Cervera, que participa en un seminario organizado por el Plan Nacional sobre Drogas con el título «Cannabis: mitos y realidades» y que se prolongará hasta mañana, insistió en que el riesgo de toxicidad y de desarrollo de secuelas es mayor entre la población juvenil que entre la adulta.

Para Cervera, es fundamental que los jóvenes entiendan que el consumo de cannabis «es un problema de salud muy importante» y que tomen conciencia de las consecuencias que conlleva este consumo. Entre ellas, destacó la vinculación que existe entre los que fuman porros y obtienen malos resultados académicos. «El cannabis afecta a las funciones cognitivas, por lo que mucho fracaso escolar está asociado a su consumo», dijo.

MAYOR CONCENTRACIÓN DE THC

Cervera alertó sobre la mayor concentración del componente psicoactivo del cannabis, el THC, que poseen los porros actuales como consecuencia de la manipulación genética de las semillas. Esto supone que fumar un porro en la actualidad equivale a entre tres y cinco de los de hace diez o quince años.

«Es la misma diferencia que existe entre beberse un vaso de vino o uno de wiskhey, en el que la concentración de alcohol es cuatro o cinco veces superior», ejemplificó.

Asimismo, esta concentración de sustancia tóxica potencia los efectos del consumo, entre los que se cuentan, además de los cognitivos, los psicológicos o psiquiátricos, con el desarrollo de cuadros de depresión o esquizofrenia «que posiblemente no se hubiesen producido de no haber habido consumo», y los efectos sobre la coordinación que se relaciona, por ejemplo, con los accidentes de tráfico.

FALSOS MITOS

Por su parte, otro de los participantes en el seminario, el director de la revista «Adicciones», Amador Calafat, quiso desterrar alguno de los falsos mitos que existen en torno al consumo de cannabis, como el que se considere más beneficioso y terapeútico que los medicamentos convencionales.

«Los efectos terapeúticos se están explorando, pero por el momento no se ha demostrado que superen las ventajas de otros medicamentos que ya existen», dijo. Además, un 10 por ciento de los consumidores acaba convirtiéndose en adictos, «hipotecando con ello su futuro personal y profesional».

Otra de las creencias generalizadas es que fumarse un porro es menos perjudicial que fumarse un cigarrillo, lo cual «no es cierto, puesto que los porros de ahora tienen una concentración mucho mayor de componente tóxico, tienen más de la mitad de calcinógenos y además, se fuman sin filtro».

Por último, negó que la legalización sea la solución poniendo el ejemplo del tabaco, que es legal pero en el que existe contrabando. Además, añadió que se trata de un tema de «coherencia de salud pública», en un momento en que también se persigue el consumo de otras drogas legales, como el alcohol y el tabaco.