Para muchos fumadores, los cigarrillos electrónicos o e-cigarrillos (dispositivos que vaporizan un compuesto de nicotina, glicol de propileno y otros productos y que se venden en formato de pequeños depósitos desechables) son la única tabla de salvación a la que aferrarse para esquivar la ley antitabaco. De hecho, este producto se ha puesto tanto de moda en los últimos tiempos que el debate sobre la regulación de su consumo está cobrando cada día más fuerza.

Así, la pasada semana, la propia ministra de Sanidad, Ana Mato, confirmó que España ya se encuentra trabajando mano a mano con Bruselas en la elaboración de un futuro marco normativo común para toda Europa que controle su uso, aunque sin aclarar si irá en la misma línea de las medidas propuestas por Cataluña, que quiere someter su consumo a los preceptos de la vigente ley antitabaco (aprobada en 2005 y modificada en 2010) y que han servido para erradicar gran parte del tabaquismo en el país.

El principal argumento de esta comunidad es evitar que los cigarrillos electrónicos sean una nueva puerta de entrada al hábito de fumar, sobre todo para los adolescentes, dado que este tipo de dispositivos se comercializan en distintos sabores y, al ser tan novedosos, no existen estudios independientes sobre su impacto en el organismo o su supuesta efectividad para, precisamente, abandonar el tabaco convencional.

Asimismo, para la Organización Mundial de la Salud (OMS) aún no se ha «demostrado científicamente» ninguno de estos dos aspectos, con lo que se desconocen los riesgos potenciales que pueden ocasionar los e-cigarrillos. Por ello, este organismo desaconseja su uso, al menos, hasta que se compruebe su calidad y recuerda que, al contener nicotina, existe el riesgo de que se genere adicción.

Tomar medidas

A pesar de que en la actualidad en España no existe ningún tipo de control respecto a la venta de estos dispositivos, Australia ya ha prohibido su comercialización, frente a otros países como Italia o EEUU, en los que su uso está muy extendido. Mientras, en todo el territorio nacional, el cigarrillo electrónico no deja de ganar adeptos, lo que ha derivado en la imparable proliferación de locales dedicados exclusivamente a su venta.

Portavoces del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) creen que, al contener nicotina, deberían estar «regulados como un medicamento y venderse en farmacias». Las tabacaleras, por su parte, apuestan por su sometimiento a las normas ordinarias de sus productos.

Sin embargo, para los establecimientos expendedores, como el de Iñigo Naberan, dueño de varias franquicias de Puff Store en España, (empresa que en solo un año ha abierto 115 locales en el país), estas propuestas solo responden a razones recaudatorias y al alto nivel de competencia que estos dispositivos suponen para el comercio del cigarro tradicional, y aclara que «no todos ellos contienen nicotina ni en el mismo grado». De igual modo, Naberan recuerda que estos productos sí están sometidos al control de la UE, y alerta contra las tiendas que los venden, pero sin autorización.