Acelera el ritmo cardiaco, eleva la presión arterial, daña los dientes y produce ansiedad, estrés e irritabilidad, entre otros muchos efectos secundarios. La metanfetamina, un estimulante sintético muy adictivo, es la segunda droga más consumida en el mundo (tras la marihuana), es responsable de 900 muertes prematuras cada año sólo en Estados Unidos y genera al sistema unos costes de más de 18.000 millones de euros anuales. Sin embargo, las campañas antidroga suelen olvidarla en sus mensajes.

Por ello, la Fundación RAND, con la colaboración de Meth Project Foundation (un organismo dedicado a reducir el consumo de metanfetamina) y el Instituto Nacional de Abuso de Drogas de EEUU, ha llevado a cabo el primer estudio que analiza los problemas creados por esta sustancia. Además de los daños físicos y psíquicos que sufre el consumidor, el documento ahonda también en los efectos colaterales que padecen las familias y el resto de la sociedad.

Según los datos de Naciones Unidas, el número de usuarios de metanfetamina (25 millones en el mundo) casi iguala al de los consumidores de cocaína y heroína juntos (28 millones) y su uso va en aumento en los países desarrollados. Las admisiones hospitalarias por problemas relacionados con el abuso de esta sustancia se han duplicado entre 2000 y 2005.

Conocida en la calle como «anfeta», «tiza», «cristal», «meta» o «speed», la metanfetamina puede tomarse inhalada, inyectada, fumada o por vía oral y sus efectos de euforia duran entre seis y ocho horas, aunque pueden prolongarse hasta las 12 horas. Su consumo preocupa a los expertos por su naturaleza adictiva y sus numerosos perjuicios para la salud: hipertensión, daños cardiovasculares, ataques y convulsiones e impacto negativo en los pulmones. Los efectos psicológicos incluyen ansiedad, pérdida de inhibición, más posibilidades de incurrir en comportamientos de riesgo y conducta violenta.

«Los datos obtenidos con nuestro estudio son realmente sorprendentes para una sustancia que ha recibido tan poca atención por parte de las autoridades», indica Nancy Nicosia, principal autora del trabajo y economista.

Una cara adicción

En términos económicos, el documento estima que el consumo de metanfetamina le cuesta a EEUU unos 18.000 millones de euros al año, incluyendo los gastos generados por la adicción, las muertes prematuras, el tratamiento, la pérdida de productividad, los costes derivados por acciones criminales relacionados con la droga y otros costes derivados de su producción.

Las dos terceras partes de esa cantidad monetaria van destinadas a tratar los problemas médicos provocados por la adicción. Sin embargo, hay otros gastos. La conducta violenta a la que induce la metanfetamina, los delitos que se pueden cometer para conseguirla y los encarcelados por traficar con ésta y otras sustancias obligan a la justicia a desembolsar alrededor de 3.200 millones de euros.

El absentismo laboral y la pérdida de productividad cuestan al sistema otros 534 millones, mientras que 704 millones van a parar al cuidado de los niños que son alejados de sus padres por tener problemas con esta droga.

Y aunque todos estos costes son comunes a los que generan otras sustancias ilegales, la «meta» ocasiona un gasto único, que viene derivado de la dificultad para producirla. Las explosiones y los incendios pueden ser más o menos comunes durante el proceso de elaboración, lo que genera un gasto de 61 millones. Sin contar con las molestias causadas a los vecinos.

«El análisis muestra la necesidad de tomarse en serio el problema e invertir en programas de prevención centrados específicamente en esta sustancia», concluye Tom Siebel, fundador y jefe de Meth Project.