A Antonio Pita la musiquilla de las tragaperras le entra ahora por un oído y le sale por el otro. Este directivo de Agalure superó su adicción al juego hace tres años y ahora lucha por ayudar a otros enfermos y a sus familias a superar un problema que cada vez afecta a más jóvenes.
¿Cuántos casos trata en la actualidad Agalure?
– El número de ludópatas que hay en A Coruña no se sabe porque es una enfermedad que se oculta. La gente cree que es un vicio, no una enfermedad, y se esconde. Muy pocos casos salen a la luz. Ahora tenemos 252 socios y 38 personas a tratamiento, que vienen de casi toda Galicia, desde la comarca coruñesa a la provincia de Ourense, porque en la comunidad sólo hay otra asociación más en Vigo.
En los casi diez años de vida de la asociación, ¿ha cambiado el tipo de pacientes que ustedes atienden?
– Hay gente de todas las edades pero yo detecto que cada vez viene gente más joven, de 17, de 19, de 20, 21 años…
¿Por qué se extiende la ludopatía entre los jóvenes?
– No lo sabemos. Quizá el tiempo libre, que no trabajan, pero no se sabe.
¿Va a más el número de casos que tratan?
– Sí. Desde enero del año pasado la cifra de socios de la asociación se ha triplicado. Se calcula que el 5% de la población española es ludópata y que aquí en Galicia el porcentaje se reduce al 2,5%. Eso supone que aquí en A Coruña serían 400 las familias afectadas por el problema.
¿Sigue habiendo vergüenza entre los enfermos?
– El enfermo siente vergüenza de decir que es ludópata y para la mayoría de la gente un ludópata no es un enfermo, es un vicioso.
¿Para los médicos también?
– No, para los médicos es un enfermo y la prueba está en que hay psicólogos que se dedican a tratar esta enfermedad.
¿Y para la Administración?
– La Administración de momento no incluye la ludopatía en el cuadro clínico una enfermedades. La asistencia la dan las asociaciones. La Seguridad Social y otras entidades no la tratan de manera específica y la abordan en plan psiquiátrico: a base de pastillas y a base de medicación. Agalure no da ni una sola pastilla al enfermo, trata a través de ejercicios, del control del presupuesto que maneja el enfermo y de la consulta con el psicólogo. También se realizan terapias de rehabilitación una vez a la semana.
¿Reciben subvenciones?
– Sí, la asociación vive de las cuotas de los socios y de las ayudas de la Xunta, la Diputación, Caixa Galicia y el Ayuntamiento. El total de ingresos por subvenciones ronda los 6.000 euros al año y, sin contar con el sueldo del psicólogo, el año pasado tuvimos unos gastos de 24.000 euros. Tenemos que pagar el alquiler del local, el mantenimiento, los seguros, los gastos financieros, la asesoría laboral…
La Seguridad Social no da un tratamiento especializado y las ayudas públicas son bajas. ¿Discrimina la Administración a los ludópatas?
– No sé si lo discrimina, no estoy en disposición de decir algo así, pero lo cierto es que la ludopatía no se contempla como enfermedad. Es más, ni en el Diccionario de la Real Academia Española viene el término ludopatía. La última edición es de 2001 y vienen modismos de ahora pero no la palabra ludopatía.
¿Qué diferencia hay entre la adicción al juego y otro tipo de adicciones?
– Suele ser una adicción única. Yo he conocido en la asociación a dos o tres ex alcohólicos y toxicómano uno solo. Si tú eres adicto al fútbol, ¿qué gastas? Vas al fútbol y compras el Marca. Pero la adicción al juego te lleva a jugar compulsivamente todos los días. El juego es una pérdida del control de los impulsos ante una máquina o ante un hecho de juego.
¿Pero qué es lo que empuja? ¿Ganar dinero o el hecho en sí de jugar?
– El hecho de jugar. La prueba está en que todos los días pierdes y vuelves a jugar. Es la tensión lo que te empuja. Sales de la máquina y estás deseando volver. Si tú eres adicto al fútbol, no te arruinas. El juego te arruina, te lleva a enfrentamientos familiares, te aísla, te hace perder la autoestima… Tú te sientes una víctima, nadie te comprende y la sociedad está contra ti.
¿Cómo puede una persona detectar que ella misma o alguien cercano tiene un problema de ludopatía?
– Una persona normal que se quiera dar cuenta, se da cuenta. Te encuentras nervioso, buscas dinero, escapas para jugar, te aíslas de tu familia y de tu entorno, quieres estar solo.
Y el juego deja de ser un placer.
– Sí, cuando estás jugando sueltas la adrenalina y te quedas tranquilo. Pero al salir, vuelves al proceso anterior, a la intranquilidad, a cómo voy a hacer para llegar a fin de mes, a cómo voy a decir yo que me falta dinero, de que falta dinero en el banco, que he terminado con el dinero de las tarjetas…
Pero la red del juego que atrapa a los ludópatas mueve miles de millones y aporta mucho dinero en impuestos a las arcas públicas. ¿Cómo lucha la Administración contra algo que le da tantos ingresos?
