Los profesionales de las farmacias se enfrentan a un «efecto llamada» cada vez que salta a los medios alguna referencia a un medicamento o principio activo asociado a la Covid-19

El fin de semana pasado, Esperanza llegó como tantos otros desde hace siete meses a la farmacia de Goya donde trabaja. Los nervios estaban más calmados que el sábado anterior, cuando el Gobierno decretó el estado de alarma y la gente salió en tropel a por cajas y cajas de paracetamol para abastecerse ante el coronavirus. Ese día, en cambio, las peticiones eran otras: Dolquine y Resochin, dos medicamentos contra la malaria y el lupus que contienen hidroxicloroquina, principio activo al que se ha recurrido como alternativa contra la Covid-19.

Aquel sábado, la directora de la Agencia Estatal de Medicamentos (AEMPS), María Jesús Lamas, confirmó en la rueda de prensa que estaban practicando con un compuesto que reducía la carga del virus. No dio nombres. No hizo falta. A las horas, Dolquine y Resochin circulaban por tertulias y redes sociales, y el efecto llamada fue imparable. «Nuestra jefa nos advirtió de que no lo vendiésemos sin receta previa y al poco llegó la orden oficial del Colegio de Farmacéuticos», desvela la sanitaria.

El mismo proceso ocurrió en una farmacia del barrio madrileño de Ibiza, solo que allí el riesgo de escasez es menor y los enfermos de lupus y artritis reumatoide están recibiendo su fármaco como siempre. «Basta con que un solo titular se haga eco de que se está probando un medicamento para el coronavirus para que vengan a la farmacia como locos a por él, como ocurrió con el paracetamol», dice Natalia, la dueña.

«Las televisiones no deberían dar nombres de medicamentos. Hay gente que viene diciendo que lo ha escuchado en algún programa, la mayor parte de ellos sin receta, y todavía alguno se enfada cuando no se lo damos», comparte Esperanza. En cuanto el Gobierno supo de la avalancha que se estaba produciendo hacia este compuesto, intervino el mercado de hidroxicloroquina para garantizar el abastecimiento en los hospitales que lo usan para controlar el coronavirus.

Durante unos días, los 100.000 enfermos de lupus en España vieron cómo su fármaco desaparecía de todos los establecimientos. Dolquine y Resochin empezaron a ser tan difíciles de encontrar como una pepita de oro dentro de un blister. «Ayer recibimos a una señora con la cara llena rojeces por el lupus y no teníamos más cajas. Solo había dos y ya las habíamos vendido», cuenta la farmacéutica del local madrileño de Goya.

Esta consecuencia de la llamada «distribución controlada» de hidroxicloroquina provocó incertidumbre entre los clientes y preocupación en muchas farmacias que no sabían qué responderles. «La agencia estatal de medicamentos intervino el suministro y nosotros nos pusimos a su entera disposición. La idea es que cada comunidad haga llegar a sus pacientes crónicos la medicina, pero hay que tener en cuenta la situación en la que estamos y que el stock mundial es limitado», confirman fuentes de Fedifar, la federación de distribuidores farmacéuticos.

En otra farmacia madrileña, en Diego de León, Jesús cuenta que en su caso las vías que ha facilitado el Gobierno para abastecer a los pacientes con prescripción médica están funcionando: «Depende mucho de tu delegado de zona. El Colegio asigna a uno por área y el nuestro lo gestiona bastante bien. Rellenamos unos documentos con las patologías del cliente que lo necesita, se manda al área Medicamentos en Situaciones Especiales (MSE) y en un plazo de máximo dos días nos llega».

No pone la mano en el fuego por que se esté cumpliendo en otras farmacias vecinas, pero en cambio se muestra más comprensivo con el efecto llamada y el papel de los medios. «Me pongo en la piel de las personas que no son sanitarias y yo también iría a por un medicamento si me dicen que sirve para paliar el coronavirus. Además, yo leo muchos periódicos y no creo que se esté haciendo mal porque nunca titulan con el nombre de la medicina sino del compuesto», reconoce Jesús.

Por otra parte, los profesionales consultados aplauden que España mire con lupa la receta de la hidroxicloroquina y que se limite a los pacientes crónicos, puesto que en Francia ya se han dado trastornos cardiacos asociados a la automedicación. «La gente lo confunde con el tratamiento o una cura, y lo consume sin cabeza», piensa Natalia. Algo que no solo ocurre con este compuesto en concreto y que los farmacéuticos han empezado a alertar.

Vitaminas y ansiolíticos, secundarios de la cuarentena

«Hemos aumentado un 300% la venta de vitamina C y D. Si normalmente a la semana vendíamos cinco cajas, ahora vendemos 20. Y aunque no ha salido que haya ninguna vitamina que evite el contagio de coronavirus -que está muy bien subir las defensas en general y no solo ahora-, la gente se ha empezado a preocupar mucho por la falta de sol», comenta Natalia desde Ibiza.

Algo que también han notado Esperanza y Jesús en sus respectivas farmacias. Sin embargo, ellos destacan un repunte en la venta de ansiolíticos, antidepresivos y psicótropos con receta. «Lo notamos mucho porque estamos muy cerca del hospital de La Princesa y vienen muchos pacientes con prescripción contra la ansiedad y la depresión. A la gente empieza a hacerle mella el confinamiento», desvela Jesús.

«Yo llegué ayer y estaba el cajón de lexatines vacío», dice su compañera de Madrid. En su caso, también llegan muchos clientes alegando cuadros ansiosos pero sin una nota del médico. «En ese caso solemos recomendarles plantas medicinales como la valeriana, la amapola de california o la melisa», dice Esperanza, que también alega un aumento en la demanda de tratamientos homeopatía «como el arsénicum álbum». «Hay que tener mucho cuidado con eso: intentamos derivar a la fitoterapia siempre antes que a la homeopatía», defiende Jesús por su parte.

Desde Fedifar no cuentan con los datos del aumento de la distribución o la demanda de estos productos, pero aseguran que no les extraña. «Es normal que la gente acuda al médico en cuarentena presentando una carencia vitamínica o un trastorno por el confinamiento», alegan.

Habrá que esperar semanas para saber las cifras exactas del consumo. De momento, tanto farmacias como distribuidoras esperan esquivar picos desesperados como el de la hidroxicloroquina y el paracetamol para garantizar que ningún enfermo, aunque no sea de coronavirus, se quede sin su medicación.