La infección por VIH o su tratamiento puede hacer cambiar el aspecto físico de los pacientes al modificar la distribución de su grasa corporal. Las más afecatadas son las mujeres que tienen una mayor tendencia a presentar un aspecto demacrado, casi como si estuvieran rozando la desnutrición. Sin embargo, su imagen no es reflejo de una mala alimentación sino de un síndrome conocido con el nombre de lipodistrofia.

El término lipodistrofia se utiliza para definir los cambios en la distribución de la grasa corporal y las irregularidades relacionadas que aparecen en ciertos análisis de sangre. Los pacientes afectados pueden notar que disminuye la grasa en mejillas, extremidades y nalgas, y las venas superficiales de brazos y piernas también se hacen prominentes. Cuando aparecen estas alteraciones se denomina al síndrome lipoatrofia.

La otra forma es la lipohipertrofia, en la que se acumula grasa en la espalda, concretamente en la región cervical, apareciendo una especie de «joroba de búfalo»; además, aumenta el tamaño de la tripa o de las mamas. Los cambios en la forma corporal vienen acompañados algunas veces de modificaciones en los análisis de sangre como aumento del colesterol y los triglicéridos y resistencia a la insulina.

En varias oportunidades, los síntomas de la lipodistrofia han sido atribuidos a los tratamientos antirretrovirales. Sin embargo, no queda claro si es una familia de medicamentos en general, o un tipo de fármaco en particular, o la propia infección VIH el responsable de este cuadro. Un estudio realizado en EE.UU. y publicado en el «JAIDS» ha intentado determinar cuáles son las manifestaciones más frecuentes de la lipoatrofia en las mujeres afectadas por el VIH.

Tras analizar a 815 mujeres a las que siguieron durante 30 meses se comprobó que después de iniciar el tratamiento su peso y grasa corporal no aumentó de forma significativa, sin embargo tuvieron el doble de riesgo de tener lipoatrofia en comparación con mujeres no infectadas por el VIH. Cuando las mujeres afectadas presentaban esta lipodistrofia generalmente se manifestaba como atrofia central (es decir en el pecho, espalda y abdomen) y periférica (en los brazos y en la piernas).

Por tanto, las mujeres que reciben tratamiento antirretroviral deben saber que tienen riesgo de presentar alteraciones en la distribución de su grasa corporal, fundamentalmente atrofia de la misma, lo cual puede alterar su aspecto físico. En caso de aparición, y si es posible, se puede plantear el cambio de tratamiento o recurrir a un método de cirugía plástica para corregir algunos de estos cambios en su físico.