– Pues aquí en España, de momento, no lucha de ninguna manera. Debemos ser el único país de Europa en el que existen máquinas tragaperras en los bares. En el resto de Europa quien quiere jugar se va a un casino o a una sala de juegos. Aquí en España están en todos los bares. ¿Quién juega en los bares? Todo el mundo.
Incluso los menores de edad, porque Agalure ha tratado algunos casos de jóvenes adictos a las tragaperras.
– Sí, porque un chaval de 18 o 20 años que está enganchado tiene que llevar mucho tiempo jugando en bares donde los dueños deberían haberles advertido que no pueden jugar. Es como en los estancos, donde piden el carné para comprar tabaco. Pero claro, esto da mucho dinero a la Administración. De cada 100 pesetas la máquina da 75 en premios, el resto es para el dueño del bar y para la administración.
O sea, que erradicar las tragaperras de los bares sería un varapalo para los ingresos de los hosteleros.
– Por supuesto. Nosotros reclamamos que se quiten las máquinas de los bares y, aunque con la Xunta creo que no se ha tratado, ellos saben perfectamente que eso se debería hacer.
La Xunta va a implantar un nuevo juego con premios inmediatos.
– Nosotros estamos totalmente en contra porque es la hipocresía de siempre: subvencionan a las asociaciones que tratan a los enfermos pero a la vez aumentan las posibilidades de que caiga más gente en la enfermedad. En Cataluña ya funcionan ese tipo de máquinas.
¿Hay personas con más riesgo de caer en la ludopatía o eso es también fruto del azar?
– Yo no creo que haya una predestinación. Si estás nervioso, tienes problemas, igual vas a la máquina y te enganchas como evasión. Y juegas un día y otro y al tercero estás enganchado.
¿Afecta esta enfermedad más a gente con pocos medios económicos?
– No, hay gente con mucho dinero que juega e incluso que se arruina. Hay gente de todos los estratos sociales y de todos los niveles de formación. Esta adicción arruina tanto a la gente que tiene poco como a la que tiene mucho. Hay un momento en que se empieza a hacer trampas y a mentir para buscar dinero para mentir. Eso lleva al deterioro familiar, porque el primero que se da cuenta de que algo está pasando es el entorno familiar. El ludópata suele escapar de él, suele aislarse y buscar el enfrentamiento con él.
¿Se puede detectar que uno está en la frontera entre jugar por placer y jugar por enfermedad?
– Es muy difícil. Si estás ya en ese límite, ya te empieza a molestar que te digan algo.
¿Puede un rehabilitado volver a jugar por placer?
– Hay que buscar alternativas de ocio. No todo el mundo puede volver a jugar.
¿Están los bingos llenos de enfermos?
– No necesariamente. Hay ludópatas, pero también hay personas que pueden ir todos los días al bingo y no estar enfermos. Si juegas 500 pesetas al día y, cuando vas, si pierdes te vas tan tranquilo pues no pasa nada. Luego hay otra gente que sí está enferma, que va todos los días, que se cambia de mesa para ocupar aquella en la que estaba uno que hizo bingo, que le pasa el cartón por el hombro a otro. Esa gente sí tiene una adicción y eso se ve. Con las máquinas pasa lo mismo.
¿Cree que se debería limitar el dinero que una persona puede jugarse en un bingo o en una sala de máquinas?
– ¿Cómo la limitas? Yo tengo el derecho a hacer con mi dinero lo que me da la gana. Y si se establece que un bingo no puede vender más de 100 cartones a un cliente por noche, esa persona se irá a una sala de juegos o a otro bingo.
¿Se puede limitar la entrada en los bingos o salas de juego sin el consentimiento de la persona?
– No. Para limitar la entrada a los bingos hay que enviar un formulario a la Xunta en la que el enfermo pide la autoprohibición.
¿Están a favor de que parte de los millones de euros que beneficio que genera el juego se destinen a tratar a los ludópatas?
– Una parte de lo que se va en impuestos y de lo que se llevan los fabricantes de las tragaperras debería revertir en quienes sufren la enfermedad. O si no, que los hospitales traten la ludopatía de manera gratuita y dentro de la Seguridad Social.
¿Han tenido contacto con las grandes empresas de juego del país?
– Lo hablamos en la última reunión y tenemos pensado hacerlo. Pero sigo diciendo lo mismo: la sociedad en general da la espalda al problema y nadie quiere saber nada. De las cartas que escribimos no nos hace caso prácticamente nadie. El Día das Letras Galegas enviamos 54 cartas a editoriales y librerías para pedirles un libro para premiar a los ganadores de un concurso literario. Sólo tres casas nos contestaron: Everest, la inglesa University Press y Anaya.