El consumo moderado de alcohol, además de reducir el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares o de resistencia a la insulina, cumple un posible papel protector contra el deterioro de las funciones cognitivas (del conocimiento). Esto es lo que afirma un estudio realizado por el Hospital de Mujeres de Brigham, en Massachusetts, sólo entre mujeres y un grupo específico de enfermeras.

La investigación fue publicada en la última edición de The Journal of the American Medical Association (JAMA), una revista de gran prestigio entre la comunidad médica.

Pese a que la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas está considerada como un factor de riesgo que daña el cerebro y hasta puede provocar demencia, la nueva investigación sale a la luz cuatro meses después de que la revista British Medical Journal también publicara otro estudio que refleja que en cantidades prudentes (un vaso al día) el alcohol ayuda a preservar las funciones cerebrales.

Los resultados de esta nueva investigación forman parte del conocido Estudio de la salud de las enfermeras, que inició en 1976 con 121,700 participantes y que abarcó un período de seguimiento de 25 años.

La ingesta de alcohol total de las bebidas se calculó en gramos; así pues, a una cerveza le correspondían 13.2 gramos; a un vaso de vino 10.8 gramos y a cualquier otro licor 15.1 gramos.

“Las mujeres que consumían menos de 15 gramos al día tendían a lograr un puntaje más alto en las pruebas que miden la capacidad cognitiva que las no bebedoras. En cambio, no se encontraron diferencias en las funciones cerebrales entre las abstemias y las que ingerían las cantidades elevadas”, señala el artículo.

Aunque las conclusiones son positivas, tanto los autores como un editorial que forma parte del artículo aseguran que la investigación tiene varias limitaciones.

De acuerdo con expertos en neurología, el trabajo está realizado sólo con una población muy específica de mujeres que son enfermeras, con un nivel educativo y cultural que podría influir en los resultados de las pruebas cognitivas, además de que se trata de una investigación de observación.

Sin embargo, los autores de la investigación y los mismos críticos defienden que estos datos son un avance en el aumento de conocimiento de factores de riesgo que causa un declive cognitivo, aunque insisten en que se deben realizarse más estudios.

En moderación

Durante años y a lo largo de la historia, los expertos en salud han señalado que el vino no sólo es un estimulante, sino que su consumo moderado es un tipo de “medicamento” benéfico para ciertas partes del organismo.

Cuando se habla de vino, los expertos se refieren a los vinos de mesa, tintos y blancos.

El vino contiene vitaminas y minerales. La mayoría de éstos procede de las uvas, otros se forman durante la vinificación como el etanol o la glicerina, y algunos como el azúcar o la vitamina C se eliminan del todo o en parte de dicho proceso.

El fermento contiene entre el 15% y el 90% de agua. Esta diferencia del 15% se explica por el mayor o menor contenido de ácido tánico, sales minerales y pectina, que forman en conjunto el extracto seco de cada vino.

Los componentes del vino, entre ellos algunos antioxidantes, protegen los vasos sanguíneos y el colágeno de las paredes vasculares; también impiden la agregación de las plaquetas, y con ello la formación de coágulos.

Aparte de su acción preventiva, al vino se le atribuye la reducción del colesterol malo.
Contribuye también, como es sabido, a la disminución de la incidencia y mortalidad por causa de enfermedades cardiovasculares, una limitación del riesgo que establece entre el 25% y el 45%, según una investigación realizada por un grupo de médicos franceses en 1992.

Otros también señalan que el consumo moderado de esta bebida reduce el riesgo de una degeneración macular, la causa más frecuente de ceguera en personas de más de 65 años de edad.

De acuerdo con el estudio publicado en Journal of the American Geriatrics Society, otra revista médica en este país, los que bebían vino tenían un 19% menos de riesgo de sufrir ese problema ocular.

Además, se ha demostrado que un consumo regular y moderado de vino puede contribuir, junto a otros factores, a una vida larga.

Por un consumo moderado se considera de uno a dos vasos de vino al día, en función de cada persona.

La moderación depende del peso de quien lo consume y de qué tanto resista cierta cantidad de alcohol en su organismo.

Otras bebidas

Aunque muchas de las investigaciones sobre las ventajas del consumo de bebidas embriagantes con moderación han sido realizadas por compañías en ese ramo, los expertos en salud respaldan los resultados.

La cerveza también ha sido analizada como un producto que tiene efecto positivo en la salud.

El consumo moderado de esa bebida puede llegar a reducir hasta en un 60% el riesgo de lesiones coronarias, porque tiene un efecto represivo sobre la grasa.

En 1984 en Alemania, país de gran tradición cervecera, se realizó uno de los primeros estudios sobre la relación entre el corazón y el alcohol. Su autor, el doctor Ulrich Keil, de la Universidad de Munster, tuvo en observación y entrevistó durante ocho años a más de mil hombres y mujeres sobre la cantidad de alcohol que habían consumido durante el fin de semana y un día anterior a la entrevista con él.

Tras ajustar el porcentaje entre bebedores y abstemios, el resultado demostró que el consumo moderado de cerveza reducía el riesgo de padecer enfermedades coronarias.

Más tarde, el doctor Eric Rimm, de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, confirmaba aquella investigación en la revista The New England Journal of Medicine, al afirmar que quienes bebían de cinco o seis bebidas alcohólicas por semana tenían un riesgo menor de hasta el 53% de morir de una enfermedad cardiaca.

Estos resultados, sin embargo, siempre ponen de manifiesto el “consumo moderado”, y no en exceso, ya que este último provoca serios daños en la salud, sobre todo en el hígado.