólicos Anónimos, que hacen las veces de «padrinos». Los médicos, amigos, familiares, trabajadores sociales y consejeros religiosos también están detrás de muchas personas que solicitan ayuda. En cuanto a la situación laboral el perfil de los usuarios es variopinto, siendo el 18 por ciento de los mismos desempleados.

Alcohólicos Anónimos contó para su encuesta con 2.641 personas (693 mujeres y 1.948 hombres). Para los más jóvenes, la organización ha elaborado también unos folletos con doce preguntas. Si a alguna de ellas se responde afirmativamente, aconsejan: «Tal vez sea el momento de echar una mirada seria a lo que te podría estar pasando con la bebida». Algunas de estas cuestiones son: «¿Te tragas las bebidas de golpe?, ¿Te has metido alguna vez en problemas cuando bebes?».