No es su primer libro publicado, pero sí el primero en el que habla de sí mismo. Eso, ya de por sí, es difícil, pero lo es más cuando uno no ha tenido una vida fácil. Dámaso Díaz, por suerte, ya ha dejado atrás su debilidad que lo ha mantenido «enfermo», como él mismo dice, durante 20 años: el alcohol. Ahora recoge sus experiencias en Lágrimas de otoño con la esperanza de que otros, al leerlas, no cometan los mismos errores.

¿Por qué se decidió a escribir este libro?

Porque, debido a mi dependencia con el alcohol, he estado viviendo experiencias muy graves. Algunas, incluso, llegaron a rozar la muerte. Quiero compartirlas con más personas para que sepan lo malo que puede llegar a ser estar metido en el mundo de las drogas, sin distinciones, porque el alcohol, a fin de cuentas, también es una droga.

¿Va dirigido, principalmente, a quienes están dentro de él?

Sin duda. Muchos se van a ver reflejados en lo que yo cuento y otros dirán: ¿ésto es posible que pase? Claro que ocurre. Pienso que la mayoría de la gente todavía no sabe lo malo que puede llegar a ser el abuso en el consumo de alcohol. Es una enfermedad.

¿Así lo cree?

Por supuesto. Y además, crónica, y de las más graves que hay. El alcohol te lleva a situaciones muy extremas. Te lleva a la ruina económica; la familia te da la espalda; pierdes el trabajo, las amistades, a tu pareja, a tus hijos; todo.

¿Cómo caes en ella?

Eso me pregunto yo mismo muchas veces. Yo bebía igual que otra persona normal cuando era joven. Tomaba una o dos cervezas o un par de copas al mes. Pero, claro, eso me resultaba muy placentero, así que fuí bebiendo más cada vez. Por desgracia, en el servicio militar me tocó un destino que fue mi maldición, en la cafetería del servicio de mando. Yo era el responsable de la entrada de todos los productos, incluidas las botellas de alcohol. Aquello fue, verdaderamente, terrorífico. Desde que me levantaba hasta que me acostaba lo pasaba bebiendo y mezclando bebidas de todas clases. Cuando acabé la mili, continué con esa inercia porque ya estaba enganchado.

¿Conoció a mucha gente que tenía la misma experiencia mientras estaba enfermo?

Claro. Y, de hecho, también recojo esas experiencias en mi libro. He vivido situaciones, con ellos, inimaginables en una mente normal. A la vez, cuando los veía, sabía lo que nos pasaba a todos, pero era incapaz de dejarlo y animar a otros a que lo hicieran. No tenía fuerzas. Es lo peor del alcoholismo: te anula como persona por mucho que desees dejar de beber. Por no hablar de las noches tan malas que pasas. Nervios, temblores, vómitos, taquicardias… yo llegaba a estar deseando que dieran las seis de la mañana para ir a un bar a beber para que se me quitaran los temblores. La experiencia me dice que solo no se sale de esto. Se necesita la ayuda de un profesional.

¿Se deja de ser alcohólico?

Se puede dejar de beber. Pero, por desgracia, esto nos acompaña ya durante el resto de nuestra vida aunque no consumamos pero es preferible llevarla sin beber, claro está.

¿Qué opina del botellón?

Lo tengo muy claro. Es una desgracia. Es una ruina etílica. Pienso que se podría hacer algo por evitar que cada fin de semana entren en los hospitales tantos jóvenes con comas etílicos. Beben cada vez más jóvenes, bebidas de más graduación y cada vez más cantidad. Lo hacen pensando en que es divertido. Al día siguiente sus cuerpos están machacados y dicen eso de «ya no vuelvo a beber». Pero pasados dos días ya piensan en que llegue el viernes para volver a salir a beber. Según los últimos datos, en España, hay unos 70.000 enfermos dependientes del alcohol y los expertos dicen que, debido al botellón, podría triplicarse dentro de diez años. Y la Seguridad Social no te ayuda a salir de ella. Sólo vas a un ambulatorio a que te den una pastilla. Y ese no es el método adecuado.

¿Qué le diría a alguien que pueda verse en esa situación?

Me gustaría que leyeran mi libro, no sólo ellos. Todos. Todavía sigue habiendo gente que ve a un alcohólico por la calle y dicen «mira el borracho ese». Pero lo que no dicen es que está enfermo y que tiene un problema. Es lo que he intentado transmitir.