El catedrático de Psicología Elisardo Becoña dirige la Unidad de Tabaquismo de la Universidad de Santiago y es una de las principales autoridades en terapias para dejar de fumar. Él mantiene que no es difícil dejar de fumar, pero confiesa que nunca ha fumado.

¿Servirá de algo la polémica campaña de decorar las cajetillas con esquelas?

– Desde luego que sí. Los datos científicos muestran claramente que es muy efectivo indicar en las cajetillas las consecuencias del tabaquismo. El revuelo en prensa responde a las presiones de las tabaqueras que quieren preservar su negocio, y es del todo artificial.

Pero muchos fumadores protestan…

– Los datos no pueden discutirse. El tabaco produce la muerte prematura de 56.000 personas en España cada año. Es una pandemia que mata a miles y miles de españoles. Y estas campañas son necesarias.

¿Y no observa una gran persecución a personas que considera un adictos?

Es necesario hacerlo. Y las protestas que existen están financiadas por la industria tabaquera, que contamina informativamente a los medios, pero si ves las encuestas reales, la mayoría de los fumadores apoyan las restricciones y avisos.

¿Cree que las tabaqueras presionan tanto como para controlar a la opinión pública?

– Estoy seguro. En España fuma el 34 por ciento de la población. Si se redujese un uno o un dos por ciento al año, perderían gran parte del negocio.

¿Y no es una ironía que nos avise ahora de los peligros del tabaco el mismo Estado que, hasta hace cuatro años, era el propietario de su industria?

– Tabacalera nunca debió ser estatal. Pero eso ya no se discute; ahora Altadis es una empresa completamente privada.

Usted ve cualquier argumento como disculpas que el fumador se busca…

– El fumador busca excusas y se miente sistemáticamente para justificar su consumo, porque le produce una contradicción enorme saber que depende de una sustancia letal.

Pero son muchos los que intentan dejar de fumar…

– Sobre todo, cuando pasan los años, por motivos de salud. Por eso las tabaqueras centran sus campañas en los jóvenes, ya que los mayores están quemados y terminan dejándolo.

¿Cuándo llega la obsesión?

– Hay una edad que es mágica, en torno a los cuarenta años, que es cuando algunas personas notan un mayor decaimiento físico y ven a amigos con problemas de salud relacionados con el tabaco. Se ven infartos o cánceres en el propio entorno.

Pero, cuando la DGT hizo campañas crudas sobre accidentes de tráfico, no se redujeron los accidentes…

– Sí se redujeron los accidentes. Lo que pasa es que la gente se acostumbró a ver estas campañas. Hace falta mantener su dureza e ir incrementándola.

Si seguimos endureciendo el mensaje caeremos en la pornografía…

– No es preciso. Hay que ser duros pero con imaginación. El mensaje debe impactar.

¿Se fuma menos desde que comenzaron estas campañas?

– Mucho menos. En 2003, fuma el 34 por ciento de los españoles, mientras diez años antes era el 44 por ciento. Fuman tres millones de personas menos. Y se ha conseguido con campañas y restricciones.

¿Es cierto que la nicotina es tan adictiva como la heroína?

– No se pueden comparar ambas sustancias. Sabemos que la potencia adictiva de la nicotina es enorme. Y, además, la adicción depende de la persona. No todos los fumadores tienen el mismo nivel de dependencia.

¿Puede calcularse la adicción por el número de pitillos?

– Hay escalas. Pero una persona que fume veinte, treinta o más cigarrillos al día está en dependencia alta. No hay ninguna duda. Pero quien fume diez cigarrillos, lo que tiene es una dependencia media. Y les resulta más fácil dejarlo.

Muchos argumentan que les resulta imposible dejarlo.

– Es falso. Cualquier persona puede dejar de fumar. Eso es la justificación del adicto. Cuando empieza, se engaña diciendo que lo que él hace lo hacen los demás, luego dice que lo deja cuando quiere y luego termina con que es imposible.

Hay quien tiene miedo a los efectos secundarios…

– Eso es una idiotez. Es otra de las estrategias de la industria.

¿Y la ansiedad, por ejemplo, o la irritabilidad?

– Eso casi no existe. La mayoría de la gente no nota nada. Al menos, cuando siguen una terapia psicológica como la nuestra, en la que les hacemos deshabituarse, que es como el proceso de hacerse adicto al tabaco, pero al revés.

No negará que la gente que deja de fumar, engorda…

– Es una verdad a medias. Engordarán de promedio dos o tres kilos que tenían que tener y no tienen. Y, en nuestras estadísticas, y hablo de datos científicos, que hemos publicado en las más prestigiosas revistas del mundo, nos encontramos que el sesenta o setenta por ciento no engordan en absoluto.

¿Y la ansiedad? Hay unos hábitos, unos gestos…

– La gente dice que echa en falta los gestos del tabaco, pero es falso. Echar en falta algunos gestos no es traumático.

Pues yo he intentado dejar de fumar mil veces y he tenido episodios de ansiedad…

– Porque no contaría con el método adecuado. Y no siempre se logra a la primera.

O sea, que según usted no existe ningún efecto secundario inmediato…

– Existe uno. Y es que uno tiene más tiempo libre. Hay muchas de personas que fuman sólo para ocupar el tiempo.

En fin, que sólo es cuestión de adaptarse y no se sufre…

– Efectivamente. Pasan unas semanas de adaptación. Y luego el fumador debe pensar que nosotros no podemos reescribir nuestra historia. Si uno ha tenido una novia durante veinte años, no puede negarlo. La historia de uno siempre está ahí. Ha ocurrido. Y, si uno ha fumado, se acordará de cuándo fumaba, con quien fumaba. Y hasta puede echarlo de menos algún día, como a aquella antigua novia, o la vida en la facultad, o un trabajo bonito. Pero la vida sigue y lo que importa es lo que vivimos ahora.

Resuma qué es lo fundamental para dejar de fumar.

– La motivación, y que se lleve a cabo una intervención de modo sistemático.

¿Y no se sufre?

– No.

«La psicología es más potente que los fármacos y nuestro éxito es muy alto»

La Unidad de Tabaquismo de la Universidad de Santiago (Teléfono 981 547 146) es un servicio gratuito que ha ayudado a dejar de fumar a 7.000 gallegos en dos décadas.

Son ustedes pioneros en el tratamiento del tabaquismo en España, ¿cómo iniciaron esta actividad?

– Los primeros tratamientos los comenzamos en 1984, porque hace veinte años ya sabíamos que el tabaco era la primera causa evitable de mortalidad, como lo sigue siendo ahora. Por eso decidimos dar ayuda a toda esa gente que quiere dejar de fumar.

¿En qué consiste su tratamiento?

– Se trata de técnicas psicológicas muy potentes específicas para fumadores. Es lo más eficaz, muy por encima del tratamiento farmacológico. Y, en veinte años, hemos tratado ya a más de 7.000 fumadores.

Dicen que su eficacia es del 70 por ciento, muy por encima de lo que reconocen otros tratamientos…

– Lo decimos y nos avalan datos científicos. Nuestros datos están obtenidos, validados y publicados en revistas científicas. Nuestro éxito es muy alto.

¿Cómo encontrarles?

– Tenemos un tratamiento clínico, en la facultad, que es gratuito. Y un programa por correo, que cuesta 55 euros para cubrir los gastos de sellos y llamadas. En ambos casos, dura seis semanas y se hace una evaluación personal de cada paciente y se le dictan ejercicios y una autoevaluación.