«Cuando busco sexo voy a un sitio de niñas pastilleras porque hay sexo fácil. Son las típicas niñitas que les invitas a una raya y lo consigues». «En las discotecas es fácil porque la gente va muy borracha y drogada siempre es más receptiva y menos quisquillosa». Estos son algunos testimonios recogidos en un trabajo español que revela que los adolescentes y jóvenes consumen drogas en contextos recreativos para tener mejores relaciones sexuales.

No es el primer estudio que pone en evidencia este vínculo. En la revista «BMC Public Health» se puede leer un trabajo realizado en nueve ciudades europeas (incluida Palma de Mallorca) que constataba que adolescentes y jóvenes ingieren alcohol, cocaína, éxtasis o cannabis para aumentar la excitación sexual, prolongar la relación o elevar las sensaciones.

El ensayo español cuyo primer firmante es Amador Calafat, de la institución Socidrogalcohol, aunque también han participado en él científicos de la Universidad de Santiago de Compostela y de la de Alicante, se ha llevado a cabo con entrevistas a 100 jóvenes de cuatro ciudades distintas de edades comprendidas entre los 15 y los 20 años.

Locales nocturnos

«Entre los adolescentes el consumo de alcohol y otras drogas está frecuentemente vinculado al contexto recreativo nocturno, al igual que la búsqueda y experimentación en sexualidad… Aquí se explora cómo experimentan la relación, y el rol que ocupan estas sustancias en la experimentación de las relaciones íntimas», reza el estudio publicado en «Adicciones».

Para llevar a cabo el trabajo se escogió a los entrevistados mediante el «sistema de bola de nieve, que en el campo de los estudios sobre consumo de drogas resulta muy útil… Consiste en identificar a unos informantes iniciales que, a su vez, nos ponen en contacto con otros miembros de la población», destacan los investigadores.

Uno de los datos que llama la atención es que «hay preferencias hacia algunas sustancias… y que algunas son valoradas como «buenas» o «malas» en función de si logran el objetivo de mejorar en alguna dimensión las relaciones sexuales», documentan los autores.

De hecho, el alcohol «es como mucho la más popular y la que tiene ventajas en las prácticas sexuales (involucrarse en experiencias arriesgadas, aumentar la excitación y prolongar la relación sexual), excepto en alargar el encuentro íntimo, para lo que se prefiere la cocaína. El cannabis no gusta porque relaja y no hay interés en el éxtasis por sus efectos sobre la sexualidad», aclaran.

Ellas, en mayor medida que ellos, hacen más uso de las bebidas etílicas para gestionar su sexualidad, tal y como refleja uno de los testimonio recogidos en el artículo: «Yo creo que la mejor es el alcohol. Mejora las relaciones sexuales porque te da más facilidad para soltarte».

Sin embargo, se muestran críticas si son ellos los que lo ingieren dado que reconocen frecuentemente «alejarse de los hombres excesivamente embriagados y difícilmente los ven como posibles parejas sexuales», se comenta en el trabajo. Todo lo contrario que sucede con los varones. «El que una chica esté embriagada es visto muchas veces como una ventaja de cara a conseguir tener relaciones sexuales con ella… una estrategia que también funciona entre adolescentes», aclaran los científicos.

Encuentros garantizados

Los datos especifican también que, aunque la mayoría de los participantes reconoce ligar con frecuencia, no todos entienden lo mismo por este verbo. Los varones, sobre todo, creen que es tener una relación sexual, mientras que para otras personas es el inicio del flirteo.

Además creen que la mejor forma de «garantizar» un encuentro es acudiendo directamente a ciertos locales en los que se sabe que lo normal es que sus asistentes estén bajo la influencia de alcohol o de drogas.

A tenor de los hallazgos de estos trabajos los autores defienden que las campañas preventivas «deberían tener en cuenta cómo este tipo de sexualidad promovida desde los ambientes recreativos, rápida («Fast sex») y estrictamente ligada a su función de dar placer puede promover el uso de sustancias», concluye el trabajo.

También porque desde el punto de vista de salud pública estas relaciones suelen ir asociadas a prácticas de riesgo que se traducen en embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual.