El Gobierno de Escocia ha echado cuentas y ha descubierto que «el alcohol barato tiene un precio y este es el momento de admitir la relación no saludable que tiene Escocia con el alcohol». Lo dijo la ministra escocesa de Sanidad, Nicola Sturgeon, para anunciar que el Ejecutivo va a subir, y mucho, el precio de las bebidas alcohólicas. Está previsto que la norma empiece a funcionar antes de un año, el próximo abril.

La idea es que la unidad de alcohol -diez mililitros- cueste un mínimo de 59 peniques (que suponen 0,6 euros) y con los precios actuales significará el encarecimiento de las bebidas alcohólicas en los supermercados en, al menos, un 40 %.

Un estudio de la Universidad de Sheffield sobre el asunto indica que el consumo de alcohol podría bajar en cinco puntos y se evitarían 60 muertes, 1.600 ingresos hospitalarios y 3.500 crímenes solo en el primer año de aplicación de la norma. En diez años, los beneficios anuales se multiplicarían al evitarse muchos casos de alcoholismo: 300 muertes y 6.500 ingresos hospitalarios menos. La ministra Sturgeon es algo más optimista y habla de reducir el número de muertes anuales en 500 personas: «Son demasiados los escoceses que beben hasta morir. El problema afecta a gente de todos los ámbitos de la vida».

Los expertos en prevención de adicciones mantienen que un precio alto es el mejor sistema para alejar a los jóvenes de una sustancia peligrosa, ya sea alcohol o tabaco. Brian Keighley, responsable de la Asociación Médica Británica en Escocia, apoya la medida porque de nada sirven las políticas que fomentan la vida saludable «si los supermercados continúan ofreciendo vodka y bebidas con alto contenido en alcohol a precios ridículamente bajos para atraer a los clientes».